Después de tomar el poder en Malí y Burkina Faso, las juntas militares en el poder solicitaron la salida de las tropas francesas de los países del Sahel en agosto de 2022 y enero de 2023 respectivamente, poniendo fin a las asociaciones de seguridad existentes con los occidentales y, en consecuencia, poniendo en peligro los esfuerzos antiterroristas en el Sahel.
El cambio en las prioridades diplomáticas y de seguridad de los regímenes militares marcó el comienzo de una medida poco ortodoxa para recurrir a Rusia y su empresa militar privada (PMC) respaldada por el Estado, el Grupo Wagner, para supuestamente contrarrestar la creciente amenaza salafista-jihadista planteada por la filial de Al-Qaeda, el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (GSIM),[1] y la Provincia del Estado Islámico del Sahel (ISSP), también conocida como Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS), que fue reconocida como provincia independiente de la Provincia de África Occidental del Estado Islámico (ISWAP) en marzo de 2022.[2]
El siguiente informe del JTTM de MEMRI examina los mensajes recientes de entidades que apoyan al Estado Islámico y Al-Qaeda sobre la situación “favorable” de disturbios en Níger, destacando su ambición de explotar la violencia para socavar a los gobiernos locales afiliados a aliados “herejes” como Francia y otras partes interesadas y avanzar en sus actividades operativas en la región.
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