La venganza de Amorita

Por:
- - Visto 911 veces

Si hay algo que aborrezco, eso es la canícula -me escribe Barbalila. El calor quema el aire. Salir del sombrío resguardo casero es exponerse al súbito flamazo del rey Sol, duplicado en las paredes encaladas que reflejan su radiación.

Nadajala, lenta, penosamente se arrastra, sólo negocios con aire acondicionado laboran. Nadajala dormita la siesta. La mayoría de los adultos tendidos en sus hamacas, tiesos como atados de caña, roncan arrullados por el zumbido de los ventiladores.

Matronas en sus sillones de mimbre se abanican, como para espantar el bochorno. Niños y jovenzuelos semidesnudos jugando a la sombra de portalillos. Perros y gatos dormitando sin reparar en las moscas que revolotean. En la cocina alguien dejó caer la tapadera de una olla de peltre, que resuena como una carcajada que se extingue poco a poco. Un abejorro zumbón cruza el jardín indiferente.


Atardece y yo sigo tieso en la hamaca. Al otro lado de la puerta con mosquitero, Greta y Graco en sendos sillones rememoran acontecimientos de hace décadas en el Palacio La Aurora. Confrontando recuerdos, a veces ríen, hablan de cosas inauditas, sin reparar que a unos metros hay un atento y curioso espía, Yo, que trata de no perderse ni una palabra.

Con lo escuchado he agregado algunas piezas al rompecabezas de lo que era la vida en ese castillo inaccesible que era La Aurora.

¿Qué sucedió en ese palacio durante el semestre de separación de los tiranos? Por principio, temiendo a los enemigos internos y externos de Tramafato, por lo de Tejavanes, Amorita mandó a sus hijos, Irene, Amadís y Orlando, a un “camp” a Miami para que “mejoraran su inglés”. Lejos de cualquier peligro.

Desde antes de que las damas, infiltradas al grupo “Los Martes Pastel”, por los Paseo, los seculares rivales de los Subuteo, le susurraran a Amorita la verdad sobre las infidelidades del presidente para debilitarlo, provocando la ira de aquella, ya frecuentaban La Aurora, con la venia de Tramafato, tres jóvenes que ayudaban a elevar el estándar cultural de la familia, un pianista, un violinista y un poeta, a quienes las malas lenguas llamaban los Efebos.

Al enterarse Amorita de los amoríos de su esposo montó en cólera, y cuando supo de su vergonzosa derrota en Tejavanes y el curita enviado por el obispo Grumondi, le recordó que tenían con él una abultada deuda y que sus propiedades hipotecadas estaban en entredicho, su furia llegó al paroxismo y empezó a tramar una venganza.

Ella consideraba que Tramafato le debía todo. Ella lo había formado y encumbrado. Él no hacía más que torpezas. Ella era como Isabel Primera de Inglaterra o Catalina la Grande de Rusia e iba a actuar como ésta. Se vengaría del inútil y tenía los medios para hacerlo: Los Efebos.

Organizó una velada de “Tango y Poesía” en un ala del palacio que, con la complicidad de Greta y su ayuda de cámara, transformaría en noche de “Tango y Orgía”. Dicho y hecho.

Se comió, bebió, bailó, recitó y se mostró amorosa con los tres. Los obligó a amarla y a hacerle el amor… más de una vez. El pianista lo hizo y repitió de muy buen grado. El violinista con cierta reticencia y el poeta, para quien la mujer era objeto de culto platónico, pero carnalmente repugnante, tuvo que ser amenazado.

Al día siguiente, ojerosa, con náusea y adolorida y con un ligero sangrado, hizo llamar a su ginecólogo Rubelio Anáforez, para que la atendiera de la reparación que le hizo, después del nacimiento de Orlando, hacía una década.

Convaleciente, reparado el daño mediante unas puntadas que la dejaron como nueva, recapacitó que, como venganza eso era suficiente pues, habiendo rebasado el medio siglo ya no estaba para esos trotes y ella tenía vocación de reina más no de meretriz, por lo que renunciaba a emular a la que en una legendaria noche “batió” a tres pelotones.

Le urgía silenciar y alejar a los Efebos, lo cual fue fácil. Los despidió, no sin antes amenazarlos de que si contaban algo les mandaría cortar la lengua, la nariz, los dedos o lo que fuera y que los estaría vigilando, pues tenía espías por toda la Isla. El violinista y el poeta abandonaron Jodonia, pero el pianista, enamorado de ella, trató infructuosamente de verla varias veces, hasta que desistió. Pero, jamás habló. En cambio compuso una cumbia-bolero, que ha sido todo un éxito y rebasó el Caribe: “Amor ¡mi amor! Amor”.

Consiguió otros Efebos de buena presencia, sin dotes artísticas. A los que emplearía como mandaderos y para encelar a Tramafato repitiendo: “Mejor tres jóvenes que un vejete”.

Meses después, Amorita, repuesta de su venganza, salió a cabalgar y Tramafato también repuesto de su derrota en Tejavanes y, habiendo salido ganador a pesar de haber perdido la batalla, la alcanzó en su caballo y después de pedirle perdón, le propuso construir de inmediato el hospital infantil “De Amorita con Amor”, lo que era el sueño dorado de la dama. Ella accedió a sus ruegos y lo perdonó. Pero siempre quedó un rescoldo de odio en su corazón. Rescoldo que se aviva con las lunaciones transformándose en amor poco a poco, llegando al paroxismo de la pasión con la luna llena. En un vaivén pendular de odio-amor, amor-odio, que caracterizó su relación con el tirano y marcó la de sus hijos, pues en los momentos de odio los azuzaba contra el padre y esos se hicieron más frecuentes con la menopausia, se encresparon recriminándole, hiciese lo que hiciese Tramafato.

Odio que se extendió a sus nueras, consuegras y a cualquiera que no fuera consanguíneo del clan de ella y, como aseveró Newton: A toda acción corresponde una reacción… la cosa no paró allí.

Destruyó los matrimonios de sus hijos y los hizo refugiarse en el Mediterráneo frente a Montecarlo, llevando como guardián a Graco Granaya, que los acompañó, descuidando y desintegrando su familia… pero éstas ya son piezas de otros rompecabezas.

P.D. Doña Greta Granaya siempre negó que Amorita, su Reina, tuviese relaciones con algún otro que no fuera su marido.

Acerca de Jacobo Königsberg

Deja tu Comentario

A fin de garantizar un intercambio de opiniones respetuoso e interesante, DiarioJudio.com se reserva el derecho a eliminar todos aquellos comentarios que puedan ser considerados difamatorios, vejatorios, insultantes, injuriantes o contrarios a las leyes a estas condiciones. Los comentarios no reflejan la opinión de DiarioJudio.com, sino la de los internautas, y son ellos los únicos responsables de las opiniones vertidas. No se admitirán comentarios con contenido racista, sexista, homófobo, discriminatorio por identidad de género o que insulten a las personas por su nacionalidad, sexo, religión, edad o cualquier tipo de discapacidad física o mental.


El tamaño máximo de subida de archivos: 300 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Artículos Relacionados: