En Estados Unidos viven millones de evangélicos, en su inmensa mayoría fervientes seguidores de Trump, en razón de su conservadurismo en múltiples áreas de la vida nacional, y debido también a que durante su mandato, Trump pareció profundamente comprometido con la gestión de Benjamín Netanyahu en Israel. ¿A honras de qué simpatizan los evangélicos tanto con el expremier israelí? Básicamente a que él y sus aliados impulsaron, y aún lo hacen, la expansión de la población israelí en los territorios palestinos, cuestión muy valorada por los evangélicos de acuerdo con sus creencias mesiánicas.
Para la visión de buena parte de los evangélicos, sólo cuando el pueblo judío regrese a habitar todo el espacio que en la Biblia es mencionado como su heredad, podrá desencadenarse la redención final de la humanidad mediante el segundo regreso de Jesucristo a la tierra. De manera fervorosa se abocan así a apoyar aquello que consideran que contribuye a tal fin. De tal forma que para ellos no hubo dudas hacia dónde tenía que inclinarse su corazón, convirtiéndose durante los cuatro años de la gestión de Trump en admiradores entusiastas tanto del republicano como de Netanyahu. A sus ojos, se trataba de la fórmula perfecta.
Sin embargo, en estos últimos días, el desconcierto se ha apoderado de millones de evangélicos a raíz de las declaraciones de Trump al periodista israelí Barak Ravid, en las que reclama que el mandatario israelí haya felicitado demasiado rápido a Biden por su triunfo en las elecciones de hace dos años, triunfo que aun ahora no reconoce Trump. Iracundo dijo textualmente refiriéndose a Netanyahu que “lo hizo demasiado temprano; desde entonces no le he hablado. ¡Fuck him! Luego de tan altisonante expresión, añadió que a ninguna otra persona ayudó más durante su gestión que al el exmandatario israelí, trasladando la embajada estadounidense a Jerusalén, reconociendo la soberanía israelí sobre el Golán y abandonando el acuerdo nuclear con Irán firmado en tiempos de Obama. En fin, lo tildó de traidor, además de que lo acusó de ser él quien no estuvo interesado en hacer la paz con los palestinos y no éstos. Lo dicho por Trump fue una bomba para muchos. Desde luego para Netanyahu y sus muchos seguidores en Israel, quienes estuvieron convencidos siempre de que la mancuerna iba a perdurar por siempre, debido a sus afinidades ideológicas y políticas en tantos temas. Y con los evangélicos sucedió algo similar, sólo que para ellos el asunto se torna más grave porque ante este pleito, se sienten obligados a tomar partido eligiendo a quién darle la razón y seguir apoyando emocionalmente. Al parecer, hay perplejidad y conmoción, aunque algunos de los líderes evangélicos han empezado a pronunciarse.
Por ejemplo, Mike Evans, connotado líder evangélico muy cercano a Trump y al que siguen decenas de millones de fieles, le envió una carta al exmandatario en la que le pide no poner a su grey en la disyuntiva de tener que elegir entre él y Netanyahu, porque lo más probable es que los creyentes en las sagradas escrituras bíblicas se alejarán de él, con evidentes consecuencias negativas de cara a la próxima elección.
Otros líderes evangélicos se han mostrado más tolerantes con Trump. Criticaron sus expresiones y las consideraron injustas y exageradas, pero aclararon que ese exabrupto no debía de borrar todo lo que de positivo hizo el republicano en favor de Israel. Como diciendo, se equivocó, pero hay que perdonarle sus arrebatos. Ése fue el caso de Robert Jeffress, eminente pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, presente en la inauguración de la embajada de EU en Jerusalén en 2018, quien dijo que aun con lo ocurrido, no se puede disminuir lo que Trump hizo por Israel.
Por otra parte, la respuesta de Netanyahu, quien no es ya más primer ministro, sino que es líder de la oposición en Israel, fue en el sentido de que su felicitación a Biden era un paso obligado para proteger la relación de su país con Estados Unidos.
El nexo entre ambos políticos –Trump y Netanyahu–, sin duda ha quedado dañado por las declaraciones del primero. Sin embargo, como buenos populistas, los dos han mostrado a lo largo de sus carreras políticas, ser proclives a múltiples bandazos que los pintan como personajes capaces de afirmar con contundencia algo, para negarlo sin ningún empacho al día siguiente. Así que no puede descartarse una cálida reconciliación si algún interés en el futuro así lo exige.
Artículos Relacionados: