Me lo dijo con la convicción de quien sabe su oficio: “Ya no las hacen como antes”. Hizo un gesto de resignación mientras sostenía una pieza en la mano, evidencia incontrovertible del juicio: “esta parte antes era de metal, ahora es de plástico”. La conversación con el técnico en electrodomésticos me produjo sentimientos encontrados sobre el progreso tecnológico y el deterioro intencional de ciertos objetos que hoy se fabrican sin la mayor pretensión de durabilidad y con una descarada intención comercial que promueve la venta de refacciones o incluso el reemplazo total. Ante una sociedad líquida, diría Zygmunt Bauman, la calidad escurre por la coladera.
Motivo de misterio y veneración, a más de 300 años de haberse fabricado, son los diferentes instrumentos musicales hechos por el lutier Antonio Stradivari, particularmente los violines. ¿Cuál fue su fórmula para producir esos excepcionales objetos que hoy se valúan en millones de dólares? Ni con los estudios más avanzados se tiene una respuesta. Se especula sobre el barniz (aunque se desconoce cómo elaboró esa sustancia), sobre el grosor de las diferentes partes del cuerpo, sobre el tipo de madera, su minuciosa selección, tratamiento, secado y ensamble. El caso es que el saber del maestro cremonense se murió con él, dejando una estela de perfección artística, hoy difícil de igualar.
Estas notables creaciones conjugan una virtuosa trilogía: la estética, el funcionamiento y la manufactura. Aquí está la clave, según mi querido Agustín Garza, de la integridad que se atesora. Y no hablo de objetos excepcionalmente costosos, me refiero a cualquier producto, incluyendo servicios. Ahora que todo parece hecho para durar poco, quien tenga estas cualidades podrá sobresalir.
Para Carpenter las asombrosas creaciones no son producto de hacer bien algo, son la consecuencia de la cosmovisión cultural y la sensibilidad de determinado grupo. Como me dice mi amigo y socio David Rettig, hablando de su maestro Carpenter: “La forma en que percibimos algo es producto de la codificación cultural, no de una naturaleza humana universal”. Aunque todos somos capaces de ver, los esquimales distinguen hasta 30 distintos tonos de blanco. Las capacidades se cultivan dentro de una cultura.
Una sociedad virtuosa elabora prodigios. Aquí puede estar la clave para entender esos saberes perdidos y por qué hoy, tristemente, producimos tanta chatarra.
@eduardo_caccia
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