En esta oportunidad la Toráh nos presenta la primera gran lista de preceptos y juicios que debemos incorporar en nuestro diario vivir, estudiarlos, profundizar en ellos y, sobre todo, tomarlos como guías en todas nuestras decisiones.
Dios le dice a Moshé: “Estos son los juicios que pondrás frente a ellos (Israel)”
Explica Rashí: “Le dijo el Creador del mundo a Moshé: Ni se te ocurra pensar que le enseñarás estos preceptos por medio de la repetición, hasta que se los aprendan de memoria y no te molestarás en traer sus razones, o explicarles sus detalles. Por esta razón está escrito: “Frente a ellos”, como si fuese una mesa puesta ante los comensales”.
Es decir, cada uno de los estatutos mencionados en esta parashá deberá quedar perfectamente entendido para toda la congregación, de manera tal, que puedan ser ejecutados por todos ellos, desde el más sabio hasta la persona más simple, grandes y chicos, estudiosos de la Toráh o personas dedicadas a su oficio.
¡Qué! ¿Acaso estas leyes son tan complicadas?
Si echamos un vistazo a algunas de ellas, caeremos en cuenta que son sumamente lógicas.
“Si pelearen personas, y golpeare uno a su compañero con una piedra, o con el puño, y no muriese y caerá enfermo en cama. Si se levantaré y pudiese caminar afuera con un bastón, el agresor quedará limpio, solamente cargará con los gastos de su ausencia en el trabajo, y pagará para su restablecimiento físico”
“Cuando alguien abriera un pozo, o lo cavare, y no lo cubriere, y caiga en él un toro o un burro. El dueño del pozo pagará dinero a el dueño del animal, y el cadáver le pertenecerá a él”.
Así, hay muchas leyes basadas en la lógica humana natural, y que podrían entenderse sin necesidad de tantas vueltas o explicación.
¿Por qué, entonces, la Toráh enfatiza tanto en la necesidad de comprenderlas hasta su último detalle?
Es preciso saber que el propósito de la Toráh es, justamente, hacer retornar al hombre a su origen, a su mente limpia y sana. Libre de toda influencia ajena a la conciencia Divina que Dios le insufló al crearlo.
La Torá, en resumidas cuentas, pretende devolver al ser humano, al mismo estado del primer hombre antes de pecar. Pues por medio de ese error, permitió que hubiera confusión en su entendimiento. Incluso llegó a caer, en generaciones posteriores, en el gran pecado de la idolatría o en la abominación que presentan las relaciones homosexuales.
La mente humana ciertamente es poderosa, pero a la vez sumamente frágil. Es capaz de asumir como una realidad irrevocable aquello que sus deseos más bajos y denigrantes le propongan, llegando, inclusive, a cubrirlos con un manto de religiosidad y falsa santidad (pues no importa la imagen que presenten ciertas personas; ya que pueden parecer perfectamente justos y devotos, pero detrás de esa máscara podría reposar una filosofía frontalmente opuesta a la ideología de la Toráh).
De esta manera la Toráh nos advierte: Aquí están los juicios, o corduras, que deberás seguir para mantener la sanidad de tu mente, para que no te equivoques o confundas con lo que ves o crees que es lo correcto, porque la misma generación del primer hombre – el más cercano a Dios – cayó en aberraciones que ni siquiera el género animal llegaría a cometer por voluntad propia.
Estas son nuestras directrices, y la sana línea de pensamiento que nos conduce a la verdadera felicidad, y al aprovechamiento de todo nuestro potencial.
Shabat Shalom