¿Dónde quedó Jerusalén?

Con un portazo que sacudió las paredes y arrancó sonrisas suspicaces de algunos comensales, el embajador de Jordania salió de la habitación seguido por el director del Banco Mundial. – …

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El pequeño Moisés

Mi esposa comenzó a llorar. Sollozos y gritos surgieron de los distintos grupos de gente. Habló el Comandante de las Fuerzas de Infantería a cargo de la zona de Gaza. …

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El Shul de la calle Córdoba

– Disculpe, ¿ésta es una iglesia? La pregunta viene de dos mujeres que, me parece, están de paso por la Colonia Roma, muy cerca del Centro Médico Siglo XXI. – ¿Verdad que es una iglesia? Está muy bonita. El policía de guardia, a la entrada del edificio habla por su teléfono con sus superiores respecto a si me dejan o no entrar a tomar fotos. Tal vez está demasiado ocupado y no tiene tiempo para atender a las señoras y por eso me lanza una mirada suplicante:

Y, ¿Beth Israel…?

Ya casi no me acuerdo de Beth Israel. No es que se me hayan olvidado por completo los años en que Pauline y yo, acudíamos a los “servicios” religiosos de cada viernes, primero con Rabi Lerer y luego con Rabi Palti Somerstein, el argentino que cambió la vida de muchas personas, incluyendo la nuestra. Allá por el rumbo de Virreyes, en la casa que fuera Embajada de Japón antes de mudarse a su flamante edificio de Lerma y Paseo de la Reforma y cuyo título de propiedad se mantuvo siempre en el más absoluto misterio -vaya usted a saber por qué- es un espacio que, por aquellos años, lo mismo servía para Shul, Bazar o aguerrido escenario de los más concurridos torneos de Bridge.

El Shul de Álamos

Aunque todos entremos por la misma puerta, no todos entramos al mismo lugar. Permítanme explicar esta aparente contradicción a las más elementales leyes de la física. En alguno de los manuales para la vida judía -de esos que pueden adquirirse en cualquier librería como “The Jewish Home Advisor” o “The Complete Idiot’s guide to Understanding Judaism”- leí que hay una gran diferencia entre ir al Shul, a la Sinagoga o al Templo; todo depende de “quién” va a “qué”.

El Shul Nidjei Israel

Durante el juicio a Adolf Eichman, la mañana del 7 de junio de 1961, el Fiscal del Estado habló a los presentes con voz ronca y expectante. – Pido al Señor Yehiel Dinur que suba al estrado. Sabemos que nació en Polonia, que actualmente vive en Tel Aviv y que es el autor de varios libros, entre ellos, “Salamandra”, “Casa de Muñecas”, “El Reloj sobre la cabeza” y “Le llamaron Piepel”. ¿Es cierto? El testigo asintió. – “¿Cuál fue la razón por la que ocultó su identidad detrás del seudónimo literario 135633K-tzetnik?” Yehiel Dinur suspiró profundamente.

La Parroquia de San Miguel

En la acera de enfrente la Parroquia de San Miguel despliega su majestuosa silueta cubierta de arrugas de piedra carcomida por el tiempo. Casi atropellado por un rikshaw “a la mexicana”, que a falta de claxon les chifla a los taxistas que circulan con la mentada a flor de labio y el paliacate verde ‘pal calorsote, mai -¿querrá decir maistro?. Sorteo los carros, alcanzo la otra orilla y escucho el rezongar de quejas por la crisis del petróleo que va ‘pa largo…

La Calle de Mesones

A principios del Siglo XVI -afirma Don Luis González Obregón, autor del famoso “México Viejo”- Don Pedro Hernández Paniagua solicitó y obtuvo del Cabildo celebrado el 1° de diciembre de 1525, licencia para establecer un mesón en su casa, “para vender pan e vino e carne e todas las otras cosas necesarias para acoger a los que vinieren…” iniciando así la tradición de los estancos o mesones que dieron razón y nombre a esa calle. “En ella encontraban -dice el historiador- un lugar de descanso en sus penosos viajes, los legendarios arrieros, los dueños de carros, de bombés y de guayines, los que llevaban las conductas de Manila y del interior del país y los que acarreaban las platas de S.M. el Rey. Aquí hallaron -dice- un techo protector, y a veces dura cama y mala cena.”