Una reacción personal ante el controversial poema del escritor Günter Grass

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Estoy seguro que el país que no mata a sus homosexuales en plazas públicas, que no exige a sus mujeres esconderse bajo burkas ni pelucas, que cambia su gobierno cada cuatro años, que no amenaza con desaparecer a otro país ni a otra nación del mapa; un país que como todos tiene sus problemas más allá de cualquier justificación ideológica, es una amenaza a la paz mundial.

Europa no tiene memoria histórica, o como sugiere una conocida de Nueva York, lo que quizá tiene la gente es memoria selectiva y recuerda lo que más conviene según la situación. Si Grass no hubiese sido sesgadamente selectivo, hubiera escrito un poema de como Irán financia la perpetración de la masacre que Bashar Al-Assad hace del pueblo sirio, masacre de gente con valores como los tuyos y los míos. Las sanciones a Irán van más allá de Israel y no existen por inventos o sugestiones del occidente. Günter Grass es un autor aburrido que quiere regresar a ser el centro de atención no solo del mundo literario, sino también político, sin olvidar nunca los beneficios económicos que existen cuando uno está en la posición de decidir algo. Probablemente gane algo de las traducciones de su poema poco constructivo, un autor que en su autobiografía “El Tambor de Hojalata”, de alrededor de 700 páginas, no nos cuenta de su servicio en las Waffen. Tras haber apenas revelado en 2006 su antecedente de conscripción en el ejército Nazi, ahora rebota su culpa contra quienes él mismo, con sus propias acciones, ayudó a los fines expansionistas, asesinos, xenofóbicos y racistas de Hitler. Probablemente se necesite hacer un llamado a la Razón, explicar al mundo con peras y manzanas cómo es que una persona con un antecedente de ese tipo puede dar una opinión libre de sesgo.




Una conocida, hablando del asunto, comentó en apoyo a Grass que no hay que confundir las cosas, que él ganó la guerra mediática y que es más bien un polemista. Me recordó algo: muchos “progresistas”, y escojo ponerlo entre comillas no porque no se deba ser progresista, sino porque el progreso de ninguna sociedad debe estar basado en la cáscara con la que nos estimula la guerra mediática. En cuanto a la polémica suscitada, no se trata de una sana, se trata de una “bomba polémica” que genera reacciones adversas, impulsivas, primitivas y destructivas en el tejido social global. Lamento que haya manchado el nombre del arte, cuyos objetivos son totalmente contrarios.

También reflexioné solo un poco acerca del concepto de “ganar” como mi conocida lo propone.

Hitler ganó las elecciones que lo subieron al poder (y destruyó Europa); Franco ganó la guerra en España (y destruyó España); Chávez ganó las elecciones por primera vez en Venezuela (y hasta quién sabe cuando); Assad va “ganando” en su guerra contra su pueblo (desmembrándolo); la Revolución bolchevique destruyó a los Zares, pero luego Stalin le “ganó” a Trotsky (asesinándolo) para luego masacrar y oprimir a su pueblo. Álvaro Obregón y Venustiano Carranza lucharon separadamente de Emiliano Zapata y Pancho Villa, los dos bandos querían “ganarle al gobierno”, el triunfo de la Revolución Mexicana, pero después de “ganar” la guerra, Obregón y Carranza “ganaron” el gobierno sobre los cadáveres de Zapata y de Villa, y digo cadáveres porque fueron asesinados. Así que no te engañes por quién “gana”, ganar es lo de menos, como te podrás dar cuenta un buen número de ganadores ganan para ellos solos. Vivimos en un mundo en el que, por ejemplo, unos cuantos “le ganan” a las masas sin importar implicaciones éticas y morales.
En este caso, el hecho de que Grass haya “ganado”, de que la gente haya permitido que ese poema les entre en la cabeza y los convenza de aberraciones, solo demuestra que Europa sigue siendo profundamente antisemita y ahora su culpa por el trato milenario del pueblo judío se convierte en una nueva agresión. No es de sorprenderse, Europa sigue siendo (y con elementos como Grass, seguirá siendo por siempre) un continente xenofóbico, sesgado y agresivo con sus minorías. No olvidemos la expulsión reciente de gitanos en Francia, la discriminación a norafricanos y turcos proveniente de una falla de los gobiernos en fijarse bien quién debe ser el perseguido (militantes islamistas – con quienes ya vivieron interesantes experiencias o neonazis asesinos).

La realidad existe, y en la “realidad alterna de mucha gente”, nadie critica a Irán con sus atropellos dentro y fuera de su territorio, ni a Siria, Yemen y tantos otros países azotdos por dictaduras tribales. En esa “realidad”, la gente fija la vista en Israel no por antisionistas, como suelen justificar, sino por antisemitas: ese sesgo de “fijar la mirada” en Israel y concebirlo como la fuente de los males que aquejan al planeta se llama antisemitismo. Grass sacó la carta de lo obviado: que lo acusen de antisemita. Pues sí, es precisamente lo que es, cae en ese sesgo en el que se disfraza al antiguo y profundo antisemitismo de “críticas exclusivas” a las figuras de la política israelí: a todos les ha tocado más allá de si lo merecen o no, más allá de cualquier postura ideológica, ¡Qué coincidencia!

En la “realidad real”, Ahmadinejad también “ganó” las elecciones en Irán y se dedica a atropellar a quien disida de la shari’ya y de sus políticas en general.

Así que no hay que quedar con la idea de que ganar es lo importante. A veces, como esta, el hecho de que alguien “gane” algo, solo es un espejismo del grado y potencial de la inherente falta de juicio humana y de cuánto puede uno estar desconectado de la realidad.



Es importante por un momento dejar de lado las dimensiones políticas o sociológicas del asunto. El poeta es un artista, se ocupa de generar arte, en este caso, con las palabras, su ritmo, cadencia y simbología. El poeta y el artista en general son transgresores: eso es el arte, un acto transgresor ya que no hay sistema ni régimen político que lo filtre o censure (en países libres, claramente no en Irán). El arte es una de las expresiones, si no es que la más, de los más altos valores de una cultura. La cultura es capacidad del hombre, en su máxima expresión, de vivir en comunidad, de generar tejido social, de descubrir, de crear conocimientos, lenguas.
Este poema me recuerda un poco a los “Cantos a Stalingrado” de Pablo Neruda. Bastaría con que Neruda hubiese tenido la oportunidad de ver un gulag con sus propios ojos para retractarse de idealizar a un dictador asesino y opresor como Stalin. 
El poema de Grass, lejos de ser arte en el sentido arriba descrito, es un tipo de provocación, que nada da de constructivo a un conflicto verdaderamente serio que no es entre Israel e Irán, sino entre Irán y el Occidente, del que su país, que él critica por apoyar a Israel, es parte.

Lo veo así de fácil: para un tango, hay dos. En este tango está Irán y está Israel (y los gobiernos de Occidente, claro) y solo partiendo de esa premisa se puede proponer algo CONSTRUCTIVO para la resolución de un conflicto que podría derivar en situaciones que, estoy seguro, preferiríamos no ver.

No hay que culpar a un lado o a otro, como Grass bien lo hace en el poema, sino exigir, ya sea por medio del arte o de cualquier mecanismo efectivo, que todos bajen las armas, no solo Irán y el Occidente, sino también que las masas en general bajen sus armas y se dejen de apuntar mutuamente.

*Para leer las distintas opiniones ante el controversial poema del escritor Günter Grass, oprima aquí.

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