Fue allá en mis mocedades que conocí a Guillermo Carbajal.
Ebanista y fabricante de muebles, me asocié con el en su taller.
Yo vendía y el fabricaba ese fue el trato…
Seria una de las experiencias mas enriquecedoras de mi vida.
Entonces teníamos un insuperable problema: los ebanistas contratados estaban todos a destajo, la hora de la entrada al taller debía ser a las 9 am.
Horario que nadie respetaba:
Los lunes de cada semana casi nadie llegaba a trabajar y los que llegaban se iban a eso de las
12 pm. a más tardar, el taller era un desierto.
Los martes se presentaban muchos, pero no todos…
Los miércoles ya todos trabajaban normalmente; cada uno en su destajo…
No me olvido de Rafael y su grupo de trabajadores.
Después de cobrar su raya el sábado por la tarde se iba; y entre parranda y no, se presentaba al trabajo hasta el jueves muy temprano.
Al verlo mi socio simplemente movía negativamente la cabeza en son de reproche.
– ¿Otra vez Rafael? le reprendía.
– Aquí estoy ya maestro, contestaba a veces sonriente…
– ¿Que me toca hacer?, maestro.
Se le asignaba su destajo.
Rafael fue el destajista que mas dinero ganaba de todo el taller…
El viernes en la mañana Rafael le decía a mi socio:
– ¿Dn. Guillermo me puedo quedar a velar?
– Si, si quieres.
Rafael y su gente se quedaban trabajando toda la noche del viernes y hasta el sábado a las 2 pm.
Sus resultados en su producción siempre nos asombraban, lograba producir casi siempre más allá de lo esperado…
Era el destajista más productivo de todo el taller.
Hoy al recordar ese episodio de mi vida me alcanza la reflexión.
¡No siempre el que mas horas trabaja es que más produce!
Vale la pena pensarlo…
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