Derechos y obligaciones

La ley me da el derecho de conducir un automóvil, el derecho y la obligación de tener una licencia de manejar, y yo asumo la obligación de cumplir con la legislación en materia de vialidad. Si quiero los derechos, pero no las obligaciones, voy a tener problemas con la ley o incluso peligrará mi vida y la de los demás. La esencia de un acto delincuencial es la misma: querer los derechos sin cumplir con las obligaciones. Si tu hijo(a) adolescente quiere derechos de adulto independiente, debería tener obligaciones de adulto independiente. Regresar a casa a la hora que él o ella quiera será posible cuando viva sólo y sea independiente. Más libertades equivalen a más obligaciones. Si ejerce un derecho, pero no la obligación correspondiente, algo en la relación se fractura.

Los grupos sociales, desde un país a una familia, operan en función a la reciprocidad y la cooperación. Incumplir pactos equivale a tener y querer derechos u obligaciones que no corresponden. Una relación desequilibrada erosiona el pacto social. Los ciudadanos tenemos el derecho de cumplir la ley, la autoridad tiene el deber de hacer cumplir la ley y ejercer las consecuencias legales en caso de incumplimiento. Ver a ciudadanos incumplir la ley y a la autoridad omisa desgasta el Estado de derecho. No hay otro territorio tan evidente como lo que sucede en la vialidad para establecer un contagio negativo o positivo, en contra o a favor del Estado de derecho.

Elevar la cultura cívica de los ciudadanos implica el entendimiento y respeto al equilibrio entre derechos y obligaciones. En alguna ocasión me comentó el gran David Konzevik su preocupación porque en el mundo había una especie de ola en favor de los derechos humanos, pero no se mencionaban las obligaciones humanas. Tan es así que existe un día en favor de los primeros (10 de diciembre), pero no hay una fecha conmemorativa para las segundas. Generar ciudadanos demandantes de derechos, pero poco o nada conscientes de sus obligaciones, es generar una sociedad disfuncional. Derechos y obligaciones debería ser una materia permanente y adaptada a todos los grados escolares, para ejercer la práctica de una cultura de responsabilidad individual y colectiva.

Una democracia sana implica la búsqueda del equilibrio entre estos dos conceptos. Cuando los gobernantes no cumplen con sus obligaciones básicas, los ciudadanos quedan a la deriva. ¿Nos extraña ver la petición de seguridad y justicia que un grupo de mujeres wixárikas hacen a un líder de la delincuencia, en lugar de dirigirse al gobierno legítimo? Parte del equilibrio en el funcionamiento de la sociedad y el gobierno son las prácticas que regulan derechos y obligaciones. Eliminar organismos regulatorios autónomos atenta contra el derecho que tiene la sociedad para ejercer un contrapeso a la inercia del Estado, no siempre justo, no siempre eficaz. Lo que debe buscarse es que los órganos regulatorios funcionen bien y para el bien social, sin corrupción; no eliminarlos de tajo.

El poder político y la legitimidad del gobierno provienen del consentimiento de los gobernados. Éste es el fruto de la democracia. La autoridad gobierna legítimamente solo si respeta el contrato social. La búsqueda de un ejercicio gubernamental sin contrapesos es querer los derechos sin las obligaciones. ¿A cambio de qué debería ceder la sociedad el derecho de regular a los mandatarios? Thomas Hobbes, filósofo, autor de “Leviatán”, sostiene que, para vivir en sociedad, los ciudadanos deben ceder ciertos derechos al Estado a cambio de protección y orden (la primera es la fundamental razón para la existencia de un Estado). ¿Y cuando ni siquiera contamos con protección y orden?

Tenemos el derecho a un mejor país, también la obligación de construirlo.

@eduardo_caccia