Y de pronto… muchas cosas se acomodan. Un día amanece como cualquier otro, la rutina empieza igual, y como remolino, empiezan a suceder cosas sin explicación, sin respuesta….y como si encontráramos de pronto la pieza que faltaba para que se resolviera un rompecabezas entero, muchas cosas vienen una tras otra, y comienzan a acomodarse. No tenemos explicación, no las hemos buscado, ni siquiera las hemos considerado. Simplemente comienzan a pasar, se dan.
Sentimos una chispa dentro, una especie de energía, algo que nos impulsa y nos mueve. Puertas que ni habíamos visto, se abren. O llegan de la nada ofertas que nos cambian la perspectiva. O tal vez oportunidades que puedan ser determinantes para un futuro; quizás una simple palabra que nos acerque a otra persona; o un reencuentro. O un logro que no esperábamos tener.
Todo pasa tan rápido, que no nos da ni tiempo de reflexionar y considerar por qué está sucediendo todo esto. Qué es lo que detonó esos cambios, o qué hicimos diferente. Qué atrajo el cambio. Nos llama la atención, nos hace reflexionar…. Pero nos llena de fuerza y nos impulsa a seguir, a caminar con más velocidad, a querer comernos el mundo, a levantarnos sonriendo, y a llegar a esas metas que creímos que nunca podríamos alcanzar.
De pronto, consideramos terminar proyectos, inventamos cosas nuevas, hacemos cosas que no sentíamos ánimos de realizar. No nos detenemos a pensar por qué lo hacemos, ni qué nos lleva a ello. Nos entregamos con pasión, con todo nuestro ser. Dejamos atrás el pesar y el lastre, y vemos las mismas cosas, tenemos tal vez la misma rutina, pero todo tiene otra luz, otro brillo, otra tonalidad. Algo en nuestro interior nos anima, nos impulsa, nos dice que la lucha ha valido la pena, que estamos viendo los frutos de tanto esfuerzo, que las cosas sí suceden, si llegan, y sobre todo, que sí podemos, que sí nos las merecemos.
Los últimos meses atravesé una fuerte etapa de introspección e inmersión total. Me dejé sumergir en un mar de incertidumbre y me entregué al abandono y a la autocompasión. Y permití que la tristeza invadiera mis días y mis noches, me aferré al dolor, lo hice parte de mi. Dejé que aflorara toda la angustia que tenía guardada, y aprendí a vivir con ella, como si fuera parte de mi ser. En cierto aspecto, me fui. Me fui a una especie de viaje, a un letargo de sentimientos y acciones en las que no pasaba nada, no se concretaban proyectos, no sucedía nada importante.
Pero poco a poco, me di cuenta de que no tiene sentido. De que eso no es lo que quiero para mi. Que quiero crecer, que deseo aprender. Muchas cosas. Deseo saber quién soy, qué quiero, y hasta dónde voy a llegar. Levanté la vista, y me dejé acompañar por quienes me tendieron la mano y me abrieron su corazón. Por quienes realmente quieren estar y vivir conmigo en esta aventura.
Ha sido tiempo de ver en donde estoy parada, qué estoy haciendo, y hacia dónde quiero ir. Ha sido tiempo de mucha reflexión, de sentir intensamente, de pensar constantemente. Hoy estoy de pie, entendiendo, aprendiendo, caminando, sintiendo, viviendo. He modificado patrones y rutinas, y estoy aprendiendo.
Mi andar se ha cruzado nuevamente con algunos caminos del pasado, y hemos retomado el viaje en conjunto. He optado por cerrar algunos círculos que causaban demasiado dolor, o que ya no podían dar más…. y aquí estoy. Viendo, observando, caminando. En cierto sentido, he regresado.
Hoy las piezas del rompecabezas se han acomodado… y de pronto… he comenzado a sentir.
Artículos Relacionados: