Eran los tiempos en que las calles de Madero, 16 de Septiembre, y Venustiano Carranza eran el centro financiero más importante de la ciudad de México.
Serían la once de la mañana de cualquier día, nos encontrábamos Justino Moran y yo a las afueras de un banco platicando.
Pasó de largo y nos hizo un breve saludo…
– Buenos días.
– Buenos días contestamos.
Era Abel Gutiérrez señor muy rico.
Le comente a Justino.
– Ese hombre es inmensamente rico.
– Mas rico eres tú, me contesto ese al rato se muere…
Todos somos mortales.
Cuando se es muy joven la muerte parece y es tan lejana que se nos antoja imposible.
Ni preocupa ni nos acordamos de ella; es mas vivimos como si realmente no existiera…
Pero los años pasan y siguen pasando…
Llega un momento en que nos damos cuenta que ya no somos los mismos…
Nuestro ser empieza a decaer físicamente se empieza a operar un cambio; nos vamos haciendo viejos…
Es entonces en esa etapa cuando nuestras metas de antaño pueden cambiar.
Y algunas de ellas ya no son tan deseables por inútiles. Notamos que el acumular mas dinero mas propiedades, mas de lo mucho ya no tiene sentido…
¿Por qué?
Porque siempre hay que pagar un precio, precio que algunos con la razón por delante ya no están dispuestos a pagar.
Se piensa, se razona, que ya es inútil porque nuestra mortalidad ha empezado a ganarnos la partida.
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