La sociedad ha organizado a sus miembros bajo una cultura de género, que ha asignado roles estereotipados a los hombres y a las mujeres; hasta hace unos años, cada sexo aceptaba ciertas funciones. En la actualidad han surgido tensiones ante esta rígida división en algunos sectores sociales. Las diferencias en los sexos, fueron valoradas en forma jerárquica en muchas culturas, al hombre, se le dio una jerarquía superior que a la mujer por lo que surgió la necesidad de deshacer estos mitos y creencias que provocan disfunciones en las relaciones de pareja. La mujer ha alzado su voz, su creatividad y su visión. Esto cambio su destino.
Los conceptos de pareja han variado a lo largo de la historia. Se puede definir como un vínculo amoroso y estable compartido por un hombre y una mujer. No es lo mismo una pareja en el año 2000 que en 1900, ni pareja de jóvenes con hijos, mediana edad o pareja de 3ª o 4ª edad. La noción romántica de que nuestra pareja es “una persona especial” es producto de nuestro tiempo y nuestra cultura, pero no es universal. Los comportamientos y las definiciones cambiaron en el transcurso del tiempo, vinculadas a condicionamientos económicos, sociales, culturales y religiosos. Lo que buscamos en la vida es la felicidad, y la relación de pareja, puede ser un ingrediente importante para una vida más plena.
Cada uno de nosotros vive la vida organizada en función de la información social y psicológica. Nos vemos sujetos a situaciones que llevan a hombres y mujeres modernos a aprehender los cambios en los roles que han sucedido en el proceso de la vida moderna. No añorar “relaciones fijas y congeladas” de un pasado real o imaginado, sino esforzarse por buscar desarrollo en sus condiciones de vida y las relaciones con sus semejantes.
Las quejas de algunas esposas es que los hombres fallaron a sus promesas iniciales de una “democracia doméstica” y se sentían frustradas; pensaron se habían casado con “un hombre con ideas modernas”. Estamos ante un mandato social que no se ha roto totalmente, no es conveniente para los hombres, se cree que la responsable del trabajo doméstico es la mujer y el hombre ayuda. Cuando hay servicio esto es diferente. ¿Qué pasa cuando falta ese servicio?
Se percibe una contradicción en los hombres que hablan de la “democratización del núcleo familiar” pero que al mismo tiempo dicen que ellos no lavan los baños, porque no les gusta hacerlo. Seleccionan el trabajo doméstico que tienen que hacer, dejan lo incomodo para la mujer La posibilidad de romper esta rigidez en los roles puede ser una fuente de enriquecimiento para la pareja al surgir un mayor abanico de posibilidades y alternativas en donde ambos compartan las labores duras y disfruten la cotidianeidad.
Los desacuerdos son parte de cualquier interacción humana, el tono en que se manifiestan permite o interfiere de forma definitiva; este respeto es una base sólida para un buen matrimonio, cuando hay molestias sin hablar de ellas el respeto mutuo cede. El desempeño de las labores del hogar suele ser un tema con el cual no siempre se está de acuerdo hay toda una historia detrás de estas premisas, eso no es grave, sino como lograr un acuerdo en algo tan cotidiano y molesto. Es difícil cambiar el punto de vista “cómodo” que la cultura ha otorgado al quehacer casero. Surge la necesidad de lograr acuerdos adecuados a la situación que se presenta y que es más conveniente para un sexo que para el otro. Estamos hablando de un trabajo necesario para la convivencia hogareña. La doble jornada se retroalimenta de los mitos y creencias que han conformado a la mujer históricamente y la mujer del Siglo Veinte que ha tenido que integrarse al mercado productivo, no quieren dejar de ser como fueron sus madres y abuelas, ni el hombre se lo permite.
La posibilidad de un mayor abanico de posibilidades y alternativas en donde ambos compartan las labores duras y disfruten la cotidianeidad. La mujer pueda tener las ventajas de los masculino y el hombre de lo femenino quitándoles carga a los dos en relación a las responsabilidades aplastantes marcada para cada género. Ni la mujer tiene que cargar con los quehaceres del hogar, ni con toda la parte relacional y de servicio a los demás, como “una mujer perfecta” ni los hombres sentir que son fracasados cuando no tienen acceso a la parte patrimonial en la forma en que se espera “de un hombre responsable y exitoso”.
Una buena relación de pareja ayuda a lograr plenitud en la vida, permite llenar cierto vacío interior. Es una relación contradictoria, el otro es alguien a quien se ama y también produce enojo, hasta puede aburrir un poco. En la relación amorosa se vive lo mejor de uno y del otro, pero también lo peor. Cada uno aporta algo, tienen una educación diferente y ambos se enriquecen con lo que se recibe.
Los niños y los adolescentes son educados para lograr una buena relación de pareja, cuando se logra se festeja con alegría. Cuantos cuentos infantiles terminan en “se casaron y fueron felices” Es importante que uno no dé más de lo que el otro, pueda tomar y no exija lo que el otro no puede dar. No crear expectativas falsas que producen frustración y enojo. Hay quien piensa “yo estoy bien, tú estás mal”. Tratar de reeducar puede destruir la relación. No tienen iniciativa, ni responsabilidad en este tipo de trabajo por la influencia cultural en la que se han creado.
Tanto los hombres como las mujeres pueden tener cualidades que no les han sido fomentadas en su educación. El cambio puede proporcionar a cada integrante de la pareja posibilidades de recuperar dichas características. La cultura ha formado personas que han perdido una parte de sí mismos, que el otro sexo les reclama. Se requiere de un intercambio de ideas para lograr un acuerdo razonable para ambas partes
No viene dado, hay que construirlo. Surge de la necesidad de intercambio en dos personas diferentes con intereses, deseos y valores particulares que aceptan un compromiso mutuo, no son iguales ni tienen un mismo proyecto, cada uno tiene el suyo propio.
En cada pareja, debe haber una actitud de cuidado, respeto, conocimiento y responsabilidad por el otro. Aparecen senderos de amor y odio, una relación amorosa caracterizada por compromiso y erotismo mutuo. En la vida, uno pretende cumplir con su deber. No todos tenemos las mismos ideas de cómo deben ser las cosas y las premisas cambian. Las mujeres en la modernidad, enfrentan los desacuerdos con sus parejas y se niegan a obedecer ciegamente.
Rosita nos cuenta que siempre pensó que su amor y el de su compañero eran distintos y superiores a cualquiera que hubiera existido. ¿sera? Lo siente como esencia de un amor único. Hace veinte años que viven juntos enamorados y sin hijos. Esto no evita los desacuerdos, aunque se pueden manejar en forma madura en una relación suficientemente buena y positiva, no perfecta. La perfección no existe.
Los pensamientos que tenemos acerca de cómo deben ser las cosas las podemos cambiar, pero hay que tener claro hacia dónde queremos ir. Se han modificado al ingresar las mujeres al mundo de trabajo, tener una mayor independencia, por lo que hay que analizar cuales pensamientos antiguos e inadecuados nos influyen. Tomate un momento para estar frente a un espejo y pensar sobre tus propias creencias negativas. Dejar de pensar que uno es el bueno y el otro está equivocado. ¿Piensas que eres magnífica/o y mereces lo mejor? Comparto la loca idea de que lo que nos puede ayudar es el amor; para resolver problemas en forma tranquila.
La mujer moderna cada vez está más ocupada con sus propios trabajos y actividades fuera del hogar; que han cambiado en forma sustancial. El tiempo que se necesita dedicar a las labores del hogar, varía en forma importante, con servicio o sin él. Un conflicto que se relaciona con esto, se puede convertir en una interacción disfuncional, en un pleito entre el esposo y la esposa que sube en espiral hasta niveles altos y cuya raíz, “cuestiones de género”, no sea detectado.
La discusión de la pareja por el trabajo doméstico, desgasta la relación. y produce tensión. Esto tiene que ver con que hay quien internamente sigue sosteniendo la visión tradicional del trabajo de limpieza hogareña. No son los acontecimientos de la vida lo que te causa tensión sino tu resistencia a aceptar ese cambio familiar que ha llegado, hay quien lo quiere borrar. Todos tenemos paraísos perdidos en los que nunca hemos estado y ni siquiera sabemos si existen. Todo cuento de hadas ofrece la posibilidad de traspasar los límites presentes, libertades adquiridas que la realidad niega y producen un hechizo especial. Hay que aprender a ver las cosas con entusiasmo y abrirse a nuevas posibilidades de convivencia, sin permitir que el corazón se vuelva duro como una piedra. Pensar libremente significa salir de esa jaula que limita. Romper las cadenas y darle alas a la mente; ahí es donde radica el núcleo de la libertad de pensamiento.
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