¿Qué hacer para que los legisladores trabajen más?

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Una regla básica al diseñar instituciones es saber que no existen soluciones fáciles o que tengan efectos inmediatos. Lejos de ello, es necesario reconocer que la sociedad es contingente y que todo cambio no sólo será incierto, sino que arrojará efectos esperados e inesperados. Por lo tanto hay que desconfiar de oficio de toda propuesta que suene pragmática.

¿Que no sirven los plurinominales? Es cuestionable ese supuesto[1], pero eliminarlas de buenas a primeras le daría al PRI casi la mayoría calificada en el Congreso de la Unión e incluso la unanimidad en algunos congresos locales, además de enviar a sectores de la izquierda de regreso a la clandestinidad. ¿No trabajan? Como se vio en la entrega anterior, es más conveniente revisar sus incentivos y generar controles, en lugar de caer en las garras de la demagogia.


En breve, detrás de cada propuesta fácil hay algún acelerado que no tiene idea de qué efectos traería la idea que defiende –y que tal vez guardaría silencio si lo supiese. Lamentablemente este tipo de iniciativas venden más que una discusión fundamentada –incluso donde se esperaría que imperase más el sentido común, como en las iniciativas que presentan los legisladores. Por lo tanto, si queremos realmente hacer un cambio que mejore los procesos de toma de decisiones, estamos obligados a conocer de qué trata la política. Esa actitud marca la diferencia entre ser parte de una masa y convertirse en ciudadano.

Incluso es preciso saber, al momento de proponer una reforma que existe en otras partes, tener claro para qué sirve y para qué nunca servirá; con el fin de no generar expectativas que no corresponden a la realidad. En ese sentido es raro encontrar una iniciativa que, al ofrecer un cambio, asuma cuáles son los escenarios. Tal es el caso de una propuesta que presentó la diputada Ruth Zavaleta el 16 de octubre pasado, para ampliar los periodos de sesiones del Congreso[2].

De acuerdo con la iniciativa, en la mayor parte del mundo se concibe la actividad de los órganos legislativos como una actividad que se extiende por todo el año. Lo anterior no quiere decir que todos los días se reúnan en el pleno. Lejos de ello, si tienen un periodo de sesiones anual, pueden programar sus actividades de manera más eficaz e independiente del chantaje de grupos que tengan interés en no tratar un caso bajo la excusa de que el Congreso se encuentre en receso.

Por otra parte, expone la iniciativa, la existencia de periodos de sesiones operaba para un país con vías de comunicación lentas, donde tomaba semanas (y en tiempos de la Colonia, cuando las Cortes sesionaban en España, meses) desplazarse a la capital. Por eso desde el siglo XIX arrastramos un concepto que ya no corresponde con la realidad.

De acuerdo con los datos duros que expone el documento, hoy día el Congreso de la Unión se reúne durante siete meses al año y sesiona alrededor de 54 días. En términos comparados, tanto a nivel nacional como internacional, es muy poco tiempo.

Por ejemplo, el Congreso de Brasil sesiona 160 días, el de Chile 136, el de Estados Unidos 127 y el Parlamento del Reino Unido 142. Por otra parte casi todos los congresos locales se reúnen más tiempo que el nuestro: sólo el de Tabasco y la Asamblea Legislativa del Distrito Federal están por debajo de esta marca.

Sin embargo, antes de plantear una propuesta (la cual, tan sólo por el hecho de concebir el trabajo del Pleno como permanente, resulta popular para muchos) la iniciativa subraya que se debe tener claro para qué servirá y para qué nunca lo hará. En primer lugar, el Congreso no aprobaría necesariamente más iniciativas. Incluso si vemos la carga de trabajo a lo largo del año, la mayoría de los temas se desahogan en los últimos días del periodo de sesiones, justo antes del receso. En este sentido la ampliación de los tiempos para sesionar permitiría una mejor programación de los tiempos.

Otro argumento que se ha presentado para defender los periodos de sesiones actuales es que los diputados y senadores trabajan en sus distritos durante los recesos. Hay mucho que hacer en las comunidades, toda vez que las funciones de un legislador no se agotan en cuanto se realiza en San Lázaro o en Reforma. Sin embargo, los meses de inactividad se pierden para el trabajo de comisiones.

En cambio, prosigue la iniciativa, concebir un periodo amplio de trabajo permitiría que se programen las sesiones y las reuniones de comisión de acuerdo a la agenda a tratar, dejando el resto del tiempo a las actividades de base del legislador. Incluso en el Parlamento Europeo los trabajos se reparten a una semana en Pleno, otra en Comisiones y una más en los distritos de los eurodiputados.

El trabajo de un legislador no se puede medir por hora, pues obedece a muchas actividades y no todos tienen los mismos objetivos, ambiciones o funciones. Por ejemplo, no es lo mismo ser presidente de mesa directiva, embarcarse en la operación política al interior o entre grupos parlamentarios o atender las comisiones. Es decir, no existe un diputado o senador “estándar” sobre el cual medir su trabajo con indicadores previamente definidos.

Al contrario, una sesión continua permitiría al ciudadano acercarse al Congreso a lo largo del año y saber que su tema no va a esperar al momento en que vuelva a iniciar un periodo de actividades.

De esa forma, la iniciativa plantea que se amplíen las sesiones a 10 meses. Sólo habría un periodo de receso en verano, durante las campañas tanto federales como locales para que la agenda electoral no entorpezca las negociaciones; además de 15 días de vacaciones decembrinas.

¿Mejorará el trabajo en automático la iniciativa? A menos que comencemos a creer en magia o recurramos al mito de la “voluntad política”, eso no existe. Sin embargo, la reforma que se comenta aquí permitiría una operación más eficiente de nuestro órgano legislativo. Lo demás, como ocurre en todas las democracias, dependerá de nuestra capacidad para supervisar e intervenir en la toma de las decisiones públicas.


[1] Para un desarrollo más amplio sobre esta afirmación, ver:
http://www.gurupolitico.com/2011/04/la-reduccion-del-congreso-y-otras.html

[2] Se le puede consultar en:
http://gaceta.diputados.gob.mx/Gaceta/62/2012/oct/20121016-II.html#Iniciativa5

Acerca de Fernando Dworak

Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y Maestro en Estudios Legislativos en la Universidad de Hull, Reino Unido. Fue Secretario Técnico de la Comisión de Participación Ciudadana de la LVI Legislatura de la Cámara de Diputados (1994-1997). Durante los trabajos de la Comisión de Estudios para la Reforma del Estado, fue Secretario Técnico de la Mesa IV: “Régimen de gobierno y organización de los poderes públicos” (2000). En la administración pública federal, fue Director de Estudios Legislativos de la Secretaría de Gobernación (2002-2005). Ha impartido cátedra, seminarios y módulos en diversas instituciones académicas nacionales. Es Coordinador Académico del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa del ITAM. Es coordinador y coautor de El legislador a examen. El debate sobre la reelección legislativa en México (Fondo de Cultura Económica, 2003). En este momento, se encuentra realizando una investigación sobre las prerrogativas parlamentariasy e scribe artículos sobre política en diversos periódicos y revistas.

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