Probablemente no se pueda encontrar mayor similitud al conflicto israelí-palestino que la conocida fábula del escorpión y la rana. Una y otra vez los líderes de las partes en conflicto recurren a la rana (negociaciones de paz) para que los monte en su espalda y los ayude a pasar el rio (acuerdo de paz), hasta que en el medio de la corriente un escorpión (sector extremista de cualquiera de los dos bandos) se encarga de descargar su veneno para terminar matando la rana. Todo ello, como en la fábula original, es una cuestión de instinto natural sin tener en cuenta la tragedia que en última instancia eso implica para si mismo, es decir para su sociedad.
En el siglo XXI es muy difícil comprender una situación absurda de dos pueblos, con raíces de siglos sobre la misma tierra, capaces de continuar desangrándose el uno por el otro tras más de 100 años de conflicto. La irracionalidad impuesta por el liderazgo de ambas partes fundamentó la exigencia del todo, o casi todo, en vez de la búsqueda de un histórico compromiso que permita una vida en paz y progreso, o al menos, una separación total y armisticio. El fanatismo de los grupos dominantes israelíes o palestinos los lleva a ponderar mucho más una piedra o una montaña de un antepasado compatriota que la sangre o la vida humana, a sabiendas que ninguno puede desterrar al otro o está dispuesto a vivir oprimido o discriminado por el otro.
Este perpetuum mobile de negociaciones saboteadas tiene un agraciado: Bibi Netanyahu[1].
Tras el fracaso del repentino y masivo ataque del frente sirio – egipcio en la guerra de Yom Kipur en 1973, la gran mayoría de los países árabes se convenció que no existe la posibilidad de doblegar militarmente a Israel por un término de generaciones. No en vano Egipto arribó a un acuerdo de paz, no sin que antes Israel se retire hasta el último milímetro de los territorios conquistados en 1967. En los últimos años la Liga Árabe tomó la iniciativa de proponer su plan de paz en la región, también sobre la base del reconocimiento de la existencia de Israel y su retirada total del Golán, Cisjordania y Gaza.
La excepción son los palestinos. Su sector pragmático, El Fatah con Arafat y luego Mahamud Abbas a la cabeza, negocian un acuerdo con Israel durante los últimos 20 años. Este proceso no evitó que, por distintos flancos, facciones de este pueblo, incluyendo algunas fuertemente armadas como Hamas, no bajasen las armas y continúen sus ataques terroristas esporádicamente o en olas periódicas. El último tiempo somos testigos de una nueva versión: ataques criminales callejeros de “lobos solitarios sin ninguna pertenencia grupal o ideológica, que no tienen lo que perder y básicamente están guiados por la frustración y desesperación”[2].
Este accionar palestino le viene como anillo al dedo a Netanyahu. En la base de su estrategia de infundir peligro y temor en la sociedad israelí, en los judíos y líderes del mundo, esos “lobos solitarios”, con un cuchillo o destornillador en la mano, son la materialización de la idea hitleriana de exterminar el pueblo judío, tal como lo arengó en la última sesión del Congreso Sionista Mundial.
Pero Netanyahu no es menos saboteador de las negociaciones de paz que cualquiera de los terroristas o lobos solitarios palestinos. Escudado detrás de la excusa de proteger a la población de los ataques palestinos, con la ayuda del ejército lleva adelante un programa de usurpación de tierras y colonización judía en Cisjordania. Este acto de agresión, en ojos de los palestinos y de muchas líderes y sociedades del mundo, no es menos terrorista que los ataques palestinos en ojos israelíes y judíos.
La maraña de la colonización judía en Cisjordania borró toda posibilidad de la creación de un Estado Palestino independiente y viable. El mismo Netanyahu lo reconoció: Israel tendrá la necesidad de mantener en Cisjordania un estado Apartheid por tiempo indeterminado.
Sin lugar a dudas, la suerte del accionar violento de los palestinos acompaña a Netanyahu. Pero no es para confundirse. Se trata de una victoria pírrica. Quien tendrá que pagar por los platos rotos de esta desgraciada aventura de mezclar defensa con colonización y conquista será la sociedad israelí y el pueblo judío del mundo.
El costo de mantener por generaciones la conquista territorial de Cisjordania y la opresión del pueblo palestino será colosal. “La corrupción moral de generaciones de jóvenes que reciben orden de disparar armas de fuego sobre niños, irrumpir en casas palestinas a medianoche con el objetivo de mapear familias, proteger hordas judías que usurpan tierras agrícolas palestinas y solo ven a sus vecinos por las mirillas de sus rifles, preferir la financiación de la colonización en Cisjordania antes que resolver problemas de vivienda de jóvenes israelíes y una sociedad que no puede volver a ser justa como lo fue. El precio de la colonización de Cisjordania que se paga día a día es la imposibilidad de combatir el racismo judío, la corrupción y la inequidad distributiva”[3].
Con solo una corta recorrida en los medios informativos israelíes basta para convencerse que la “administración del conflicto con los palestinos”, según las políticas del Primer Ministro del Estado Judío, no solo está demoliendo valores básicos que caracterizaron la sociedad israelí en sus primeros años, está degenerando el judaísmo.
Por más que cierren los ojos, el lado oscuro del judaísmo moderno israelí salta a la vista. No se puede pretender que pase desapercibido un acto con la participación de cientos de conocidos activistas de extrema derecha y del Rabino Dov Lior de Kiriat Arba donde con toda impunidad se escuchan arengas como “muerte a los árabes” y “desterrar a los palestinos”[4].
Nadie se debe sorprender si cada día se generaliza y acentúa más una imagen crecientemente negativa y despreciable del judaísmo. El silencio de las comunidades judías del mundo ante tremendas aberraciones en nombre del judaísmo atestigua su complicidad y fortalece aun más esta percepción.
Ojala me equivoque.
[1] En la presente discusión, explícitamente, no se incluyen evaluaciones de la medida que esta dinámica favorece o es contraproducente a intereses palestinos. Es una temática propia de ese pueblo que excede los objetivos del presente artículo que se centran únicamente en la sociedad israelí y el pueblo judío.
[2] Declaraciones del General Halevy, Jefe de Informaciones del Ejercito Israelí, Haaretz, 3-11-15.
[3] “El precio de la colonización en Cisjordania se paga en Israel”, Anshel Pfeffer , Haaretz, 28-10-15
[4] “Acto en conmemoración del asesinato del Rabino Kahana”, Walla, 1-11-15
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