Estamos viviendo un momento histórico-social y económico de gran turbulencia y movimiento; la angustia se apodera del alma y presiona tanto como las circunstancias externas. Nos debatimos entre lo “seguro” y lo “inseguro” y nos cuesta trabajo entender que ambas posibilidades conviven como parte de la misma moneda.
Como una forma de buscar la felicidad, los sistemas publicitarios nos inducen a gastar, comprar y buscar actividades placenteras como si eso fuera lo único que existe. Podemos ver anuncios con marcas de gran renombre y giros diversos que tienen “la capacidad de satisfacer cualquier necesidad” de divertirse y de tener. Todo esto nos confunde ya que pensamos que la vida nos fue dada para pasarlo bien solamente. El tiempo no pasa, somos nosotros los que pasamos en el tiempo.
En cualquier anuncio publicitario que vemos, encontramos una fotografia que nos muestra buenos carros y tiendas bonitas que promueven ese deseo de tener más y comprar mucho sin importar si lo necesitamos o no. Lo importante es tener de todo y mucho. A esto agregamos buenas comidas y bebidas que contribuyen al logro de “la felicidad total”. Pensamos que al entregarnos al mundo con sus ídolos y falsas imágenes compramos el boleto para la dicha anhelada. Esto empieza desde que somos pequeños, recuerdo a un niño que hacía berrinche en un centro comercial y cuando le preguntaron que quieres contestó, no sé pero quiero…
La adquisición de bienes se ha convertido en una manera de vivir y nos evita sentir la inseguridad; a todo se le da una explicación sujeta a la razón y los sentimientos que no son “razonables” se hacen a un lado. La seguridad es personal y cada quien la vive de manera diferente, lo que para ti es seguro no lo es para mi; sin embargo cada quién busca esos nichos en que piensa que estará seguro. Estos se van cayendo paulatinamente produciendo temor y soledad. En ocasiones estamos con ciertas personas porque creemos que eso nos protege contra la inseguridad y ante cualquier soplo de la vida comprobamos nuestra inseguridad.
Los sentimientos “negativos” son como una marca interna que se esconde pero que no se puede eliminar y cuando surgen lo hacen de una forma tan abrupta que nos enloquece porque no la sentimos propia. Podemos juntar la inseguridad con la cadena de lo imprevisto, de lo que se oculta e incluso con la falta del sentido de vida.
El significado de la inseguridad lo podemos vincular con la palabra aislamiento, soledad, desamparo, tristeza, abandono, vergüenza, depresión. Al sentirnos inseguros, tenemos coraje y enojo que ocultan el terror ante la falta de control. Vivir la inseguridad implica una crisis y no nos gusta sentir ese puente movedizo cuyo vaivén nos enloquece y reproduce los miedos y las inseguridades tuyas y de las generaciones anteriores. ¿Cuántos temores de mis padres estoy reviviendo ahora? ¿Cómo saber cuales son las mías y cuales las de los otros?
Cuando pequeños nos vemos expuestos a los temores familiares y esto se transmite a través de sentimientos, actitudes, comentarios que el niño pequeño absorbe sin cuestionar. Conforme vamos creciendo podemos cuestionar y devolver a nuestros ancestros sus temores y quedarnos con los propios.
Los humanos buscamos tierra firme para no sentir el vaivén de la vida ni la soledad o inseguridad que forma parte de la vida personal de cada uno de nosotros. Así, es “natural” ir detrás de la seguridad al precio que sea. Sin embargo, para lograr cosas hay que arriesgarse a tocar niveles de inseguridad que producen ansiedad. En ocasiones estos sentimientos paralizan emocionalmente al actor que los está viviendo.
Somos seres contradictorios y complejos y todas estas emociones conviven al mismo tiempo jalando la cuerda de un lado a otro. Desde niños hemos aprendido que al mismo tiempo que buscamos compañía, amor necesitamos separarnos para ser autónomos e independientes. Así, en la complejidad de la vida conviven sentimientos y pensamientos contradictorios.
Entrevistando a Luisa me comenta: Estoy por cumplir 68 años y el camino hacia delante me parece cerrado y pedregoso. ¿Cómo saber hacia donde y por donde? Hace muchos años que he pensado en la vejez, pero de los otros, ahora que me está tocando la situación se hace diferente. ¡Cuántos miedos! ¡Cuantos temores! Cuantas pesadillas diurnas y nocturnas me asaltan por doquier. Agrega con tristeza: Qué distinto es hablar de los viejos a sentir que la propia vejez se apodera de uno. El contexto que está determinando la mía es tan diferente a lo que imaginé continua diciendo, la vida nunca es como una se la imagina, pero tampoco pensé que iba a ser tan distinta. Ese podría ser un sentimiento común en los viejos y viejas, ya que toda la ambientación ha cambiado y nos ha dejado un poco perdidos en el azar y la incertidumbre. No hay edad para la vejez, pero conforme el tiempo va pasando los temores se acrecientan y lo que cuando joven no afectaba con el paso de los años empieza a afectar. Aceptar la inseguridad personal permite enfrentarla con fuerza y serenidad.
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