Somos únicos, también somos parte de una cadena generacional. Hay que darnos cuenta que venimos de nuestros ancestros y casi siempre llevamos una huella presente. Cuando vemos a un bebé en la familia, lo primero que pensamos es ¿a quién se parece? Cada quién le encuentra un parecido con algún familiar.
Aunque es único, ha sido formado con rastros de las generaciones anteriores, no sólo físicamente, sino que rasgos de carácter irán surgiendo al paso del tiempo: La salud, el acento, la sonrisa, la forma de sentarse o caminar. La abuela toma al biznieto en brazos y este que apenas tiene unas semanas de nacido sonríe. En ese momento Leo, padre del bebé comprendió que sucesos ajenos a la conciencia influyen en nuestras vidas.
No hay ninguna persona que se desarrolle fuera de su cultura, su ambiente y el paisaje familiar en el cual le ha tocado nacer. Este paisaje familiar trae integrado toda una historia social donde la memoria sigue viva, las experiencias, la tradición y algunos hábitos adquiridos en generaciones anteriores, están presentes grabados en las conciencias de hombres y mujeres e influyen sobre sus comportamientos. Dentro de ser únicos, estamos sujetos a la determinación social y familiar que el género, la cultura, las tradiciones y el momento histórico marcan.
Aquello que mis parientes cercanos tuvieron que hacer para acomodarse en la vida, es parte de mi subjetividad. Miedos, anhelos, deseos y costumbres, se transmiten generacionalmente adaptados a la realidad del momento. La salud, las oportunidades, las perspectivas, el acento, los modales en la mesa, la forma de platicar o discutir, son resultado de políticas ajenas que he hecho propias. Han contribuido para que sea una persona valiente o insegura, tranquila o intranquila. El destino no hace acuerdos, es un laberinto, cada quien tiene que recorrerlo como pueda y encontrar la salida
Soy heredero de un mundo del cual no tengo conciencia. He llegado con cargas que “no me pertenecen”. Sin embargo las llevo dentro y es determinante tomar conciencia de ello. Hay quién comenta: No sé si eso me sucedió realmente, o forma parte del archivo familiar heredado por generaciones anteriores. Leonel nos comenta: ante ciertos actos realizados por mí, he escuchado muchas veces la historia de que me parezco al tío Juan.
Mis recuerdos son imprecisos y deshilvanados, me confunden y pierdo la noción si eso me sucedió a mí o a mis ancestros. Sin embargo muchas veces reacciono como si yo fuera el actor de esas historias y al forzar mi memoria, siento un dolor intenso. ¿Por qué? Abre los ojos mientras se esfuerza en recordar su lugar en la historia de su vida. Es posible desactivar aquello de lo cual nos hacemos cargo, pero no es nuestro.
Hay quien dice que nacemos como una hoja en blanco. Sin embargo ha sido comprobado que hay historias y personajes que ya están en esa página.
Ahora sé que el camino personal está determinado por algunos hechos y sentimientos de familiares significativos que vivieron circunstancias y contextos diferentes. Ese dolor desgarrador que no me pertenece puede liberarse.
Existe una filosofía y psicología familiar que viaja a través de las generaciones, permanece viva en el tiempo sin darnos cuenta. Enredos que promueven repeticiones y tensiones emocionales. Familias en que los pleitos son parte del escenario y otras donde estos se olvidan con facilidad. Ahora esto se puede resolver. Lolita nos comenta: Me tocó vivir muchas tristeza y soledad de mi familia, el poder distinguir entre las mías y las de ellos, disminuyó en forma importante mi dolor y mi tristeza.
Los seres humanos buscan orden y estabilidad tratando de que el desorden sea menor; sin embargo cuando este surge, se pueden romper barreras internas con rapidez y surgen sentimientos de miedo y desamparo. Las tinieblas del interior aprovechan cualquier excusa para emerger.
Es necesario aceptar que la vida no siempre es la fiesta que hubiéramos deseado o fantaseado, pero que vale la pena vivirla. Disfrutar al amanecer y agradecer el estar vivos. Queremos la vida intensa y con emociones constantes y perdemos de vista lo cotidiano que construye nuestro diario vivir. Ese diario suceder que trae quebrantos y tristezas, emociones y alegrías y nos permite salir del hastío y la soledad.
Nada es para siempre. Las alegrías y las tristezas son momentos que se quedan y forma parte del equipaje con el cual viajamos igual que los huecos y vacíos propios y heredados. Hay que aprender a guardar ciertos momentos de felicidad. Aunque pasaron, van llenando la canastita con la cual viajamos. Alimenta nuestra parte espiritual y material. Una gran ayuda para encontrar esa paz interna que buscamos sin cesar.
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