“Existo, por eso pienso”

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A mediados del siglo XV, el gran matemático y filósofo René Descartes, se vio encerrado en un dilema vital. Él notó que las personas no actuaban según sus maneras de pensar, sino que hacían todo lo que hacían según las doctrinas eclesiásticas, a las cuales temían fallar. No por una cuestión de fe, sino por el miedo a las torturas que La Inquisición imponía. Y al decir que las personas hacían sus actividades según las imposiciones eclesiásticas, no sólo me refiero a acciones evidentes, sino incluso a los pensamientos. Descartes se dió cuenta que el miedo influyó tanto en las personas que ya hasta pensar era algo prohibido. Las personas ya no pensaban, solamente obedecían.
Se me vino a la mente un sketch del Chavo del Ocho en el que Doña Florinda le dice a Quico que le prometa que siempre va a obedecer. Lo terrible de ese sketch es que Doña Florinda no le pidió que le obedezca a ella, sino que siempre debe obedecer. Eso quiere decir someterse a todo lo que digan siempre los mayores, nunca pensar por cuenta propia. Y, aunque la serie del Chavo resultará algo graciosa, está plagada de terribles frases como esas.
Descartes notó ese flagelo, desde él mismo. Es sabido que cuando quiso escribir El Método (1637), tuvo que migrar a Holanda ya que este era uno de los pocos lugares donde aún no había llegado la inquisición. Y El Método justamente se refiere a la forma de pensar por cuenta propia, a no creer a ciencia cierta todo lo que se diga, a tener la maravillosa virtud de dudar y sacar conclusiones aunque sean erróneas, pero siempre con la finalidad de pensar y no de ser un ser pensado por otros. Al respecto de pensar y no ser un ser pensado por otros, hubieron varios filósofos que han abordado ese tema (aunque sin la presión inquisitorial). Entre ellos, el estoicista Séneca, Leivinitz, Hidegger y muchos más.
Todos ellos notaron el peligro de ser seres pensados y de no pensar, incluso muchos cuentos de años antes a la existencia de las inteligencia artificial. Ellos se dieron cuenta de los peligros que corre la sociedad y de las grandes problemáticas sin límites que eso conlleva. Con el paso de los años hemos visto como millones de seres pensados se dejaron manipular por seres diabolicos que causaron millones de asesinatos. En la actualidad podemos ver cómo todavía muchos adoran al ‘Ché’ Guevara, que fue un asesino racista, creador de campos de concentración para personas discapacitadas, homosexuales y disidentes. Y aquí no aplica decir que cada persona tiene derecho a pensar lo que quiere, ya que esos fanáticos no piensan, es evidente que no piensan. Si pensaran, si se informaran aunque sea un poco, es más que seguro que no estarían flameando las banderas del terrorismo.
La semana pasada, la cancillería argentina emitió un comunicado en repudio a Israel por los “ataques” a los palestinos. Eso es prueba indiscutible que son seres pensados y que jamás han abierto un libro de historia. Y no solamente de historia, ni siquiera se han tomado a la tarea de informarse del presente, ya que Israel, JAMÁS EN TODA SU HISTORIA, ha atacado a nadie, siempre se ha defendido.
Hoy tenemos miles de herramientas guardadas en una pantalla de 7 pulgadas, con un peso de 100 gramos, y nos han hecho creer que ya no tenemos nada que pensar, que todo es Google o Chat GPT.
Ahora hablamos de inteligencia artificial como si fuera algo muy moderno. Sin embargo, a mediados de los ochentas, ya habíamos visto películas de robots que se “tragaban” toda la enciclopedia británica para obtener la información y los datos. Antes de los ochentas pensábamos que todo lo que esté en la enciclopedia británica es cierto. Antes de esa era ya existían los aviones con piloto automático. Hemos visto El Auto Fantástico, Robocop, Terminator y un montón de películas que daban crédito a la inteligencia artificial mostrando como el creado se enaltecía sobre su creador , lo atacaba y lo quería matar. El creado podía reproducirse artificialmente y ser millones de veces más en cantidad y fuerza que el creador.
Eso me llevó a pensar en que la sumisión tiene el efecto adverso del sometimiento al que somete. Los hijos se revelan a los padres. Los alumnos se revelan a sus maestros. Las personas se revelan contra Dios. Y todos se revelan contra todos. Ya no existe la figura de autoridad.

La inteligencia artificial no empezó ahora, sino que durante muchos años empezó a amontonarse, a gestarse, para ahora dar a luz a mountrosidades. La acumulación de datos en internet, las páginas gratuitas e incluso las de pago, los canales de televisión, los vídeos de YouTube, las redes sociales como Facebook y Twitter, no eran más que parte del plan de gestación, de acumulación de datos. Yo estoy más que seguro que existen personas que ya sabían de todo esto, que creaban todo tipo de herramientas con la única finalidad de llegar a hoy en día y tener esas inteligencias artificiales.
Debemos detenernos y saber que no fueron ellos, sino nosotros los que libremente optamos por entrar voluntariamente en ese juego. Fuimos parte del plan. Y no quiero limitarme a hablar en pretérito, ya que aún (y por siempre) seremos parte del plan. El plan de no pensar y ser seres pensados por otros para que nos manipulen y nos hagan creer aberraciones (que por no meterme en cuestiones políticas, no las diré).
Pensar no es informarse, sino analizar desde la razón, la lógica y la naturaleza. Eso sí es lo que debemos hacer. Eso sí es realmente revelarse.
Estamos siendo tan manipulados que tú, que estás leyendo esto, no puedes afirmar que lo escribí yo o si se lo pedí a una plataforma de inteligencia artificial.
En este momento quiero ofrecer una disculpa al gran genio y maestro René Descartes y discutirle su conclusión de “Cogito, ergo sum”.
Perdón, Son René, pero ya no es más así. Ahora es “Existo, por eso pienso”.

By Rob Dagán


Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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