Me tapo la cara para no ver-me. Disfrazo mi aspecto como si tuviera 15 años menos para que nadie note mi edad ni mi proceso natural de envejecimiento que empezó desde mi nacimiento. Me pongo la máscara para engañar a los demás; sin embargo, a mi no me puedo engañar.
Usamos las máscaras para no ser reconocidos, ya que queremos escondernos ¿de quién? De la muerte…De la incertidumbre…Del temor al futuro incierto. No queremos ser reconocidos y uso diferentes máscaras para tratar de no ser visto(a). ¡Me pongo máscara para que no me veas y no me quieras llevar…! Tantas, que a veces no me reconozco ni yo misma(o)
¿Logro frenar el paso del tiempo? Nadie lo ha logrado aunque muchos lo han intentado. Cuales son los temores o prejuicios que me llevan a esta actitud que no me produce más que ansiedades al tratar de ocultar lo que no se puede esconder. Esto me evita disfrutar lo que llega con la edad.
¿Cuáles son las máscaras con las que trato de ocultar-me ante el inminente paso del tiempo? Muchas y cada quien tiene las propias. No puedo ni debo negarlo. Por el contrario es importante encontrar la forma de disfrutarlo. La vida no es negra o blanca hay que aprender a encontrar los grises. ¡Los términos medios!
¿Qué máscaras he usado toda mi vida para aparentar ser lo que “tengo que ser”? ¿Qué máscaras me he podido quitar para encontrar mi esencia?
¿Qué es la madurez y la vejez? Una etapa más con sus ventajas y desventajas o la última etapa de la vida y casi la última posibilidad de repararme y valorar con sinceridad ese ser que soy y no siempre he valorado por correr tras los imposibles.
La vida es una mascarada y constantemente me protejo usando una diversidad de ellas, en diferentes espacios y lugares; muchas de ellas, no son mías pero las he usado sin saber que eran prestadas o regaladas y que he sido obligada a cargar con asuntos que no me pertenecen. Son de mi familia, de mi cultura, de mis ancestros y yo he tomado como mías pensando que me pertenecen. Ha sido una manera de corresponder a mi grupo y así, pertenecer con agradecimiento; darle sentido y significado a ese lugar que se “me asignó”.
Ese viejo hábito me permite ponerme cada rato máscaras nuevas que no se me ajustan. Hay tanto espacio ocupado por algunas prestadas que las mías genuinas no caben.
Estoy tan ocupada en ser de una manera que no me doy el permiso de aprovechar quién soy en este momento de mi vida; lo cual es diferente de lo que fui anteriormente. Esto sucede cuando no nos damos cuenta que hay papeles y roles que hemos dejado atrás y hay que buscar nuevos caminos que nos proporcionen paz y tranquilidad.
Los cambios que la vida nos obliga a tomar pueden ser vividos con dolor y enojo o con la sabiduría que “puede” proporcionar la edad y la madurez.
El tiempo pasa sin pedir permiso, y va cambiando todo: modas, máquinas, ideas, ideales, convenciones sociales, la familia…Al envejecer, muchas cosas pierden su razón de ser, hay que usar nuestra creatividad y pensar en nuevos planes y proyectos para esta etapa de la vida. Reinventar el estilo de vida en forma adecuada a los que nos está tocando vivir, no a lo que hubiéramos querido.
A mi me importa mi edad con sus cargas y consecuencias, a los demás no les afecta tanto. Cuando yo me río de mi, la mitad del conflicto está resuelto.
No hay una sola forma de llegar a la edad madura y luego a la vejez, existen diferencias y semejanzas. Cada quien ve con los lentes que trae puestos y estas visiones no son universales. Cada persona borda según los colores que tiene en su canastita de hilos. Los escoge y combina individualmente. Todos los colores son los mismos, la forma de combinarlos es diferente.
El significado que damos al paso del tiempo en nuestra vida es personal; hay quien se siente contento de lo que ha logrado y algunos otros están frustrados(as) por que sus sueños y fantasías irreales, no les permiten vivir con alegría.
Hay que darse cuenta que estamos en el lugar que nos ha tocado, que la vida nos asignó, no en el que nos hubiera gustado a nosotros o a los demás.
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