¿Te has preguntado alguna vez, por qué tuvo que tocarte el semáforo en rojo cuando más prisa tenías? o ¿Por qué en el restaurante que elegiste, ya no había lugar y tuviste que salir a buscar otro? o ¿Por qué te enfermaste y no pudiste asistir a la fiesta que tanto esperabas?
Muchas veces suceden cosas que parecen no tener sentido, o simplemente no las entendemos. Pensamos que todo es una casualidad e, incluso, las vemos llamas “mala suerte”.
Es interesante saber que, en hebreo, la palabra casualidad se dice Mikré, y que lo impresionante es son las mismas letras que Rak MeHashem (todo viene de Dios).
Esto nos enseña que en la vida no hay casualidades, sino que TODO viene sólo de Dios. Estamos acostumbrados a ver Su Mano cuando nos salvamos de una enfermedad, encontramos a nuestra pareja, sucede un asalto frente a nosotros y estamos bien, etc.
De hecho, podemos ver la Mano de Dios en todo, desde esos sucesos “grandes”, hasta cuando ves una hoja caerse de un árbol, o la manzana que te comiste estaba muy dulce, o te tocó un buen lugar en el estacionamiento.
“Es nuestra responsabilidad trabajar para encontrar a Dios en estos “pequeños” sucesos y entender que TODO lo maneja Él y que cualquier cosa que nos sucede es por Su voluntad, pero siempre es para nuestro bien”.
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