Un cuerpo es más proclive a enfermarse cuando sus defensas del sistema inmunológico no están fuertes. Esto puede ser por dos principales razones. La primera y principal es un estado anímico que, aunque parece no tener relación, es muy importante al momento de defender al cuerpo. Cuando una persona se encuentra desanimada no siente la necesidad de defenderse, e incluso puede sentir la necesidad de no defenderse. Esto sucede por ser que se tiene la falsa creencia que el entorno, ya sea social o bacteriológico, tiene más deseo de ingresar en cuerpos fuertes. Esto lo vemos mucho en el reino animal y en algunos casos del reino vegetal. Muchos de estos seres se hacen los muertos o moribundos para no ser presas de sus atacantes. Otro motivo es por la mala alimentación. Cuando el cuerpo no recibe los nutrientes necesarios para su subsistencia, ya sea por falta de recursos, por ingerir los alimentos a destiempo, por ingesta rápida, en mal estado y otros variados factores, es casi imposible que el cuerpo adopte los nutrientes necesarios. Incluso, así sea que los reciba, tales comportamientos provocan el rechazo de los mismos. En gran parte, mucho de este segundo punto tiene que ver con el estado anímico de cada individuo.
Una cosa es enfermarse por un contagio (que también es por defensas bajas) y otra cosa es buscar la enfermedad o meterse en zonas donde es más frecuente enfermarse. Aquel que prefiere meterse en zonas de peligro es porque evidentemente no está anímicamente bien. Tiene la necesidad de encontrar lo que ni siquiera sabe que está buscando. Claramente, este es un síntoma de muy baja autoestima que acarrea consigo problemas físicos provenientes de lo mental, provenientes de la baja autoestima, proveniente del entorno, proveniente de la propia inseguridad.
En definitiva, una cosa es contagiarse accidentalmente y otra es tener las defensas bajas por motivos siempre internos más que externos.
Con la mente sucede lo mismo: cuando la sociedad está gravemente herida y alguien se mete dentro de ella, es por ser que este alguien tuvo la necesidad de pertenencia a lo que sea con tal de pertenecer, sin medir los riesgos y consecuencias.
Actualmente, la sociedad no está enferma, sino más bien enfermada por algo o alguien más que, a su vez, han sido víctimas y victimarios al mismo tiempo de otros grupos sociales. Es por eso que no se puede culpar a alguien que haya sido enfermado por otros, así sea que tenga baja autoestima, dado que para llegar a eso debió estar mal desde antes, siempre por factores individuales. ¿Acaso es válido culpar a un casi inconsciente?
Hoy en día vivimos en una sociedad enferma por haber sido enfermada, por dejarse enfermar, por tener las defensas bajas, por tener baja autoestima, por falta de convicciones, por inseguridad en sí mismos, por dejarse convencer, por buscar la facilidad, como decía Hidegger, de ser seres pensados por otros y no seres pensantes.
El día de ayer planteé una pregunta respecto a la perasha Vayetzé, perteneciente a la pasada semana ¿Por qué Rivkáh decidió que su hijo Yaakob se fuera de Beer Sheba hacia Jarán? Y creo que la respuesta es realmente lo arriba mencionado. A veces una sociedad puede ser mala, pero no por maldad sino por ignorancia de no conocer el bien. Es muy diferente la maldad conociendo el bien que la maldad por ignorancia. Javier Milei dice que la casta política es aquella que, conociendo cómo se deben hacer las cosas, usan sus conocimientos para aprovecharse de la sociedad. Albert Einstein decía que el frío es la ausencia de calor. Lo mismo digo yo respecto a Jarán. Tal vez había maldad, pero no por conocer el bien y hacer la maldad, sino más bien por no conocer el bien. Seguramente no lo conocían ya que “el movimiento proselitista monoteísta” era aún muy nuevo y no había llegado a ciertos lugares, o tal vez no con tanta fuerza. Y Jarán era un lugar que desde cientos de años atrás existía la idolatría como creencia que para ellos era real, irrefutable e indiscutible. No eran malos por no creer en algo nuevo, muy novedoso; por no querer dejar atrás todo lo que hasta entonces pensaban con total convencimiento. Es como cuando llegó Yeshu y todos los pueblos tildaron de malos a los judíos por no querer creer en él. Nadie, en su sano juicio, deja una creencia milenaria por algo tan nuevo, tan reciente y nada, “para ellos”, comprobable.
Yaakob se fue a Jarán por un solo motivo y nada más: por _Kibbud Av Vaem, respeto a los padres._ La pregunta sería por qué Rivkáh, su madre, decidió eso. Y la respuesta es que es mejor estar en un lugar de gente que no tiene maldad más que por ignorancia del bien que en un lugar donde la maldad existe a causa de la revelación del bien. Rivkáh vio que en Beer Sheba existía una “pandemia mental de nuevas ideologías” y le instruyó a su hijo escaparse cuanto antes de un lugar tan malvado. Ya que la fuerza pandémica de las ideologías es muchísimo más fuerte, más peligrosa, mortal y letal que la liviandad de los actos.
Eso es justamente lo que en la actualidad se está viviendo.
Esta pandemia del coronavirus vino para que veamos lo que nos estamos encegueciendo. Hashem nos demuestra con hechos, lamentables por cierto, que hay algo más que no estamos viendo. Y como no lo veíamos, nos lo demostró con algo evidente. Lo mismo pasó en el diluvio.
Quiera BORE OLAM que abramos nuestros ojos y veamos lo que verdaderamente tenemos que ver y pronto traigamos el Mashiaj Tzidkenu para darLe Najat Ruaj Leyotzerenu, bimherá beyamenu, amén.
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