Palabras en cascada || El Sello de la Vida

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El próximo martes, después de la salida de las primeras estrellas, la gente de mi pueblo comienza una jornada especialmente significativa, espiritual, incluso, sagrada. Se trata del inicio de Yom Kipur.

Las sinagogas (los templos de rezos del pueblo judío) se llenan de gente, comienzan a escucharse en voz alta y baja, según la ocasión, las plegarias, las peticiones, los cantos en forma de lamento, los ruegos a nuestro Creador.

Pronunciamos oraciones (especialmente formuladas por sabios que entendían muy bien la verdadera naturaleza humana) que expresan nuestro arrepentimiento, nuestra reflexión, y tratan de hacer evidente una toma de conciencia que en tanto íntima y personal, como comunitaria y colectiva.


Se trata de la consagración de un día completo para pedir perdón tanto por los errores cometidos ante Dios como por los errores cometidos hacia nuestro prójimo. Pues, según nuestra creencia, es imprescindible que reconozcamos las equivocaciones que cometimos con las personas que nos rodean y pedirles disculpas por el dolor que les pudimos causar.

Nuestro comportamiento humano, nuestros errores, pecados, equivocaciones e imperfecciones no pueden ser perdonados por el Cielo, si antes no son perdonados por el Hombre.

De nuestros rezos, ruegos, comportamientos, reflexiones, de la forma en que pidamos perdón al Creador y a nuestro prójimo depende directamente el veredicto que realiza nuestro Señor sobre cada uno de nosotros. De la suma de nuestras acciones y de lo realizado para arrepentirnos por ser humanos durante los llamados Yamim Noraim (días temibles) depende que seamos sellados, o no, en el Libro de la Vida por un año más.

Lo del sello, por supuesto, es simbólico, pero muy significativo. Pensar que nuestra existencia depende del Sello de la Vida puede ser muy intimidante incluso para las personas que no llevan una vida muy espiritual; y es igualmente intimidante que esta decisión dependa directamente del concepto del perdón. Un tema con el que la mayoría de los humanos no hemos logrado reconciliarnos completamente.

Para las personas reflexivas, entre las cuales me incluyo, quizás los más difícil de todo este tema sea aprender a perdonarnos a nosotros mismos, tanto por los errores que cometimos con personas que queremos y nos importan, como por los errores que cometimos hacia nosotros mismos, con intención o sin ella, con alevosía o sin ella, con conciencia o sin ella, por cometido o por omisión…

Todos llevamos una lista de pecados con los que hemos tenido que aprender a lidiar por no saber perdonar nuestras equivocaciones. La guardamos en un bolsillo del corazón en donde no pueda ser adivinada por nadie. Debería ser ligera como un papel, pero es pesada como una roca.

Tratamos de engañarnos y distraernos para no pensar en ella durante el día, pero… antes de dormir, mientras tomamos una ducha, cuando vamos manejando en automático, en los momentos más intrascendentes…esa lista se aparece delante de nuestros ojos y nos pasa factura y muchas veces con intereses. Esa lista de auto-recriminaciones que llevamos guardada en el pecho hace que nos convirtamos en nuestros propios enemigos, en nuestros peores verdugos, en nuestros más inclementes jueces.

Para evitar que ese lista se acumule hasta llegar a niveles inmanejables, el pueblo judío mantiene una fecha en el calendario para forzarnos a pensar en el tema del perdón: Yom Kipur. El perdón que le debemos a Dios, el perdón que le debemos a nuestro prójimo, y el perdón que nos debemos a nosotros mismos.

De que podamos entender, procesar, analizar y cumplir a cabalidad el concepto del perdón; depende en gran parte la cantidad y calidad de vida que nuestro Creador nos tenga prevista para el año que recién comienza.

No es poco lo que está en juego, el Sello de la Vida, de nuestra vida, depende directamente de nuestra capacidad para perdonar y pedir perdón.

Termino estas palabras deseando un juicio favorable para todos mis lectores, pidiendo que todos sean inscritos y sellados en el Libro de la Vida, aunque solo sea por un año más (no hay que dar nada por sentado)… es decir, Gmar Jatimá Tová. Y digamos todos: amén.

Acerca de Raquel Markus

Periodista - Escritora – Poeta – Esposa – Mamá. Autora de varios libros publicados. Editora de libros, revistas, boletines electrónicos y otras publicaciones. Productora de contenido para redes sociales Productora y conductora de podcasts. Graduada de Comunicación Social mención Periodismo Impreso con Diplomado en Comunicación Digital y Post grado en Dirección de Instituciones Comunitarias. Ganadora de la modalidad de poesía del Certamen Internacional “Notas Migratorias César Vallejo 2021”. Organizado por la Fundación Universidad Hispana. Ha sido elegida ganadora y finalista en diversos concursos literarios y poéticos en América Latina y España, a los que se ha presentado a lo largo de su carrera como escritora. Datos de contacto: E-Mail: [email protected] Instagram: @escritora.creativa Facebook: Raquel Markus Twitter: @raquelisheva

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