Todos hemos jugado y sabemos lo divertido que resulta adentrarse en este ejercicio recreativo, en el cual se gana o se pierde. Normalmente, ganar o perder viene acompañado solamente por sentirse alegre o triste durante cierto tiempo. Pero cuando el juego va acompañado por la apuesta, la derrota trae consigo la pérdida de algo, y cuando se antepone la apuesta al juego mismo, la persona deja de ser jugador y se convierte en apostador, abriendo la puerta a la posibilidad de caer en la compulsión.
Cuando una persona se adentra en el mundo de las apuestas, la primera fase viene acompañada de fantasías, de sueños adornados por los objetos maravillosos que, supone, adquirirá tras las ganancias. La industria de juego, impulsada por los medios de comunicación, fomenta constantemente la idea de enriquecerse a través de los sorteos y juegos de azar. Es así como el jugador compulsivo se visualiza regalando coches nuevos, viviendo una vida cómoda y elegante, comprando departamentos, haciendo viajes y disfrutando una vida encantadora, gracias al nuevo “sistema” que encontró para hacer dinero. Pero triste y patéticamente, parece que la ganancia nunca es lo suficientemente grande para hacer realidad esos sueños. Cuando los jugadores compulsivos tienen éxito, juegan para tener sueños más grandes, pero cuando fracasan, juegan irresponsablemente, más allá de sus posibilidades, y poco a poco van derrumbándose progresivamente junto con su mundo de sueños. Tristemente lucharán por recuperarse, fabricando más ilusiones y luego, sufriendo más y peores decepciones, cayendo en un pozo cada vez más profundo.
En las fases más graves de esta enfermedad, el jugador solamente piensa en las apuestas, y entra en un estado de pánico; padece crisis, se olvida de su familia, amigos, pareja, trabajo, y aumenta sus riesgos legales por la cantidad de dinero que pierde y por la cantidad de préstamos que pide. De pronto se verá enredado en serios problemas por haber recurrido a prestamistas, por haber dado cheques sin fondos, y si no pide ayuda especializada, su desesperación absorberá todo su pensamiento, afectando su funcionamiento y estado de ánimo. El jugador, que posiblemente ha perdido su empleo, que ha arriesgado el bienestar de su familia, se termina viendo implicado en cuadros de violencia familiar, robos y estafas.
Es importante mencionar que jugar de manera compulsiva no es un problema solamente financiero, sino emocional. Una persona que se ve atrapada en las garras de esta enfermedad, construye a su alrededor montañas de problemas sin solución aparente, que se complican mientras pasa el tiempo. Pero las cuestiones económicas terminan siendo las más simples de resolver, cuando la vida del jugador está mucho más dañada a nivel familiar, conyugal, social y legal.
Para muchos esto podrá sonar exagerado, pues todavía nos resulta difícil entender que el juego compulsivo es una adicción tan grave como el alcoholismo. En este momento, podrías estar pensando: “pero si ni a mí ni a mi familia nos ha tocado ni nos tocará”. Aunque sea doloroso leerlo, cada día hay más personas que destruyen sus vidas por no pedir ayuda a tiempo. Si crees tener problemas con tu forma de jugar o conoces a alguien que los tenga, no sientas miedo de pedir ayuda. Acércate a nosotros y te haremos una valoración para determinar si necesitas tratamiento. No esperes a perderlo todo… En Umbral, la puerta está abierta.
Oficinas: 52450595
Línea de contacto: 13241082
Pag. Web: www.umbral.mx
Email: [email protected]
Artículos Relacionados: