Siempre deseamos que nadie querido tenga que pasar por una emergencia o que se vea en una situación de inseguridad. Pero si llega a ocurrir, ocurrirnos, no podría haber nada peor que no conseguir ayuda rápidamente, sobre todo de nuestras autoridades.
Para eso están, en México y en el mundo, los números de emergencia y de denuncia que debemos tener a la mano y conocer bien cómo nos auxilian para acudir al correcto, porque tratar de buscar resolver un problema en el lugar inadecuado solo nos hace perder tiempo valioso.
El número más conocido por todas y todos es el 911, en el que podemos reportar emergencias de cuatro tipos: médicas (accidentes viales, infartos, trabajo de parto, envenenamiento); de protección civil (incendios, derrumbes, explosiones), de seguridad (delitos en flagrancia o que tenemos información al respecto) y de servicios públicos (asistencia social, baches, mal drenaje, cortocircuitos).
Aunque el 911 ha reducido significativamente las llamadas falsas o de broma en estos cinco años, éstas siguen ocurriendo. Aquí es donde todos somos corresponsables y tenemos que usar bien los números de emergencia. Por muchas líneas y operadores que estén las 24 horas del día, los siete días de la semana, la afluencia de llamadas reales se junta con las que no lo son y eso puede saturar justo la que necesitamos para recibir asistencia.
A nivel internacional, todos los números de emergencia libran una batalla cotidiana para disminuir las llamadas falsas. Dependiendo del país, y de la sociedad de ese momento, éstas pueden crecer como una forma de desquite hacia las mismas autoridades; pero socialmente eso ha sido siempre una equivocación por el simple hecho de que el resultado de este bloqueo perjudica a la misma ciudadanía.
Eso por lo que se refiere a las emergencias; sin embargo, tenemos otros números de ayuda. El 089 es una herramienta útil y eficaz para denunciar casos de extorsión, secuestro, venta de estupefacientes, trata de personas, tráfico de armas, robo de combustible, fosas clandestinas, entre otros delitos de alto impacto social. El principio ciudadano aquí es muy claro: si sabemos o hemos visto algo, tenemos la obligación civil de denunciar. Este número recibe información de manera segura, confidencial y anónima para contribuir con el inicio de investigaciones, o la continuidad de muchas, que están relacionados con crímenes que nos lastiman como sociedad. En la mayoría de los que he listado se registran reducciones muy importantes y uno de los elementos que lo explica es el aumento en la confianza en estas vías de comunicación con las autoridades. Incluso hay una aplicación móvil para descargarla y emplearla en tiempo real en cualquier sistema operativo de telefonía celular.
Adicional a estos dos números, contamos además con el 088. Aquí podemos denunciar todo tipo de delitos cibernéticos. Hackeos, transmisión de virus informáticos, fraudes en línea, robo de identidad, chantaje en línea, entre varios modus operandi que se han extendido por correo electrónico, mensajería instantánea y aplicaciones. Entre más información aportamos sobre estos delitos, tenemos más posibilidades de defendernos y de involucrar a las autoridades responsables para no solo disminuirlos, sino para perseguir a los presuntos responsables y aplicar la ley.
Usar bien estos números es un trabajo coordinado entre ciudadanía y autoridades. No lograrlo solo ayuda a la delincuencia a gozar de impunidad. Mujeres y hombres capacitados para atender estas líneas y actuar en segundos están a disposición de cualquier persona que los necesite. Impedir su trabajo por una mala broma o actitud es incumplir con un principio de corresponsabilidad sobre el que se fundamenta lo que debemos hacer si queremos vivir en paz y con tranquilidad.
El primer paso es identificar bien cada número y saber con precisión qué se puede informar en éste. Después es evitar, con educación en casa y en nuestro entorno inmediato, un uso incorrecto. Y esto también representa confiar en la eficiencia de estas líneas y en el profesionalismo, que me consta, de las personas que trabajan en ellas para ayudar.
En una etapa profesional tuve la oportunidad de conducir, con un gran equipo de profesionales, una línea de atención ciudadana en la capital del país, que tuvo un impacto muy importante para apoyar víctimas de delitos y asistir a personas en diferentes problemas sociales. Años más tarde, pude desarrollar con otro grupo de mujeres y hombres comprometidos una línea de atención para casos de suicidio que ganó prestigio nacional e internacional. En ambos casos, el denominador común es la confianza y el convencimiento de que ciudadanos y buenas autoridades pueden resolver cualquier problema que se presente por difícil que sea. Pero la clave es actuar de manera correcta y oportuna.
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