Nuestra perashá relata sobre el encuentro que tuvo Yaäcov con su hermano Ësav.
Después de veinte años, y con una gran carga de rencor en el corazón de Ësav, Yaäcov tendrá que enfrentar su destino y prepararse para… lo peor.
Sucedió que, al atravesar un río, por el paso Yabok, dice el pasuk: “Y se quedo Yaäcov solo, y luchó un hombre con él hasta despuntar el alba” (32, 25)
¿Quiénes somos para juzgar o, siquiera, comentar sobre el comportamiento de nuestros patriarcas? Pero, esta es nuestra toráh, y de ella debemos aprender.
¿Qué dicen? ¿Yaäcov hizo bien al quedarse a solas?
Sin lugar a dudas hizo lo correcto. Y la prueba es que gracias a esa lucha se le agregó un nuevo nombre, el cual lo redefine y le hace acceder a nuevos y más elevados niveles espirituales.
Dice Rabí Yerujam Leibowitz, ZT”L, de Mir: “La Individualidad se da cuando el hombre se encuentra solo, consigo mismo. El ser humano es un ente social, es decir, naturalmente se mezcla con el medio que lo rodea. De esta naturaleza surge – eventualmente – la cualidad humana de más baja condición: La búsqueda del honor.
A eso se refiere el versículo cuando dice: “Y se quedó Yaäcov solo…”. Y este mismo es un atributo del Todopoderoso”.
Nuestro objetivo en esta vida es luchar. El hombre no consigue de forma gratuita su sustento, el techo y demás necesidades básicas: “Con el sudor de tu frente comerás el pan”. Sólo con esfuerzo conseguirás todo lo que te propongas.
En esta ocasión Yaäcov nos delinea el marco donde principalmente debemos invertir nuestras energías… en la lucha con nosotros mismos, con lo que real y sinceramente somos.
Si dejamos atrás el reconocimiento comunitario, o la aprobación de nuestros cercanos, o la falsa popularidad, y demás afiches sociales, nos encontraremos con un hombre que peleará con nosotros hasta despuntar el alba. Hasta que la verdad brille y nos aclare el camino a seguir por la vida. A evaluar lo que realmente importa en estos 120 años de permanencia en este mundo, a superarnos constantemente, y a reencontrarnos con Quien nos da la vida a cada instante.
Yaäcov nos enseña: ¡No temas a la soledad! Créeme, siempre tendrás mucho qué contarte…