La bicicleta chueca

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Decía Pavlov que si la conducta puede aprenderse, puede desaprenderse. Cabe preguntarnos, como sociedad, ¿qué hemos aprendido y qué hemos desaprendido? Seré simplista: hemos aprendido a usar el cinturón de seguridad, hemos aprendido a hacer apología del narcotráfico, hemos desaprendido a ceder el asiento a una dama o una persona mayor, hemos aprendido que al cine ya no hay que entrar en tropel para “ganar” un lugar, hemos desaprendido (los jóvenes) a moderar el lenguaje altisonante en público, hemos aprendido que la energía eléctrica se puede robar con un “diablito”, hemos aprendido que si robas o matas hay más probabilidad de que no te castiguen a que te castiguen, hemos aprendido que con dinero e influencias puedes arreglar tu situación jurídica, etcétera. Las conductas que aplaudimos o condenamos son producto del efecto aprender y desaprender.

Bajo esta lógica, mejorar una sociedad es hacer que aprenda y desaprenda algo. Y aunque la principal educación se da en casa, no es suficiente para contrarrestar la inercia de una sociedad dañada en su sistema de valores. ¿Cómo reprogramar a la sociedad mexicana? La respuesta excede mis capacidades, aunque me atrevo a dejar pistas con una historia: la bicicleta chueca. Luego de conocerla, coincidirán conmigo que no basta enseñar civismo, no basta difundir conocimiento e información de lo que debe hacerse y lo que está prohibido, necesitamos que la gente comprenda y sepa hacer aquello que como sociedad nos haría mejores.

Destin Sandlin retó la consigna “es fácil, es como andar en bicicleta”. Aunque dominaba los pedales desde niño, dejó de saber hacerlo. En un taller donde trabajaba, los herreros hicieron una broma a los ingenieros, modificaron una bicicleta para que, al girar el manubrio, la llanta se moviera en sentido inverso. Retaron a Destin para que usara esta bicicleta “especial”. No pudo andar ni un metro. El aprendizaje que tenía anclado en su cerebro hacía que su coordinación motriz entrara en crisis. Destin tenía el conocimiento de cómo andar en bicicleta, pero no la comprensión. Esta sutileza encierra la semilla de cambio social que podríamos generar. Destin estaba programado para operar la bicicleta bajo ciertos parámetros; esto equivale a una sociedad donde hay más personas que han decidido participar en actividades ilícitas. Destin necesitaba desaprender la forma tradicional de andar en bicicleta para aprender la nueva forma de operar la bicicleta inversa. La sociedad necesita desaprender la cultura de ilegalidad para aprender la cultura de legalidad.


Este mismo esquema es el que forja la cultura organizacional en determinada empresa. La conducta es aprendida y a través de un sistema de premios y consecuencias se consolida y multiplica. Más personas viendo cumplir generan la posibilidad de cumplimiento. Más personas viendo delinquir generan la posibilidad de delinquir. Destin tuvo que desaprender para aprender. Cuando quiso usar una bicicleta convencional, no pudo. Su cerebro se había reprogramado. Este proceso de desaprender-aprender es particularmente crítico durante la infancia, por la plasticidad neuronal de los niños.

Nuestros sesgos cognitivos nos programan para aprobar o rechazar personas, a botepronto. Por cierto, quisiera que mucha gente que hoy se indigna con el contenido de libros de texto que no han leído (yo tampoco, y ni los ataco ni defiendo), se indignara también con su propio comportamiento cada vez que transgrede el reglamento de tránsito en su ciudad o cuando no paga impuestos. Es en el hacer, mejor dicho, en el saber hacer, donde podemos cambiar este país.

@eduardo_caccia

Acerca de Eduardo Caccia

Desde que Eduardo Caccia (Ciudad de México, 1962) era niño, estuvo en búsqueda para descubrir lo extraordinario y tener respuestas a preguntas paradójicas. Su deseo era convertirse en arqueólogo; la vida lo puso en otra dirección, que lo llevó a la investigación no tradicional de consumidores. Según dice, esta actividad semeja mucho a la del arqueólogo, pues consiste en escarbar profundo en las capas de la mente humana, hasta el fondo, donde están enterrados los tesoros.Eduardo Caccia reta el statu quo muy a su manera, se nombra “Any Possibility Officer” en Mindcode, la empresa de neuromarketing que fundó para hacer innovaciones y posicionamiento de marcas. Es coautor de la metodología brandgenetic y creyente en la integración de las ciencias sociales con los negocios, para mejor entender la conducta del consumidor. Su meta ha sido ser un puente entre la academia y los negocios.Licenciado en Administración de Empresas, Eduardo ha sido profesor universitario en la Universidad Panamericana, miembro de la Universidad de San Diego, en la Oficina de Educación Corporativa y Profesional, también ha escrito artículos sobre marcas y temas de código cultural en prestigiadas publicaciones como Expansión, Reforma, Mural, El Norte, La Jornada. Eduardo es conferencista y ha dado cientos de conferencias y presentaciones en diferentes temas, en varios países. Como observador y estudioso de la conducta individual y de grupos, ha escrito artículos para entender y mejorar la convivencia urbana y rescatar las tradiciones y los barrios temáticos de las ciudades.Sus aportaciones han ayudado a más de cien diferentes marcas, muchas de las cuales están dentro de las 500 de Fortune: Pepsico-Sabritas, Danone, Kellogs, Nestle, Nextel, Italiannis, Lawry’s, Bimbo, Cinépolis, Tequila Cuervo, Tequila Sauza, Pedro Domeq, Casas Geo, Maseca, Promexico, TVAzteca, Televisa, Holcim Apasco, Microsoft, Mabe, Smuckers, Folgers Cafe, Tecate, Wings, Fiesta Inn, Fiesta Americana, Marlboro, Alsea, Tecate, Pepsico, Oxxo, DHL, El Globo, Coca Cola, Bacardi, Tecno Lite, Michelin, Gayosso, entre otras.

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