Las principales razones que han vaciado a la democracia mexicana y la han convertido en un cascarón vacío son la falta alternancia entre proyectos de desarrollo para el país, la captura del Estado y la violencia. Como si sólo hubiera una ruta, una política pública, una orientación económica, México ha seguido las recetas de estabilidad macroeconómica y ha sacrificado todo lo demás. Tenemos un modelo económico que no resuelve, no genera suficientes empleos, excluye a millones de ciudadanos jóvenes y los manda a la informalidad, a la migración o al crimen organizado. Esta falta de opciones se debe a una operación política para que no haya alternancia en el modelo de desarrollo, como sucedió en el 2006. En México sólo ha gobernado la derecha, por eso nuestra democracia no se ha podido consolidar. Por eso dicen que la transición democrática es hemipléjica, porque sólo mira hacia la derecha.
Varios de los nudos que tienen atorado el desarrollo del país apuntan hacia la monopolización que se tiene en importantes zonas de la vida pública, a tal grado que tenemos un Estado capturado por los intereses. Los últimos gobiernos no han mostrado ninguna voluntad política para cambiar esta situación. Se han acomodado entre los intereses. La partidocracia ha perdido rumbo y sensibilidad, encerrada en sus propios privilegios, ha sido incapaz de romper con los intereses monopólicos para regularlos, simplemente navega entre ellos.
Hoy las campanas anuncian otra sucesión presidencial y las fuerzas políticas se alistan para contender. El viejo partido piensa que su regreso a Los Pinos está garantizado, pero en realidad no se sabe muy bien por qué razón. La derecha panista está entrampada en una mala estrategia de “guerra” contra el narco, además de su limitación ideológica que la lleva a mantener la receta del consenso de Washington como eje de su política económica. La izquierda perredista está fracturada en dos bandos, no ha podido formar un consenso amplio, está confundida entre tácticas y estrategias y, a pesar de ser la única opción para un cambio de rumbo, tiene instrumentos partidistas deficientes para ganar las elecciones del 2012.
La parafernalia electoral ocupa el espacio público e impide el debate sobre los proyectos de futuro para el país. El PRI, el mismo de siempre, prepara una maquinaria para consolidar a México como un país de clientelas, intercambio de bienes y favores por votos. En un país con tanta pobreza, con un débil Estado de derecho y plagado de corrupción, el PRI encaja de forma perfecta para que las cosas sigan igual y los intereses monopólicos no se preocupen por algún cambio. El PAN ya va para dos sexenios de gobierno. Tuvo su oportunidad. La primera vez llegó con gran legitimidad, la segunda fue a patadas y prisionero de alianzas vergonzantes que lo llevaron a formar una coalición de gobierno sin capacidad para regular los grandes intereses monopólicos. La decepción que han generado los dos gobiernos panistas y sus limitados resultados le complican un tercer sexenio en la presidencia. El PRD, desde la derrota de 2006, no ha encontrado el rumbo y a pesar de pagar enormes costos en su imagen, que lo han hecho perder millones de votos, apuesta su próxima batalla a conservar el gobierno de la ciudad de México y a que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) lo pueda sacar a flote.
Pero el vaciamiento de proyectos que se han cambiado por spots ha llenado el espacio público de violencia y de agresiones a la sociedad. Cada vez que alguien pierde la vida a manos de la delincuencia organizada hay una derrota de la autoridad, incapaz de protegernos a los ciudadanos. El asesinato de Juan Francisco Sicilia y de un grupo de jóvenes es una tragedia que vuelve a agraviar a la sociedad. La sentencia de Alejandro Martí se vuelve a escuchar: “si no pueden, renuncien”. Ahora el padre de Juan Francisco escribe una carta abierta a políticos y criminales con la sentencia de: “Estamos hasta la ma&#e…” (Proceso, 1796). La violencia ha terminado por vaciar a la democracia, porque como dice Sicilia en su carta: “Estamos hasta la madre de ustedes, políticos (…), porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida (…) han sido incapaces -a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder- de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida”. Creo que muy pocos no firmarían esta sentencia.
México se acerca otra vez al ciclo de la sucesión presidencial, pero esta vez con una democracia endeble, una clase política incapaz, un Estado capturado y con sociedad que se encuentra “hasta la ma&#e”…
*Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).
Fuente: ElUniversal.com.mx
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