Erick Erikson, psicoanalista, en su libro Identidad, Juventud y Crisis (1968), indica que la etapa adolescente se caracteriza por una crisis normativa cuyo eje central es la identidad. Ésta se elabora desde su punto de vista en:
Difusión de identidad o la búsqueda que hace el adolescente para ampliar sus experiencias, abandonando conductas y rasgos de comportamiento que le caracterizaban y daban seguridad. Las nuevas experiencias y vivencias, tanto emocionales como cognitivas, compensan de alguna manera su anterior conducta.
Confusión de identidad:
Durante esta etapa, el adolescente se sumerge en un estado de revolución interna y un aislamiento de la realidad, es una etapa de empobrecimiento de sus logros emocionales y cognitivos; se le dificulta asumir un rol y se evade de distintas maneras: no asiste a la escuela, no hace sus trabajos, muestra actitudes inadecuadas y poco comprensibles… todo es interno en la búsqueda y aceptación de su identidad.
Identidad Negativa:
Según el psicoanalista, ésta aparece ante el sentimiento de una falta de identidad aceptable, comportándose de manera hostil hacia los roles adecuados o deseables: no se baña, duerme mucho y otras tantas cosas en contra de lo que la sociedad y padres esperan de él. La problemática se hace presente, cuando el adolescente no logra un compromiso con un rol determinado, es cuando puede caer en aislamiento social, delincuencia o drogas con el fin de evitar o postergar su identidad. Esto no es irreversible según el autor y con adecuada asesoría y apoyo el adolescente puede llegar a una identidad positiva que le permita ampliar las fronteras de su mundo y obtener un bienestar psicológico.
Para los padres, es un época difícil dado que ellos mismos en sus cuarenta o más pasan una crisis de identidad importante en relación a sí mismos, a sus logros y metas propuestas; siendo esta etapa de vida para la familia una etapa en la cual sólo a través de una comunicación clara y fluida las familias la pueden superar.
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