En septiembre de 1943, se abrió en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Fe el segundo Salón Litoral del Litoral. En ese marco, junto a artistas de la talla de Juan Grela, Ricardo Supisiche y Gustavo Cochet, estuvo presente con sus trabajos el pintor y dibujante Manuel Eichelbaum. “Logra un color cálido, vibrante, y rodea sus paisajes de una atmósfera lírica”, expresó este diario en su crónica publicada el día 25 de septiembre, al referirse a este artista como uno de los destacados dentro de la muestra.
Eichelbaum había nacido en la colonia judía Domínguez, en el corazón de la provincia de Entre Ríos, en 1895. El pueblo se había fundado apenas un lustro antes, al calor del avance de los ferrocarriles por el interior argentino. Tras su llegada a la ciudad de Buenos Aires, Manuel no solo llegó a convertirse en un pintor y dibujante admirado, sino también en un ilustrador que dejó su propia marca en la cultura visual argentina.
Entre los aspectos que definen la trayectoria de Eichelbaum, se destaca la relación con la literatura y la intelectualidad de su tiempo. Su condición de hermano mayor del dramaturgo Samuel Eichelbaum, lo incluyó en los círculos culturales desde su juventud. El café Bar Internacional, en la intersección de Pasteur y Corrientes, se convirtió en un punto de encuentro para la bohemia judía porteña, donde figuras como César Tiempo, Jorge Luis Borges y Alberto Gerchunoff compartían ideas y sueños.
Es en este contexto donde floreció la amistad entre Manuel y César Tiempo, una relación que trascendió lo personal para adquirir relevancia en la historia del arte argentino. Eichelbaum ilustró obras literarias tanto de Borges como de Tiempo, entre otros, demostrando así su capacidad para llevar el sentido de las palabras hacia el terreno de las imágenes. Una de las piezas surgidas de esta colaboración fue el retrato titulado “César Tiempo en el barrio judío”, una obra que refleja la profundidad del vínculo entre el artista y su amigo. Tiempo, orgulloso, exhibía esta obra en su hogar, testimoniando así la complicidad artística entre ambos.
Distintas facetas
Pero el aporte de Eichelbaum al arte fue más allá: su agudeza se manifestó en el humor y la crítica social. Así, en la década de 1930, Eichelbaum caricaturizó con ironía, en la Revista Máscaras, la estructura repetitiva de los sainetes en un dibujo publicado en la revista Máscaras, lo que pone en evidencia su perspicacia para comprender la realidad cultural de su época.
A lo largo de su vida, expuso en diferentes espacios. Estuvo presente en el Salón Nacional y en salones de La Plata, Santa Fe, Córdoba, Rosario, La Rioja, Mar del Plata, Tandil y la Patagonia. Expuso individualmente en la Sociedad Hebraica Argentina, La Peña, Amigos del Arte, Concejo Deliberante de Buenos Aires, Sociedad Heine, Diario El Mundo de Mar del Plata, Salón Municipal de Buenos Aires, Salón Israelita, y en el Instituto Científico Judío.
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