La forma de observar nuestro mundo ha cambiado; ya no lo vemos como una gran cantidad de objetos; se concibe como una unidad dinámica e indivisible cuyos elementos están estrechamente vinculados y se comprenden como modelos de un proceso que une factores aparentemente contradictorios.
A medida que el tiempo va pasando nuestra forma de pensar se transforma. Podemos decir que surge una expansión de nuestras percepciones y formas de acomodarlas; esto implica una nueva forma de pensamiento acorde a la complejidad que la vida nos presenta. ¡Es madurez!
Así, al mismo tiempo recibimos todo tipo de emociones que pueden oscurecer los momentos de mayor luz. Por ejemplo, el amor y el odio quedan como partes de un todo; esto cuesta trabajo reconocerlo ya que preferimos ser vistos como seres amorosos y no como seres que sabemos odiar. La cultura ha dado un significado positivo a ciertos sentimientos e ignora y califica de negativos esa otra parte que tanto nos abruma.
Los sentimientos más contradictorios están en nuestro interior pero la educación, el control y el aprendizaje que hemos tenido por generaciones nos permiten reprimir aquellos sentimientos desagradables y vergonzosos. La más leve irritación me puede convertir en el monstruo más indeseable. Aquello que rechazo en forma contundente me puede surgir ante una situación imprevisible y desagradable.
Cuestiones como el cansancio, el hambre, la sed, el miedo, cambios hormonales, ayudan a ese monstruo interno a mostrarse en el momento y lugar menos adecuado y de forma grotesca. Este pensamiento para muchos es muy desagradable y tienden a negarlo; yo no quiero convencer a nadie, solamente invito a reflexionar para poder darnos cuenta de quienes somos en realidad y hasta donde podemos llegar. Me parece importante aceptar estos sentimientos sin calificarlos. Al aceptarlos nos es más fácil controlarlos y evitar un mal rato ante una explosión emocional.
Se puede hacer una analogía con un mamey, puede ser la fruta más sabrosa, agradable a la vista y al mismo tiempo cuando se ha podrido nos proporciona un sabor y olor horrible. Lo mismo sucede con cualquier fruta que puede pasar de madura a podrida en un abrir y cerrar de ojos. Esto nos puede ayudar a ver como podemos pasar de lo más sublime a lo más violento en un abrir y cerrar de ojos. Todo es parte de nosotros.
El flujo de la energía que existe en un organismo humano, se asemeja de algún modo al flujo de un río que se mueve por lo general armoniosamente, pero que de vez en cuando se precipita por una cascada liberando parte de su energía y puede ocasionar grandes pérdidas y dolores.
Los organismos vivos necesitan una determinada estabilidad pero al mismo tiempo se caracterizan por un flujo y cambio constante que comprende miles de reacciones químicas. Los sistemas humanos buscan un orden y tratan de que el desorden sea menor; a pesar de todo el desorden puede surgir y romper barreras internas en un momento.
Cambios orgánicos y hormonales en las diferentes etapas de la vida suelen producir situaciones que transforman al individuo de ser una persona apasible, en la persona más temida en su círculo social y familiar. Por otro lado, las crisis son puntos de inestabilidad de los que pueden surgir nuevas formas de conducta y pensamiento promoviendo el cambio y crecimiento.
Observamos con frecuencia una atmósfera cargada de conflicto como la nube lo está de truenos, y el detalle más insignificante puede desencadenar energías destructoras. Era común reprimir pero ahora la permisividad y la protesta perpetua han dado lugar a ciertas interacciones sociales y familiares. No todo lo que uno piensa hay que decirlo y menos con la violencia que surge por falta de control. ¡Todos pensamos que tenemos la razón y el derecho de imponer nuestra forma de pensar! Hay que soltar nuestras opiniones inquebrantables y aceptar otras ideologías aunque no sean las propias.
He observado como un riña por algún suceso mínimo puede alcanzar la máxima temperatura; sin grados intermedios y sin que antes hayan surgido quejas, reclamaciones, gruñidos, refunfuños o protestas; se escucha como un grito pelado que resuena en el silencio y paraliza a quien lo escucha. Es como un salto en el vacío y el impacto promueve un silencio exagerado y las palabras que surgen después son susurros que cuesta trabajo escuchar. Sin embargo han habido rasgaduras en el alma de quién ha sido participe de estas escenas.. En estos casos es importante pedir apoyo profesional para organizar aquellas emociones, justificadas o injustificadas, que provocaron esas reacciones.
Nadie pasa por la vida sin recibir las marcas de la cavilación, el pesar, la confusión, el enojo y la rabia. Incluso quienes creen que lo tienen todo, antes o después participan del término medio de desdicha, y a veces incluso más. Sin embargo, a veces pensamos que los otros, tienen que haberse visto siempre libres de sufrimiento y de contradicciones. ¿Cuántas veces escuchamos: qué le puede faltar a fulano con todo lo que tiene? Nos podemos sorprender al entrar en su intimidad.
Cuando queremos cambiar nuestra historia, dar marcha atrás y deshacer el tejido de nuestra vida nos topamos con lo imposible. La sabiduría implica diferenciar entre ambas posibilidades, la del cambio y la del no cambio. Surge la fuerza para cambiar o para aceptar.
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