Por fortuna, hoy el ISIS ha dejado de ser noticia espectacular. Luego de haber tenido bajo su control un tercio del territorio iraquí y buena parte de Siria, y de haber establecido ahí su califato que impuso la ley islámica en su versión más cruel y fundamentalista para regir con ella las vidas de millones de personas residentes en esa área del tamaño de Gran Bretaña, ha sufrido una contracción tal de las zonas en su poder, que para estas fechas ya sólo conserva un enclave en el valle del Éufrates al noreste de Siria.
Y ese enclave está en gran riesgo de desaparecer, debido a la acción conjunta de los operativos militares de Estados Unidos y de las Fuerzas Democráticas Sirias, responsables éstas de haber liberado hace un año, con un monumental costo en vidas, la ciudad siria de Al Raqa. De tal suerte que ISIS ya perdió 98% del territorio que llegó a controlar en sus mejores tiempos.
Para una organización como ISIS, que fundaba su proyecto político-religioso en el mantenimiento de una base territorial amplia y firme usada como trampolín imprescindible para su avance, el encogimiento y casi desaparición de dicha base ha sido un golpe demoledor. Como lo ha sido también la pérdida de entre 27 mil y 31 mil combatientes extranjeros que desde Europa, Canadá, Estados Unidos, África y diversos países de Oriente Medio llegaron en los momentos de auge del califato a contribuir a la causa de la guerra santa contra los infieles. La mayoría de esos hombres y mujeres que sobrevivieron ha regresado a sus lugares de residencia, representando, por cierto, un desafío y un dilema en cuanto a los términos convenientes para su reinserción social.
Aun así, ISIS sigue lanzando proclamas firmadas por “los soldados del califato”, mientras que su líder máximo, Abu Bakr al-Baghdadi, después de largos periodos de silencio que alimentaron la versión de su muerte, ha vuelto a hacerse oír, insistiendo en que su misión continúa viva.
De acuerdo con un reporte de la ONU al respecto, publicado en agosto pasado, ISIS aún posee cerca de 30 mil miembros en Irak y Siria, sin embargo, tal como lo reporta el analista Adam Hoffman en un artículo publicado por el Moshe Dayan Center de la Universidad de Tel Aviv, ISIS ha tenido que reformular su estrategia.
Ante sus derrotas y la consecuente imposibilidad de seguir gobernando tiránicamente ciudades y aldeas, ha pasado a la actividad guerrillera en varias de las zonas antes bajo su control en el norte de Irak y en Deir al Zour, en Siria. Sus ataques ahí son indiscriminados y mantienen en vilo a los habitantes de esas regiones, temerosos de que, en cualquier momento, se infiltren combatientes del ISIS que merodean en la zona para embestir mediante pillaje, asesinatos y secuestros.
De cierta manera, ISIS, que funcionó de 2014 a 2017 como un proto-Estado, está regresando a sus orígenes de movimiento de guerrilla. Sus golpes han vuelto a ser parecidos a los de Al Qaeda, organización de la que ISIS se escindió en algún momento para tomar su propio camino.
Es así que la evaluación del estado de cosas actual, con respecto a la capacidad letal y desestabilizadora del radicalismo islámico, indica una disminución de su amenaza, comparativamente con el periodo de auge de ISIS. Pero es imposible saber por ahora si esto es algo que se consolidará o si se trata tan sólo de un respiro temporal. Porque sus células siguen dispersas y a la espera de mejores tiempos para recuperar el terreno perdido.
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