Sólo hay que saber llegar

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Creer que las cosas deben ser como las planeamos e intentar eliminar cualquier obstáculo que se interponga en el camino, puede llegar a ser tanto un pensamiento fuerte como débil. Fuerte, porque marca la tenacidad, perseverancia, constancia y voluntad de lograr las metas establecidas, siempre impulsadas por el deseo. Y para eso es preciso saber de dónde viene ese deseo, qué lo genera y por qué se aferra casi hasta la perpetuidad. Ese es un tema que veremos más adelante. También puede considerarse una característica de debilidad porque eliminar un obstáculo no es pasar por encima de él y atravesarlo, sino tener la facilidad de alisar el camino, tapar los baches, hacer desaparecer los topes y que el camino sea muy fácil para atravesar en él. ¿Acaso está mal hacer las cosas de la manera fácil? Si se tienen dos posibilidades, una fácil y una difícil, es lógico que optar por la más difícil es de tontos. No, eso no está mal. Lo que está mal es creer que el camino comienza cuando se cree estar alisando un camino.
La vida tiene un efecto de inercia en todo lo existente, ya sea abstracto, concreto, imaginario, celestial o terrenal. Las cosas son de una sola manera porque así fueron creadas, y cuando creamos estar alisando un camino que desde que el mundo existe es de tal manera, solamente lograremos percibir que logramos algo por un autoconsuelo. Esto es, al vernos haciendo algo de pesadas dimensiones y gran esfuerzo, nos convencemos a nosotros mismos que lo logramos, cuando realmente solamente hemos intentado lo que es imposible lograr.
Entonces:
1) Creer que el camino comienza cuando lo empezamos a alisar, es un error. El camino comienza cuando comenzamos a caminar, y,
2) convencerse por sentir placer de haber hecho algo a sabiendas que es evidente que no se hizo nada, máxime si es algo imposible de lograr por la inercia que hemos mencionado, es ser tonto a propósito.
Muchas ideologías modernas están en esos dos caminos. No llegan a nada porque no transitan por el sendero que llega al rumbo donde el destino nos espera ansiosos para ofrecernos aquello que está provisto para nosotros.
La felicidad no es una manguera que salpica y cada persona está quieta en un lugar y hay quienes se empapan y otros apenas reciben unas gotas, y los menos afortunados no reciben nada. La felicidad es una vasija sin fin puesta en determinado lugar que hay que ir hacia ella y todos tienen la misma posibilidad de encontrarla. Porque esa vasija es uno mismo.
La humanidad moderna cree que ir hacia la felicidad es ser feliz cuando realmente no hay que ir a ningún lado. Además que ir no es la felicidad. La felicidad es la vasija y lo que lleves de ella. Ir no es más que creer que se está allanando un camino que nunca será allanado.
¿Entonces debemos dejar los obstáculos? Por supuesto que no. Pero debemos saber qué son obstáculos y qué son parte del camino.
Para comenzar a responder debemos analizar el tiempo. ¿Por qué pretendemos tal cosa y no nos esperamos muchos años para empezar a pretender? ¿Por qué nos complicamos la vida buscando por años lo que disfrutaremos poco tiempo? Porque creemos que el disfrute más grande es buscarlo que obtenerlo. Esto traerá una consecuencia fatal: una vez encontrado dejaremos de ser “felices” porque la felicidad la hicimos depender más de la búsqueda que del encuentro. Si buscar es ser feliz, encontrar es dejar de serlo.
Hacer las cosas con rapidez no es tener prisa y ser rápido, sino no distraerse en otros asuntos no correspondientes a la misión proyectada.
La vida es un segmento de tiempo entre el nacimiento y la muerte, sabemos que es así y tiene un límite. Pero una cosa es la vida y otra cosa es vivir.
Vivir es un verbo más, tal como amasar, caminar, sembrar, correr, permanecer, establecer, sonreír, freír, parir…
Los verbos son palabras que representan acciones corporales o sentimentales, no son cosas que suceden sin que alguien cometa una acción. Lo mismo sucede con vivir. Vivir es un verbo y no puede ser algo que suceda sin que se cometa una acción. No es solamente un segmento de tiempo involuntario que sucede entre el nacimiento y la muerte y listo. Eso es algo llamado vida, pero eso no es vivir. Para realizar la acción de vivir se debe sentir la vida de manera voluntaria. Lo contrario no es vivir, es simplemente algo llamado vida que pasa de la misma manera que una paloma vuela a miles de kilómetros de distancia sin que nos enteremos. Lo mismo con respirar. La yoga establece la respiración como el acto principal para alcanzar la concentración como medio hacia la paz interior, y en adelante muchas cosas más. La yoga no te pide que hagas algo que harás de todos modos sin que te lo pidan, sino que te exige que respires de manera consciente, que sientas el aire fresco penetrar por tus fosas nasales y sentir como va recorriendo cada parte de tu cuerpo, cada milímetro, y luego exhalar de la misma manera, sintiendo cada partícula de oxígeno como va recorriendo milímetro a milímetro cada célula dejando frescura y abandonando toxinas. Realmente eso hacemos todo el tiempo desde que nacemos hasta la muerte, pero pocas veces tomamos consciencia de eso. Pues eso es respirar con consciencia, y eso debe ser vivir. Vivir es un acto, una acción que debe ser ejercida con consciencia. La vida se debe palpar, accionar, ver, sentir, tocar, respirar, percibir, oler, oír. Transcurrir en medio de una selva es una aventura que conviene estar preparado para no pisar zonas peligrosas, para apartar algunos arbustos, etc. Eso es la vida. Muchos viven la vida como si fueran estatuas llevadas encima de una banda que nos transporta, cual maleta de aeropuerto pasando por las cortinas. No, la vida no nos lleva a ningún lado. La banda transportadora de la vida somos nosotros. Nosotros tenemos que llevar la vida como una mochila llena de herramientas. La vida es muy diferente a vivir. Vivir es una acción, la vida es una banda.

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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