A mediados del siglo XX la ciudad de México, y en general el país completo era un ejemplo de civilidad. Recuerdo que cuando yo era un estudiante de primaria no cerrábamos la puerta de entrada a la casa y nunca teníamos que lamentar incidente alguno. Yo dejaba mi bicicleta en el patio de la casa, a la vista de todo mundo y siempre la encontré intacta.
Lamento encontrar que el siglo XXI parece haber sido el punto de partida del crimen que hoy todos estamos sufriendo. Del diario leemos en los medios de comunicación que en alguna zona de nuestra ciudad, o de nuestro país, aparecieron “ejecutados” y hasta decapitados en un número creciente de personas, y que hubieron grandes robos efectuados por pandillas que normalmente no fueron capturadas. Desde luego que la policía está en complicidad con dichas bandas, y esto es generalmente conocido por la población quien ha perdido la confianza en ese cuerpo de vigilancia y del orden público. Y es obvio, que no existe autoridad alguna que imponga disciplina a estos cuerpos de vigilancia y orden.
Las autoridades superiores están igualmente corruptas, pues los miembros del poder legislativo normalmente ni siquiera conocen de leyes y solamente buscan su propio beneficio. Es triste ver como los legisladores en los que el pueblo deposita su confianza sin que ellos respondan a las necesidades de la nación y defrauden al pueblo que depositó su confianza en ellos. Es triste ver en la televisión el ausentismo de esos “delegados” que asisten únicamente para visitarse y dormirse una siesta en el sillón de la sala de cabildos.
No se hasta que punto puede uno criticar esta falta de responsabilidad, pues habrá de recordar que la tripulación del conquistador Hernán Cortés estaba compuesta por delincuentes, ladrones y criminales en su mayoría, que llegaron a estas tierras exclusivamente para saquearlas y esclavizar a su pueblo. De allí parte que nazca la raza mestiza que forma hoy día la mayoría de la población mexicana, habiendo heredado sus costumbres buenas y malas. Aparentemente han dominado las malas, pues hoy día el pueblo generalmente es flojo y prefiere nutrirse del trabajo ajeno.
Es inconcebible que una nación tan rica como la nuestra en materia prima y recursos naturales esté sujeta a “sindicatos” explotadores en deprimente y perjuicio del pueblo, como lo son el petróleo, el de la corriente eléctrica, etc. que a través de la historia solamente han servido para enriquecer a sus líderes. Y es curioso que el mayor explotador del pueblo sea su propio gobierno. Alguien me comentó como es que decimos que México es un país pobre si los gobernantes tienen sueldos y prestaciones mayores a los de sus contrapartes extranjeras.
Pero bien, aquí nos tocó vivir; bien dice el dicho que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y ni manera. Posiblemente algún día tengamos gobernantes patrióticos, que no solamente hablan bonito de lo que debemos hacer, sin hacer nada.
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