Perdonar y perdonarme, cuantas veces he oído esta frase…
Se le menciona como ruta a seguir para lograr la paz espiritual.
Inevitablemente surge la pregunta: ¿De que me tengo yo que perdonar?
Desde que el ser humano nace, nace ya, rodeado de principios adoptados por sus antecesores, reglas de conducta a seguir…
Doctrinas que hay que respetar, pecados muchos pecados, que no se deben cometer, con castigos espirituales y materiales que harán del ser un pobre condenado…
A medida que se crece en años, experiencias de vida,
se crece también espiritualmente…
En los afortunados se da un crecimiento mental derivado del estudio y el deseo de saber que amplia notablemente las rutas a seguir, los prejuicios cada vez son menos.
Algunos de ellos llegan a ser al razonarlos francamente inconcebibles.
Somos responsables de nuestras acciones y hechos como seres humanos…
Si a lo largo nuestra existencia no hemos afectado
con nuestra manera de ser a terceras personas.
Si al trabajar lo hemos hecho de manera productiva,
y de nuestro quehacer, en mayor o menor medida nos hemos beneficiado nosotros y se han beneficiado proporcionalmente las personas que conmigo trabajan…
Si producto de mi unión a una mujer se ha multiplicado ya una familia, que empezó con mi matrimonio y hoy veo nietos sanos que al rato abrirán nuevos horizontes…
Nuevamente surge la pregunta:
¿De que me tengo yo que perdonar?
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