Los conceptos de “impureza” y “pureza” son fundamentales en la manera judía de ver al mundo. Por más de dieciséis siglos, desde los tiempos bíblicos, las leyes de pureza han dominado las prácticas religiosas judías. De hecho, casi el 25% de la leyes talmúdicas son acerca de estas leyes.
Sin embargo, tanto aquellos que alegan observar las leyes rituales de pureza como aquellos que las ignoran, comúnmente mal interpretan su significado.
De acuerdo con el tercer libro de la Torá, el libro de Levítico, la ofrenda de purificación es una respuesta a dos tipos de prohibiciones: casos graves de impureza física e impureza moral. Esta última es definida como violación involuntaria de prohibiciones.
Según Levítico si la impureza es física—el bañarse es requerido. Si la impureza es moral, el remordimiento es lo que despeja la impureza.
Mientras que en el mundo pagano los rituales eran empleados como terapia, creyendo que son la contra-magia necesaria para eradicar la enfermedad, el TaNaKh, niega que estos tengan valor terapéutico alguno. Tal como argumenta convincentemente el desaparecido filósofo y biblista israelí Yehezkel Kaufmann, los rituales de pureza en el TaNaKh se llevan a cabo sólo después que la curación ha tenido lugar.
Para que no quepan dudas, los rituales bíblicos en general, dice el estudioso bíblico judío Jacob Milgrom, son actos simbólicos que en su mayoría contienen en su interior valores éticos.
Un ejemplo de esto sería el profeta Isaías, que al decir “¡Lávense! ¡Límpiense! ¡Aparten de mi vista sus malas acciones! ¡Dejen de hacer lo malo ” equipara limpieza con hacer el bien y ser impuro con hacer el mal.
“Impureza,” en el entendimiento religioso del TaNaKh, es el estado de ser intrínsecamente diferente al de Dios quien es completo. “Impureza” es una imperfección, una a la cual todo ser humano está condicionado existencialmente y por la que tiene que pasar su vida tratando de superar.
De hecho, no hay un ser humano justo sobre la tierra que continuamente haga el bien y nunca peque,
dice Qohelet, otro libro en la literatura fundacional del pueblo judío llamado el TaNaKh. Esto es lo que se entiende por impureza moral.
El TaNaKh no enseñó que otros seres humanos estaban sucios o contaminar, dice la erudita religiosa Karen Armstrong. Las leyes de santidad y separación no fueron diseñadas para mantener al extranjero más allá de los límites; el extranjero no debía ser rechazado, sino que “amado.”
La contaminación no proviene de los enemigos, sino de uno mismo.
El peligro de convertir las prácticas de pureza y limpieza, la búsqueda de la perfección en paradigmas que dan forma a una política en la que se discriminan las cosas, las ideas y la gente es lo que se encuentra en la raíz de los “ismos”: del fundamentalismo religioso y el nacionalismo racial. Estas son ideas que contradicen completamente la comprensión bíblica de la pureza y la impureza.
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