En el siglo XIX británico, dos personajes de ascendencia judía tradujeron en hechos los valores que asimilaron desde la temprana adolescencia. Uno nació en Inglaterra y el otro en Alemania, y ambos gravitan hasta estos días- con desiguales modalidades- en el escenario europeo y mundial.
Aludo a Benjamín Disraeli y a Karl Marx. El primero amplió los dominios de Inglaterra en términos políticos y económicos desde Egipto, India y Australia sin eludir países latinoamericanos en tanto que Marx enhebró la ideología que dio impulso revolucionario a una emergente clase social que en el curso de los días propiciará revoluciones y modelará la estructura y el hacer político no sólo en Rusia, China y Cuba.
Interesa aquí y ahora el judío británico; Karl Marx tal vez merecerá atención en futuras páginas.
Disraeli- singular trayectoria
Sus orígenes familiares se remontan a la España inquisitorial en los siglos que precedieron al Renacimiento. De este país la familia transitó a Italia y a Francia, y en los inicios del siglo XIX Isaac y Miriam Disraeli levantaron al fin hogar en Londres. Siguiendo los principios judíos no descuidaron ni la circuncisión de los hijos varones ni el empeño en ofrecerles la más alta y diversificada educación. Sin embargo, un espinoso conflicto con los líderes de la sinagoga londinense llevó a Isaac a alejarse de ellos y a tomar una decisión radical: la aceptación del credo protestante a fin de abrir a la familia un promisorio futuro. En el andar del tiempo y para su sorpresa, Benjamín revelará una acerada adhesión al memorial judío sin abandonar su nueva identidad.
Así, desde muy joven Benjamín asumió actitudes rebeldes tanto en el tejido de sus relatos como en la actividad pública y política. Cuando contaba apenas 23 años, escribe y publica sus primeras novelas- Vivian Grey y Sybil entre ellas – que suscitan público interés y le reportan algún ingreso. No obstante, estuvo lejos de superar las páginas de un Dickens, el escritor que a la sazón dibujaba las miserias que pululaban en las calles de Londres.
Disraeli no se limitó a las tareas de escritor. Se insertó además en empresas que propiciaban actividades comerciales y mineras en México y en Argentina conforme al afán imperialista británico. Actividades que le reportaron algunos recursos para reducir la voluminosa carga de sus deudas. Se adelgazarán considerablemente al contraer matrimonio con Mary Anne Lewis, rica viuda doce años mayor que él. Vínculo que nació de un frío cálculo que se transforma más tarde en íntimo y entregado amor. Seguirán juntos en la vida y en la tumba.
Disraeli gustaba recorrer las calles de Londres como un coqueto dandy vestido con sombrero y ” pantalones de terciopelo verde “apenas convencionales. Semblante que no le cerró el ingreso- frisando los treinta años- al parlamento inglés en los marcos del partido conservador Tory. Filiación que no le impidió promover normas y actividades que conducirán a incorporar en la vida pública y política de Inglaterra a diferentes grupos y clases, marginados hasta aquel momento. Así adelantó sin reservas ni escollos un cambio que para Marx constituía entonces una exaltada aspiración ideológica.
Y nunca olvidó su origen. En la biografía que dedicó a su guía espiritual George Bentinek escribe: “los judíos representan el credo semita, es decir, todo lo que es espíritu en nuestra naturaleza. Cuidan las tradiciones y preservan el afán religioso abogando por la natural igualdad entre los hombres…Todos descansamos el séptimo día gracias a los principios judíos…” Y cuando un parlamentario lo agrede por su origen responde: ” …soy judío. En los tiempos que abuelos y padres de usted respetable gentleman eran crueles salvajes en una remota isla, mis antepasados oraban en los patios del Rey Salomón.” En estos contragolpes parlamentarios muy pocos lo superan como orador; su conspicuo rival es William Gladstone , en su opinión ” un sofista intoxicado por la abundancia de sus palabras. ”
Cabe recordar que en la Inglaterra victoriana las manifestaciones antisemitas tenían entonces menos peso que en el resto de Europa. Sin embargo, hasta la mitad del siglo XIX, judíos y católicos carecieron de acceso a puestos parlamentarios. En el parlamento inglés, la aceptación de la fe protestante era a la sazón requisito para aquellos movidos por ambiciones públicas. El economista sefaradí David Ricardo y el propio Disraeli se ajustaron a esta exigencia.
En 1837 inició una larga peregrinación por Tierra Santa y Egipto. Una aventura que enriqueció tanto su habilidad política como su origen. Escribirá: ” En Jerusalén encontré un pueblo romántico y santificado… fuente de mi sangre y de mi nombre…”
Gracias a un obstinado empeño dirigido a cambiar el cristiano juramento de rigor para ingresar al Parlamento, su cercano amigo Lionel Rothschild pudo por fin acceder a este recinto. El padre de Lionel había facilitado recursos a las fuerzas inglesas en la confrontación contra Napoleón, y su tío financiaba en Viena los carriles del tren. Red familiar que tendrá importante lugar en el historial de aquellos y de nuestros días. Los fines de semana Benjamín y Lionel acostumbraban cenar juntos en la casa del primero.
Ciertamente, no fue fácil lograr un cambio radical en el juramento como requisito para ingresar a los foros políticos de Inglaterra. Al auspiciarlo Disraeli recordó a sus miembros que ” deben ustedes al pueblo judío vuestro cristianismo…Y como cristiano que soy no permitiré alejar de esta Casa a aquellos que se identifican con la religión que modeló a nuestro Señor…”El cambio fue al fin aprobado por una amplia diferencia de votos en julio 1858, permitiendo a Lionel Rothschild el ingreso al Parlamento.
En contraste con Marx, Heine o Mendelsohn que no pocas veces lamentaron o escondieron el origen judío, Disraeli jamás aceptó que la adhesión al judaísmo es una debilidad. Por el contrario, consideraba que era semilla de iniciativas, espíritu investigador, cultura, justicia, y fecunda variedad. Firme convicción que presidió su hacer intelectual y político. No por accidente en 1853 la Universidad de Oxford le concedió un título honorario, y durante largo tiempo será rector de la universidad de Glasgow.
En su carácter de Primer ministro durante la segunda mitad del siglo XIX desplegó múltiples actividades en Europa con el fin de asegurar el dominio británico no sólo en este continente; también en la India y en África, incluyendo a Egipto y Australia. Además, acertó a resistir las tendencias expansivas de Rusia y de Turquía en el Medio Oriente y, en particular, aseguró el control absoluto del canal de Suez. No debe sorprender: en 1870, al tener lugar el Congreso de Viena, Bismarck reconoció públicamente el talento de Disraeli con una palabra: ” Es un hombre…”.
Su personalidad y actuación política merecieron la apretada cercanía de la Reina Victoria. Ésta le llamaba cariñosamente Dizzy. Al enviudar, se estrechó fuertemente el nexo entre ellos. En respuesta a algunas murmuraciones Disraeli escribió: “…ciertamente, Victoria es la Reina de Inglaterra, pero también es mujer…”
En sus últimos años Disraeli multiplicó sus títulos de nobleza. Al fallecer a sus 76 años en 1881, la cercana Reina y Emperatriz de la India no pudo por ley asistir al entierro. Y confesó: “… nunca tuve un ministro tan dedicado…he perdido a muchos amigos pero a nadie como él…”
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