Todos hemos estado expuestos a juegos de cartas, dominó o algunos en los cuales las posibilidades de ganar o perder no dependen de la habilidad del jugador sino exclusivamente del azar. Sin embargo, quizá nunca haya pasado por nuestra mente la posibilidad de que esta actividad tan entretenida y aparentemente inofensiva, pueda convertirse a una adicción similar a la que generan sustancias como el alcohol o las drogas.
La historia nos muestra que la afición de los seres humanos por los juegos de azar y las apuestas, es probablemente tan antigua como la civilización, siendo parte presente en todas las sociedades antiguas y modernas. El juego patológico, también llamado “Ludopatía”, fue reconocido oficialmente en el año 1980 cuando la Sociedad Americana de Psiquiatría lo incluyó por primera vez como trastorno en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en su tercera edición (DSM-III). Los síntomas que se mencionan son: preocupación (pensamientos frecuentes sobre experiencias relacionadas con el juego), tolerancia (cuando se requiere apostar más o más frecuentemente para experimentar la misma emoción), abstinencia (Inquietud o irritabilidad asociada con los intentos de dejar o reducir el juego), evasión (jugar para mejorar su estado de ánimo o evadirse de los problemas), mentiras (ocultar las cantidades destinadas al juego mintiendo a su familia, amigos o terapeutas), pérdida de control en su forma de jugar, arriesgar relaciones significativas (tanto personales como laborales), revancha (cuando se intenta recuperar las pérdidas del juego con más juego) o recurrir a recursos ajenos acercándose a otros para obtener ayuda financiera como consecuencia de sus apuestas.
Uno de los puntos que nos dificultan entender que la ludopatía es una adicción, es que no se consumen sustancias que alteren la percepción del mundo o el estado de ánimo. Hoy en día algunos autores consideran al juego como un modelo de adicción sin tóxico, pues parece ser similar a otras adicciones debido a que estos trastornos involucran la parte del cerebro que se denomina el “centro del placer” o vía dopaminérgica de la recompensa. Como ocurre con otras adicciones, la ludopatía persiste en sus conductas a pesar de las consecuencias negativas y los conflictos que éstas provocan en el ámbito personal, conyugal, familiar y social. Mientras la compulsión al juego avanza, se acumulan las deudas y se terminan los recursos financieros, por lo que los adictos buscan “soluciones” desesperadas para conseguir dinero y “recuperarse” a través del juego, como robar o solicitar nuevos créditos para tapar las deudas más difíciles de ocultar. Esta enfermedad puede estar acompañada depresión, ansiedad, ataques cardíacos por consecuencia del estrés, así como ideaciones suicidas por desesperación si no recibe tratamiento.
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