El sentimiento de gratitud no corresponde a una de las emociones básicas. Para experimentarlas se requieren una serie de procesos complejos en la mente. No todo el mundo puede experimentar gratitud. Es una virtud reservada para los espíritus más elevados y para las inteligencias mejor desarrolladas.
A diferencia de otros sentimientos, el de la gratitud no aparece como un impulso simplemente. La gratitud exige que haya un sistema de valores éticos, en donde estén resueltos los conceptos de dar y recibir, además de una renuncia a la visión egocéntrica de la vida.
La gratitud puede definirse como un sentimiento de aprecio y valoración por las acciones que otros hacen a favor nuestro. Implica una suerte de deuda moral con quien nos hace bien. Deuda que no significa hacer un cálculo para redimirla, sino elevar la estima por quien nos hace un favor o nos prodiga un bien, y estar abiertos a la posibilidad de corresponder por el beneficio recibido.
No solamente los seres humanos experimentan este sentimiento; también los animales superiores cuentan con esta virtud, aunque la expresen en forma rudimentaria. Un perro, por ejemplo, entrega su lealtad a quien se ocupa de cuidarlo y amarlo.
Las personas que no son capaces de experimentar gratitud tienen un elevado narcisismo; no solamente tienen problemas de memoria, sino que también dan por sentado que merecen toda la ayuda que reciben. De hecho, muchos de ellos se atribuyen por completo los beneficios que obtienen y omiten por completo lo que los demás aportaron para poder lograrlos.
La ingratitud es propia de personas que han sido criadas con exceso de gratificaciones. No se les enseña a valorar lo que otros les dan. Sus padres les inculcan la idea de que lo merece todo, por ser quien es.
Quien ha pasado por dificultades y las ha resuelto, sabe el inmenso valor que tiene la ayuda de otros. Nada como sentirse impedido para algo, o atrapado o vencido, para entender que la mano que otro tiende es un verdadero regalo del cielo.
La gratitud es un sentimiento sutil y sofisticado, casi un arte. La gratitud germina sobre la convicción de que los seres humanos somos incompletos y que nos necesitamos mutuamente. Es el producto de haber desarrollado una ética de cooperación, en lugar de una actitud de competencia o confrontación.
Los agradecidos son también personas que difícilmente dan cabida a sentimientos negativos como el arrepentimiento, el resentimiento y la envidia. Son capaces de sentir gratitud, precisamente porque eligen ver lo mejor de las personas y guardarlo en la memoria.
También son más generosos; reconocen que la ayuda mutua es un valor importante y por eso no solamente son capaces de apreciar la ayuda que reciben, sino que también están dispuestos a ayudar a otros.
Por eso no todos saben agradecer y es que es una virtud que solamente tienen los mejores.
Cómo practicar la gratitud:
Ahora que ya conoces algunos de los beneficios de la gratitud a continuación, te enseñamos algunas actividades para ponerla en práctica:
1.-Diario de gratitud
Consiste en dedicar unos minutos al día para anotar, en un cuaderno o en tu agenda, tres experiencias positivas del día por las que te sientes agradecido. No tiene por qué ser algo extraordinario o de gran impacto. Lo ideal es empezar a valorar las pequeñas cosas del día a día, y dar gracias por ello.
Puede ser algo tan sencillo como agradecer por el café recién hecho en las mañanas, la llamada de un gran amigo, haber gozado de buena salud durante el día o el abrazo de un ser querido, etc. Se recomienda hacerlo antes de irnos a dormir, así terminamos el día con un toque positivo.
2.-Levantarse dando las gracias
Asimismo, es ideal empezar el día con buen pie. Para ello, puedes empezar la jornada dando las gracias por algún aspecto positivo de tu vida. Así comenzarás el día con una perspectiva distinta.
3.-Evita las quejas
Por lo general, quejarse no es la salida. En situaciones problemáticas lo ideal es enfocarse en la solución. Muchas personas se quedan estancadas en lo malo y viven constantemente en la queja y, por lo tanto viven infelices.
En su lugar, empieza a imprimir la gratitud en la mayoría de tus acciones, agradece antes de cada comida; da las gracias a aquellas personas que, de alguna manera u otra te ayudan; cuando te sientas agobiado por tu salud, da las gracias por las capacidades que todavía tienes, etc. Poco a poco, el hábito se irá creando y podrás notar el bienestar que estas acciones proporcionan.
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