Humanismo del otro Hombre

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El libro Humanismo del Otro Hombre se publicó en francés en 1972, pero pudo haber sido escrito esta mañana y sería tan realista, atinado y necesario –o tal vez más- que entonces:

“La crisis del humanismo en nuestra época tiene, sin duda, su origen en la experiencia de la ineficacia humana que acusan la abundancia de nuestros medios de actuar y la extensión de nuestras ambiciones” Su autor es Emmanuel Levinas, filósofo judío francés que estudio con las grandes estrellas de la filosofía en  Alemania y Francia del siglo pasado  en un sistema y una filosofía nuevas: el existencialismo cuyo tema central era la ontología {estudio del ser y del ente}. Emmanuel dio un paso adelante:  lo más importante era la Ética. Tenía la experiencia de haber sobrevivido un Campo de Trabajo nazi para soldados franceses. Tenía la experiencia de haber vivido el mal.

Emmanuel nació en Kovno, Lituania, el 12 de febrero de 1906, el hijo mayor de tres de una pareja judía que emigro y llego a asentarse en Francia, Emmanuel se nacionalizo francés en 1930.


En su discurso filosófico descubrió la importancia del otro, el no-yo; la naturaleza no es moral o social, la  relación ética que germina a partir del encuentro con el otro, un encuentro cara a cara,  es la experiencia fundamental de la responsabilidad ética: la obligación de actuar de cierta manera. Es nuestra primera experiencia y allí debe empezar la filosofía.

Levinas no propone reglas de conducta, sino el saber del sujeto que encuentra al otro  y la experiencia de la obligación ética que solo puede tener sentido empezando con un yo {totalidad e infinito}. Porque estamos anclados en la subjetividad no podemos proyectar al otro el conocimiento de nosotros y la obligación que lo acompaña. Reconocemos al otro por su cara con sus sugestiones de subjetividad  y queda por siempre fuera de nuestro alcance. Nuestra relación es “relación sin relación” en tanto que no poseemos conceptualmente a la persona. Nuestra relación con cualquier objetivo  es “relación de comprehension” por la que lo poseemos como objeto, como cosa. En cambio la relación con el otro  es una “relación de oración”.

El no poder poseerlo introduce en la experiencia una exterioridad irreductible que marca los límites de nuestro ser y hace del encuentro cara a cara un encuentro ético. Al percibir la imposibilidad de conocer al otro, también reconozco la existencia de estándares de responsabilidad fuera de mi dominio y me encuentro dentro del campo propio de la ética.

Levinas sostiene la existencia de la obligación moral y su prioridad subrayando el encuentro cara a cara:

La obligación que impone es enorme e infinita, cada yo es totalmente responsable del otro, estamos obligados a hacer por cada persona que encontramos de lo que somos capaces de hacer. Nada nos indica que debemos sentir la obligación, solo podemos analizar el hecho de que la sentimos.

La responsabilidad es siempre más antigua que el saber de la sustancia; el yo responsable por los otros  no se preocupa por la responsabilidad de los otros, no espera reciprocidad ni le debe nada a mi liberta.

En una guerra el otro es algo a destruir, se le  priva de humanidad o semejanza, no tiene nombre, es el enemigo; pero si se conoce, si se sabe su nombre, si hemos visto su cara en la que se manifiesta  rebasando toda idea previa y se niega a ser catalogado no podemos escapar a su rostro, algo que se ha manifestado: una responsabilidad. Es una ética de amor donde no cabe sino responder a ese rostro que se interpreta desde su desnudez y desprotección.

En la ética de la responsabilidad por el otro solo puedo destruir a la persona reducida a objeto.

El otro se revela a través de sus palabras, el lenguaje es la morada del ser, como alguien diferente a mí. Su rostro desnudo me interpela, suplica y exige. Ante esa llamada solo cabe la hospitalidad, el amor al extraño.

Concebir al ser como una orientación, un movimiento que va de lo idéntico hacia el otro que no retorna jamás el mismo, es una relación con el otro alcanzado pero no tocado. “Es el ser para más allá de mi muerte”.

Emmanuel Levinas murió en París el 25 de diciembre de 1995

Acerca de Alicia Korenbrot

Nació en la Ciudad de México, terminó sus estudios de Filosofía en la UNAM, es Escritora y traductora. Actualemente reside en Israel.

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