De cuando en cuando me llegan correos-e con chistes que han circulado sepa cuántas veces en buzones electrónicos. No siempre los leo, o mejor decir, abro pues por lo general son reenvíos con uno o varios archivos adjuntos que ponen en riesgo de infectar mi laptop con algún virus. Pero cuando me llega sólo el texto de alguno, doy un rápido vistazo para ver si vale la pena invertir otro rato frente a la computadora. El que leí hace no mucho y que ni idea tengo quién me lo envió, lejos de hacerme reír me causó mucha tristeza. Trataba de un difunto a quien el día del entierro no llegó ni un amigo de los cientos con que contaba en Facebook (léase feisbuk).
Amén del montón de cosas que han cambiado con la introducción y uso global de Facebook está -a mi ver- no sólo la manera como los amigos de (y no en) Facebook se relacionan entre sí y comparten gustos y frivolidades, sino lo que se entiende por amigo o amiga, y en general por amistad. Si de acuerdo a la Real Academia Española amigo es un adjetivo que significa ‘que tiene amistad’ y usado también como sustantivo significa ´que tiene amistad como tratamiento afectuoso, aunque no haya verdadera amistad’ entonces, amigos de Facebook son aquéllos que sólo tienen comunicaciones cordiales y superficiales entre sí. No obstante y al parecer, mientras más intercambios o correspondencia haya, pues mejor ya que los que saben de psicología de la conducta humana arguyen que Facebook levanta la autoestima de los usuarios que tienen muchos amigos en dicha red social ¿Y la verdadera amistad, dónde quedó? Al parecer no en Facebook que más bien se antoja como una gran página de sociales (de las que solíamos leer en periódicos de papel y no en línea) donde se hacen y deshacen amigos con un click y en ocasiones se bloquean a los impertinentes con otro. Si amistad es la afinidad que hay entre dos o más individuos y si entendemos por afinidad la “atracción o adecuación de caracteres, opiniones, gustos [y yo añado, intereses] que existe entre dos o más personas” (Real Academia Española), temo que con la evolución de las relaciones interpersonales en las redes sociales como Facebook no haya cabida para que auténticas amistades ya no digamos florezcan, sino echen raíz y tengan oportunidad de crecer, madurar y perdurar. Para que esto sucediera habría que cultivar con dedicada paciencia afinidades compartidas con amigos íntimos en el transcurso de distintas etapas de la vida; si no, que el difunto del chiste confirme lo contrario. A juzgar por los cientos de amigos de Facebook que tuvo en vida, tendría una alta estima pero quién sabe cómo se habría sentido – ¿acaso triste?- si se hubiera enterado que ninguno de sus amigos lo fue a acompañar a su última morada.
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