Amor y pasión son absolutamente distintos; existe el pasional; torbellino que es una bendición y un riesgo a la vez, unión de todas las expresiones, de toda la gama de signos que se conjugan en un momento, para muchos la más fuerte de las drogas duras, cercana casi al poder absoluto.
El sano, el que vincula por lapsos mayores y con lazos estrechos es diferente; sabemos que nadie puede dar ni una pequeña porción de aquello de lo que carece, para entregarlo, para darlo, requerimos cuidarlo y hacerlo crecer en cada instante, tenerlo como riqueza acumulada, enaltecerlo, desarrollarlo y ensancharlo.
Para poder contar con este tesoro precisamos amarnos a nosotros mismos, tenernos en principio como compañeros de viaje pero también como mejor amigo, como consejero, como partícipe y actor principal de nuestra película.
En referencia al que se da en pareja, la plenitud se manifiesta cuando hay correspondencia, cuando hay promesas cumplidas.
Bien es cierto que el parte de sacrificios pero mal hacemos cuando estos transitan hacia el abuso de alguno o a las posibilidades que generan el maltrato.
Se protege, difícilmente se sostiene así mismo en una autosuficiencia derivada de la nada, precisa el mismo cuidado que el mejor de los floricultores le proporciona a una mítica orquídea azul del despeñadero en una cascada.
Tres son los deseos que racionalmente sabemos llenan el espectro: salud, dinero, amor.
Sin el primero las tentaciones a la dependencia nos hace vulnerables, nos hacen objeto en vez de sujeto de una relación; el segundo dista de la riqueza, en su interpretación más amplia, se refiere a un trabajo placentero que permita que nuestra autoestima crezca y que elimine la angustia que genera la ausencia de recursos que sostenga la
dignidad de vivir.
Cuando este se encuentra sometido a condiciones distintas nos hace frágiles, nos quita los elementos para afrontar lo cotidiano.
Soporta las bajas y las altas de todo proceso temporal, la compensación cae en el mundo de las personas reales, de carne y hueso como dice el dicho, y hace que los compromisos se circunden de sapiencia, de ingenio y de procuración de ilusiones.
El amor dista de decepciones y sufrimientos extremos, evita las trampas de intentar inequidades y circunstancias ajenas, al respeto que nos debemos los unos a los otros y de cada uno hacia sí mismo.
Como dijimos, para dar amor debemos de tenerlo, debemos demostrarlo permitiendo el enriquecimiento de los sentimientos y de ese ser especial al que nos unimos, dejar a un lado los apegos o las confusiones de su interpretación, mantener vivas las ilusiones.
Los parámetros donde calificamos la decepción, el sufrimiento, el amor en los demás y que los fijamos como paradigmas propios, están obligados a partir de que estos son absolutamente personales; todo el mundo ama distinto, debemos dejar atrás los famosos clichés del amor de telenovela.
El amor parte del respeto por uno mismo, de entender que las individualidades matizan a la pareja y que cuando el amor es sabio hace que la suma de uno más uno sea siempre más de dos.
Las palabras son mágicas, cuando tienen el orden adecuado, empoderan.
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