Del copal a la cibernética

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En esos días toda La Merced era un sahumerio. En honor de los muertos en su día el copal escapaba de los anafres mezclado al humo del carbón vegetal y desde la Candelaria de los Patos hasta el Cuadrante da la Soledad colgaba una especie de olor funerario propicio a los Fieles Difuntos.

La calle ya se llamaba Venustiano Carranza pero el nombre del convento resiste el cambio, adherido a la costumbre de cuatro siglos. El mercado de muertos se tendía durante la semana, desde Correo Mayor hasta Manzanares, de acera a acera, con todo lo necesario para instalar los altares caseros o, más importantes, los del patio de las vecindades. Aquí se echaba la casa por la ventana, para apantallar a los de enfrente y borrar algún remordimiento incómodo por nuestro trato con el muertito cuando todavía no era. Las flores de zempuasúchil para el zaguán, las cretonas moradas para los altares, las calabazas en tacha para las ofrendas, las calaveras de azúcar para los niños, con el nombre en la frente para los cuates, de chocolate para los apretados.

La otra época del año de mercado temporal en la misma zona era diciembre. Los olores, colores, sonidos y ánimos mostraban la otra cara de la moneda: la artesanía popular, espontánea, conservada por generaciones desde siempre, ofrecía los materiales para vestir la piñata: la olla el papel de china, el mecate, el almidón para el engrudo y el palo para perdonarle la vida a la escoba. Y para rellenarla: los tejocotes, cañas, limas, naranjas. Colación para las visitas, agua de tamarindo para los niños, rompope para las damas, tequila o ron con Limonada Mundet para los señores, confeti y serpentinas desde el barandal de arriba, chinampinas, palomas y buscapiés para que no se aburran. Y algunos danzones en el tocadiscos.


Al publicarse las bases del proyecto de rescate de La Merced es evidente la preocupación fundamental: transformar sin destruir. Ese es el problema de todo rescate urbano. Se cuidó en París al derruir Les Hales, el vientre de la ciudad lo llamó Zola, y hacer del barrio un lugar mejor para vivir, en torno al museo más visitado de Francia, el Pompidou, tan criticado por quienes lo consideraron un disparate arquitectónico entra las casa viejas. Se equivocaron.

Se planteó en el Madrid de los Austrias, deteriorado por el tiempo, otra víctima de la Guerra civil y de la posguerra, del abandono y la apatía. Ahora es, desde el Arco de Cuchilleros hasta el Rastro, pasando por la Cava Baja, hasta la calle de la Ruda, se ha recobrado en torno, sobre todo, a la rehabilitación del viejo mercado de San Miguel, el lugar de moda donde cada puesto fue cambiado en boutique por su dueño, donde compras las ostras en la concha, los callos en la cazuela, el vino en la jarra, fruta y pan y ahí, si encuentras espacio vital, te lo comes y pides más en la fiesta de la convivencia.

Ejemplos hay, no muchos, pero haberlos hailos, como las meigas gallegas. En Buenos Aires Puerto Madero, viejo arrabal de bodegas,tabernas y tiraderos, hoy el espacio más caro y concurrido por metro cuadrado, lleno de restaurantes, tiendas y terrazas. En Tel Aviv un aeropuerto de seis o siete décadas para vuelos locales es hoy el atractivo mayor de la ciudad creciente. Sus hangares son ahora fondas de lujo y sus pistas avenidas de marcas mundiales. Nueva York, asombrosa ciudad en perpetua transformación: en Manhattan los muelles de pescadores y las bodegas refrigeradas de carniceros desplazaron del gusto de vecinos y turistas los tradicionales sitios del down town al superarse y jalar con ellos los barrios históricos de la Segunda Avenida y Delancey Street.

En México la reacción anticlerical del medio siglo XIX y el importamadrismo y corrupción de empleados públicos destruyó casas, iglesias, conventos, conjuntos habitacionales y barrios enteros que no merecían ese final. Nuestra ciudad, sin embargo, es tan rica que sobrevivió a los caprichos de la naturaleza y de la estupidez humana. Algo Puede recogerse todavía de las colonias San Rafael, Roma, Condesa, Guerrero y Tepito, entre otras, pero ninguna con las características de la Merced. Ha llegado su momento, el de ubicarse mundialmente como uno de los espacios urbanos orgullo de la humanidad.

Ha sido un acierto de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal dirigir sus esfuerzos a mejorar la vida de los habitantes, comerciantes y artesanos de la Merced. El consejo consultivo creado para encargarse del trabajo habrá de cuidar que no se pierda el mercado de los muertos y el proveedor de peregrinos de barro y de letanías al dejar lugar a las ventajas de la técnica, la civilización y la cultura.

Y arda el copal.

1 comentario en «Del copal a la cibernética»
  1. Mi abuela querida, vendió desde niña en el Mercado de la Merced, cuando se ponían los puestos en la calle, ella se ubicaba en Uruguay y Talavera, después, en 1957 cuando se construye el mercado actual, toma un puesto en su interior. Recordaba con mucho cariño su niñez viajando desde Iztapalapa en la Góndola, una especie de tranvía de carga que viajaba de las zonas rurales alrededor de la ciudad para transportar la producción chinampera para su venta en el mercado de la Merced y en el Mercado de Jamaica. Ahí creció también mi mamá, entre puestos de frutas, verduras, flores, moles, semillas, especias….
    Esperemos que se recupere este hermoso lugar, que es el barrio de la Merced.
     
    Fredy Cauich

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