¿Qué nos mueve a los argentinos?

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Las imágenes de 5 millones de argentinos en las calles, festejando lo que creímos que fue un triunfo por conseguir la copa FIFA, han dado la vuelta al mundo varias veces. Muchos terminaron con las piernas rotas por treparse encima de techos, semáforos, paradas de colectivos y demás. Esas vergonzosas imágenes nos han catalogado más que lo que una selección de fútbol pudo lograr.
Y digo que esas imágenes aparentaban ser un festejo futbolístico porque no lo eran realmente. Lo que esas personas salieron a festejar era las ganas de salir a festejar, de sentir la libertad, de no hacerle caso a un gobierno que nos encerró en la cuarentena más estricta y larga del mundo, y ni así dejó de morir gente. Porque esas muertes fueron un asesinato. Sí, así como lo leen, un asesinato. Quitarle las medicinas a un moribundo no es diferente a matarlo. ¿Robar las vacunas o justificar el robo por vacunados V.I.P no es un asesinato? ¡Por supuesto que sí!
Entonces salimos a las calles con la excusa del triunfo cuando realmente era por salir a sentir la libertad en todo sentido. Que para muchos, por el impulso de enojo, esa libertad se convirtió en entender mal el concepto, creyendo que la libertad es todo lo que no tenga límites. Y justamente es lo contrario: “la libertad es saber respetar el límite del espacio ajeno”. Eso es lo que no hizo el gobierno, (si es que se lo puede llamar ‘gobierno’) de Alberto Fernández.
Entonces no fue el fútbol lo que nos movió, sino la excusa.

Me acuerdo hace muchos años cuando el país se conmovió por el Caso Monzón. Un boxeador argentino, campeón mundial en su categoría, uno que nos representaba a nivel internacional en un deporte en el cual Argentina nunca fue de los mejores. Pues ese miserable bestia tiró a su amada mujer por el balcón acabando con su vida. En esa época no estaba de moda el feminismo, ni siquiera la justicia. Argentina todavía olía a dictadura y los miedos estaban latiendo de manera constante. Por esos tiempos también hemos vivido un cuasi golpe de estado en La Tablada que también provocó el movimiento de las tropas civiles en los balcones, recordando los jóvenes mandados a matar en la guerra de Las Malvinas. Más adelante hemos visto la censura tremenda del Caso Cabezas (que hasta la fecha no se ha resuelto, ni se resolverá jamás. Porque la justicia en Argentina no existe, lo que existe es el paso del tiempo, hijo del olvido).
Y así, puedo recordar muchos casos más, cada uno puede aportar el que guste.

Pasaron los años y ¡¡¡BOOOM!!!
Vuela un edificio en mil pedazos con gente adentro. Se trataba de la embajada de Israel, y otra vez, todo el mundo a las calles. Mientras estábamos viendo los noticieros escuchamos otro ¡¡¡BOOOM!!! Y vuela la AMIA.
Pasan los años y muchos ¡¡¡BOOOM!!! más se hacen presentes.
Para no contar todas las tragedias y llegar al punto que deseo, resumiré sin orden cronológico:
Muerte de Maradona, Caso Nisman, Caso Rugbiers, Caso Lucio, y por supuesto, Caso CHORRA CONDENADA.
Fuera de esos casos tan sonados, casi nada nos ha movido tanto como eso.
Entonces volvemos a la pregunta inicial:


¿Qué nos mueve a los argentinos?

¿Acaso tenemos que esperar un acontecimiento trágico para movernos?
¿Acaso no nos hemos dado cuenta que todos esos movimientos no han generado nada?
El único movimiento que realmente generó más desgracias fueron los nuevos, modernos, aberrantes y promiscuas marchas del tan mentado y afamado 8M.

Eso sí ha generado desgracias, cambios en las leyes, faltas de respeto, desprecio, divisiones, ignominia, ignorancia, la misma muerte de Lucio, incluso la reaparición de la ultra derecha, candidatos como Milei, que si no fuera por la modernidad aberrante Milei no existiría. Y así, muchas cosas más que solamente lograron desprecios gracias al 8M. De ahí en fuera, nada fue logrado y nada nunca se logrará marchando, saliendo a las calles, con cacerolazos y tantas estupideces más. Que, como tengo dicho, esos movimientos no fueron por la causa, sino por sentir que hacemos algo mientras sabemos que no hacemos nada y nada se logrará. ¿Acaso hay respuesta a alguno de los casos arriba mencionados? No, y tampoco las habrá. Los tontos somos nosotros que olvidamos el caso anterior cuando hay un caso nuevo. Casi como si estaríamos esperando que llegue un caso nuevo para dar vuelta la página y seguir llorando con la ñata contra el vidrio.

La pregunta entonces, no debe ser qué nos mueve, sino más bien, qué es lo que nos tiene que mover. Y la respuesta es ‘todo’.
Nos tiene que mover la justicia por sobre la libertad, la educación, la libertad conociendo su verdadero sentido y no el que dice Milei que mientras lo dice con esa falta de respeto, censura e insulta a otros. Eso no es libertad, eso es querer imponer. Solamente ‘querer’ porque jamás lo va a lograr.

Nos tiene que mover la salud, el bienestar, el amor al campo. Tenemos que dejar atrás un pasado que de nada sirve recordarlo sabiendo que nada se logrará. Por ejemplo, insistiendo con la recuperación de Las Malvinas, que, si fueran nuestras estarían hechas un basurero y sería un cuartel para alguna célula terrorista iraní o un lugar estratégico para los narcos. Unas islas que pueden ser un paso muy fructífero para la apertura de fronteras al mercado, al capitalismo, para el estudio astrológico, para la obtención de recursos energéticos renovables, etc. Pero nuestros gobiernos no están preparados para eso y a nosotros eso no nos mueve en lo más mínimo.
Y movernos no quiere decir salir a las calles a trepar semáforos. Movernos tiene dos explicaciones: dedicarse a leer y cultivar el alma y la mente, y saber elegir en las urnas.
Y es imperante que estás vayan de la mano, pues no es lógico no posible saber elegir sin amor a la patria, sin saber lo que se necesita, sin informarse, sin estar cultivado.
Para todo lo demás, existe el Estado que, si nosotros como argentinos nos movemos como deberíamos, el Estado lo manejaríamos como debería ser y hoy seríamos potencia mundial.
Lo que les quiero pedir a todos es que no me crean nada. Pónganlo a prueba.

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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