Sólo en raras ocasiones se le dio tan poca atención al conflicto entre Israel y la Autoridad Palestina (AP) como ahora. Dada la amenaza del Estado Islámico (EI), la catástrofe humanitaria en Siria, los conflictos de poder entre Irán y Arabia Saudita, y las dificultades de Egipto con los islamistas radicales, es difícil encontrar a alguien en Estados Unidos, la Unión Europea (UE) o en los países árabes que esté pensando sobre israelíes y palestinos. Pero el problema no va a desaparecer.
En los últimos cinco meses, hubieron más de cien ataques terroristas individuales perpetrados por palestinos contra israelíes. A manera que los riesgos se incrementan, ambas partes están cada vez más teniendo sus dudas de que algún día se alcance un acuerdo definitivo. Con los palestinos divididos y sus líderes desacreditados, y un gobierno de ultraderecha en Israel, el conflicto no parece resolverse. Pero esa es la razón primordial por la que se debe pensar en qué se puede hacer para preservar la posibilidad de que lleguen a existir dos Estados, particularmente ahora que los palestinos entran a un incierto periodo de sucesión.
Cualquier nueva iniciativa debe comenzar con la liberación de tensiones y la restauración de un sentido de posibilidad. Dada la parálisis palestina, la manera más directa para comenzar a cambiar el clima entre israelíes y palestinos sería influyendo en la política de asentamientos de Israel para que se adopte una nueva manera de lidiar con esa contenciosa situación.
Pero no todos los asentamientos son iguales. En mayo de 2011, Obama pronunció un discurso en el que habló sobre las fronteras establecidas en cualquier pacto de paz que se basan en las líneas fronterizas de 1967, con intercambios territoriales en acuerdo mutuo para compensar a los palestinos por los bloques asentados que los israelíes retendrían. Pero desde entonces, la política de la administración del líder norteamericano continúa catalogando toda actividad de asentamiento como inaceptable, desestimando la distinción planteada por el mismo presidente. La inhabilidad de la administración para diferenciar la actividad de asentamiento dentro y fuera de tales bloques de hecho empoderó aún más a la derecha israelí, debido a que la mayoría de los israelíes demarcan una distinción entre los dos. La postura de Obama parece estar desechando las necesidades israelíes.
Una manera distinta de abordar la cuestión en torno a los asentamientos podría alterar dicha percepción. Esto se guiaría en base al entendimiento de que aproximadamente el 80% de los colonos viven aproximadamente en el 5% de la Cisjordania adyacente a las líneas fronterizas de 1967 y dentro de la cerca de seguridad. La mayoría del 20% restante vive afuera de la cerca de seguridad, en el 92% de Cisjordania.
Una nueva postura estadounidense reconocería que el construir dentro de los bloques no cambiaría los contornos de la «Hoja de Rutas». Mientras que no se está respaldando ningún tipo de actividad de asentamiento, no obstante, se buscará canalizarla hacia áreas que probablemente formarán parte de Israel, cualquiera que sea el resultado del establecimiento de dos Estados. En 2008, el presidente de la AP, Mahmud Abbás, reconoció implícitamente en principio el asentamiento de bloques que siguen siendo parte de Israel, ofreciendo 1.9% de este territorio, durante las negociaciones, a cambio de tierras dentro del Estado hebreo.
Eso no significa que Abbás aceptará una postura norteamericana que establezca una distinción entre las construcciones asentadas dentro y fuera de los bloques. El presidente palestino teme que reconocer cualquier asentamiento sería equivalente a admitir la ocupación. Pero en una época en la que él mismo está aportando muy poco a su pueblo y los sondeos indican que la mayoría cree que Israel continuará tomando para sí más tierras de Cisjordania, podría ser importante mostrar que el Estado judío deja de construir en el 92% del territorio. Si los proyectos de construcción palestinos en el Área C – el 60% de Cisjordania que está controlado exclusivamente por Israel – fueran permitidos al mismo tiempo, los palestinos podrían volver a creer que un cambio es posible.
Desafortunadamente, en el actual contexto de suma cero, cuando reina la violencia, la inseguridad y la falta total de credibilidad, es muy probable que Netanyahu vea tales mociones como inaceptables al menos que Israel reciba algo significativo a cambio. Es ahí donde Obama podría ofrecer varias cosas que son de suma importancia para Bibi.
Primeramente, el presidente podría prometer vetar toda resolución sobre los asentamientos (o ser percibido como anti-israelí) en el Consejo de Seguridad de la ONU. Segundo, podría acordar no presentar al Consejo una resolución norteamericana sobre los parámetros para resolver el conflicto. Tercero, podría comprometerse a presionar a sus socios europeos y árabes para denunciar los esfuerzos palestinos contra la normalización de los contactos entre Israel y la AP, enfatizando que la iniciativa palestina de delegitimar a Israel no es consistente con el establecimiento de dos Estados. Podría también acentuar en el contraste entre la adopción de una política de asentamientos por parte de Israel con el establecimiento de dos Estados y las posturas palestinas que socavan dicha opción.
Pero, claro, Israel tendrá que adoptar una política de asentamientos que creíblemente le ponga fin a las construcciones fuera de los bloques. Adicionalmente a que Netanyahu declare públicamente que ya no construirá fuera de la cerca de seguridad, Obama necesitaría de varios entendimientos privados para poder cumplir con su parte del acuerdo: Primeramente, no agregar construcciones en lugares a lo largo de Cisjordania, como Ariel, en donde residen unas 20 mil personas y que es muy probable que resulte ser una cuestión muy difícil de resolver en las negociaciones finales. Segundo, Israel no construirá en los barrios árabes de Jerusalén Este. Tercero, Israel aceptará el principio del intercambio de territorios.
Si Bibi se mostrara dispuesto a aceptar esa postura, ello daría pie al inicio de la conformación de dos Estados, restándole fuerza al movimiento de delegitimación a nivel internacional y le otorgaría a al presidente norteamericano la potencialidad para bloquear futuras sanciones europeas en contra de Israel. También – después de décadas – los asentamientos dejarían de ser una constante molestia para las relaciones entre Obama y Bibi.
Estados Unidos e Israel tienen interés en llegar a cumplir con esos objetivos, pero deberán hacer uso de una diplomacia quirúrgica para poder realizarlos.
Es tiempo de hacerlo y comenzar a restaurar nuevamente un sentido de posibilidad. Nuestros hijos y nietos se merecen algo mucho mejor que lo existente. Y cualquier otra alternativa es sangre y más sangre.
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