Los judíos de Nigeria, atrapados en una nueva guerra separatista

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El sonido de los pasos de Ima Nwachukwu rompen el solemne silencio, mientras la rabina de 49 años camina entre los feligreses vestidos de blanco y cubiertos con talits y kipot en la sinagoga de Port Harcourt, la tercera mayor ciudad de Nigeria. “Recuerden que no somos los únicos perseguidos. Los judíos de todo el mundo lo son”, les dice. Ella se inclina ante una estrella de David que está rodeada de una orla de luz azul, al final de un largo sermón en que se mezclan la política, la persecución y la purificación.

Es un sermón centrado en una batalla por la supervivencia que enfrenta la pequeña pero rápidamente creciente comunidad judía de Nigeria. El país más poblado de África ha visto duplicarse el número de judíos durante los últimos cinco años, para llegar a un estimado de 10.000. La cantidad de sinagogas también se ha duplicado en este período, al pasar de menos de diez a unas 20. Pero en este momento esa comunidad se ve cada vez más atrapada en la violenta batalla entre las autoridades y el revivido movimiento secesionista que busca la creación de Biafra, país que existió brevemente como nación separada en la década de 1960.

Feligreses igbo en una sinagoga de la ciudad de Port Harcourt.

El Pueblo Indígena de Biafra (IPOB por sus siglas en inglés), sucesor de la campaña original, es dirigido por Nnamdi Kanu, activista político británico-nigeriano que es judío. La mayoría de los judíos de Nigeria provienen el sureste del país, que también es el centro del IPOB. En su mayoría pertenecen al grupo étnico igbo, el tercero más grande de Nigeria, que ha sido la base de la campaña separatista desde hace medio siglo.


Los judíos se han unido a marchas pacíficas a favor de crear el nuevo Estado; y aunque el IPOB no vincula directamente sus exigencias al judaísmo, Kanu reapareció en Israel a finales de 2018, un año después de asumir la clandestinidad cuando el gobierno allanó su casa. Todo esto ha creado el escenario para un creciente número de ataques gubernamentales contra la comunidad judía y sus lugares de oración. Más de 50 judíos fueron arrestados en diciembre en el estado sudoriental de Abia, tras manifestarse por la independencia de Biafra. En enero de este año, la policía invadió una sinagoga de esa provincia y arrestó a dos personas por su presunta relación con IPOB; según los preocupados feligreses, los funcionarios también se llevaron el rollo la Torá. Otro templo fue allanado en febrero. En 2016, una investigación de Amnistía Internacional mostró que las fuerzas nigerianas habían asesinado a más de 150 activistas pro-Biafra ese año.

Las autoridades niegan cualquier persecución de tipo religioso e insisten en que solo tienen como objetivo un grupo terrorista, el IPOB. Pero al menos 28 judíos estuvieron entre los asesinados en 2016, algunos de ellos secuestrados, o tiroteados, en sinagogas y en la casa de Kanu. Las paredes del templo de Nwachukwu están llenas de agujeros de balas, y la creciente violencia contra los judíos podría tener un efecto disuasivo en el incremento de esa comunidad en Nigeria, como temen algunos de sus líderes. “La sinagoga es uno de los lugares más peligrosos para estar”, dice Yermiahu Chukwukadibi, profesor de hebreo y rabino que lidera una sinagoga en Port Harcourt. “La gente teme identificarse con los judíos a causa de la persecución”.

Joven igbo en oración.

Origen controversial

El origen de los judíos de Nigeria es motivo de discusión. Muchos miembros de esa comunidad creen que son descendientes de una de las “tribus perdidas”. Según varios historiadores, antiguas escrituras judías sugieren que las comunidades del norte de África podrían haberse dispersado hacia el oeste del continente y Nigeria hace varios siglos. “No somos judíos por adopción”, dice Abah Enage, cuentacuentos que es ampliamente considerado el custodio de la tradición judía en Nigeria. Muchos igbos no judíos piensan que sus ancestros también eran judíos pero fueron convertidos al Cristianismo durante el período colonial británico.

Otros están en desacuerdo, y proponen que el judaísmo en Nigeria es un fenómeno relativamente reciente, del siglo XX. Paul Obi-Ani, profesor de Historia en la Universidad de Nigeria de la ciudad de Nsukka que pertenece a la etnia igbo, afirma que los judíos igbo comparten “semejanzas culturales” con los antiguos israelitas, pero que existe “poca evidencia histórica sustentada” de la existencia de vínculos de larga data.

En enero de este año, la policía invadió una sinagoga de la provincia de Abia y arrestó a dos personas por su presunta relación con el movimiento separatista de Biafra; según los preocupados feligreses, los funcionarios también se llevaron el rollo la Torá

En lo que sí existe unanimidad es en la rápida expansión de esa comunidad en años recientes, y en que ese crecimiento y el del movimiento biafrano se han retroalimentado uno al otro. Kanu es un judío abiertamente practicante, lo que muestra en sus intervenciones, discursos y rezos públicos. Ese hecho, combinado con la percepción  de que recibe ayuda de Israel —país que no apoya públicamente al IPOB pero tampoco ha prohibido a Kanu permanecer en el país como exiliado— han ayudado a impulsar la popularidad del judaísmo en la comunidad igbo, en un momento en que el movimiento pro-Biafra ha vuelto a desarrollarse. Ima Nwachukwu, de hecho, solicita ayuda al primer ministro Benjamín Netanyahu ante las autoridades nigerianas. “Él es nuestro líder”, dice. “No le dejen olvidar las semillas de su pueblo en la diáspora. Algún día retornaremos a Jerusalén, nuestra tierra”.

La camaradería que nace de un sentido compartido de persecución con los judíos —a lo largo de la historia, y no solo en Nigeria— también hace que sea una religión atractiva entre muchos igbo que luchan por su propia tierra, opinan algunos analistas. “Cuando se persigue a las minorías, se les da la oportunidad de crecer, ser conocidas y atraer simpatías”, dice Chikodiri Nwangwu, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Nigeria en Nsukka. Los judíos de su país, opina, “son ciudadanos de Nigeria y merecen plenos derechos para practicar su fe”.

Miembros de la comunidad comparten matzá durante la festividad de Pésaj.

Hasta ahora, las autoridades nigerianas no han mostrado señales de cambiar de actitud. De hecho, los líderes comunitarios judíos dicen que los ataques han venido empeorando, lo que se percibe sobre todo desde que el presidente estadounidense Donald Trump mudó su embajada a Jerusalén en 2018. Además, ahora las autorizaciones para protestas pacíficas están siendo negadas. Los funcionarios gubernamentales señalan que quieren evitar choques violentos, pero los críticos dicen que es una forma de impedir que los judíos ventilen públicamente sus preocupaciones.

De cualquier manera, esas preocupaciones persisten mientras los judíos de Nigeria están en la mira de un gobierno que lucha contra el movimiento separatista.

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