D’varim: Respeto

“Estos son los asuntos que habló Moshé a todo Israel en la parte oriental del Yardén…en Jatzerot y DiZahav”

De esta manera abre Moshé la lista de amonestaciones hacia el pueblo de Israel.

Nuestros sabios señalan que, en primera instancia, Moshé no recordó las fallas del pueblo de manera abierta para evitar avergonzarlos; como lo indica Rashí.


Sin embargo, es imperativo entender el sentido de no avergonzar al prójimo, y qué trascendencia puede tener en nuestro día a día.

Rabí Jayim Shmuelevitz, ZT”L, en su libro “Sijot Mussar”, aborda el tema, y lo amplía a través de algunos ejemplos mencionados en la Toráh y el Talmud.

“Moshé Rabenu, días antes de su fallecimiento, se aproxima a reprender al pueblo de Israel por infracciones ampliamente conocidas por todos. Entre ellas el error de los espías, por medio de la cual le fue decretada a esa generación perecer en el desierto, o el pecado del Becerro de Oro, el cual aún continuamos pagando.

Por sobre la gravedad de ellas y, a pesar de su notoriedad, Moshé se cuida de no poner al pueblo de Israel en evidencia, pues les haría pasar vergüenza por ellas. Por ello únicamente las menciona de manera sugerida.

Ahora bien, podríamos pensar que lo dicho se aplica únicamente sobre toda una congregación y de alguien verdaderamente digno, pero sobre quien de por sí es vil y repulsivo, no. ¡Grave error! Porque en el suceso de Biläm, quien intentó maldecir al pueblo de Israel, Di´s mismo se cuidó de no hacerle pasar vergüenza.

Como explican nuestros sabios que, después de recibir la merecida reprimenda por parte de su burra, Di´s la liquidó ¿Por qué? Porque sería ella una muestra viviente, que ese malvado mago perdió una discusión con un animal, hecho realmente vergonzoso.

Y en la historia de Kamtza y Bar Kamtza, la cual ocasionó la destrucción del segundo templo, también se originó gracias a un problema de deshonra. Como figura  en el  tratado de guitín  (57ª): “Dijo Rabí Eläzar: “Ven y mira cuán grande es la fuerza de la deshonra, pues El Todopoderoso apoyó a Bar Kamtza (quien fue deshonrado en público), y por su causa destruyó Su Morada, y quemó Su Santuario (a raíz de que él, posteriormente, acusara a toda la comunidad de rebeldía, ante el Cesar)”.

Vemos que esta vergüenza no era, sino, únicamente de un individuo, de Bar Kamtza. Además, esta razón – la de haber sido avergonzado en público – no lo exoneraba de considerarse peligroso para la comunidad entera (pues alguien que pone en peligro la integridad de la colectividad, es condenado a muerte), demostrando que aún la deshonra de una persona tan infame y baja consiguió desgarrar los cielos, y fue justamente ella la que destruyó el Bet HaMikdash y calcinó el Santuario.”

Estas son fechas propias para dedicar un momento de nuestra ajetreada vida, a reflexionar en nuestra relación con los demás.

Generalmente asumimos que la realidad es justo como la percibimos, razón suficiente para que, quien no consiga armonizar con ella, merezca ser aludido, reprochado y, en ocasiones, también, avergonzado.

Muchas veces – en realidad, la gran mayoría– ni siquiera estamos interesados en escuchar a nuestro “contendiente”, puesto que hemos determinado ya su carencia de lógica y juicio.

La Toráh, no obstante, recalca en repetidas ocasiones, que esta actitud nos encamina a la autodestrucción, a permanecer aún más tiempo en el exilio, y a perdurar diseminados por los confines del mundo. Y es obvio, pues si así, alejados los unos de los otros, nos las ingeniamos para denigrar al vecino, y reírnos un poco de quien no es exactamente como nosotros ¿Qué pasaría si viviéramos todos en un mismo terreno, y concurriéramos a una misma “sinagoga” (El Bet HaMikdash)? ¡Sería un verdadero caos!

El honor del prójimo no es de balde, no está a disposición de quien quiera pasarlo por encima. No olvidemos que todos, hasta el más humilde y sencillo, o el más “defectuoso”, brilla en su interior una chispa Divina, una Imagen y Semejanza del Creador del universo.

Por esta razón, si cuidamos y respetamos el honor de nuestros hermanos, y de todo hombre en general, sin lugar a dudas Quien en algún momento hizo reposar Su presencia en el lugar más sagrado del mundo, volverá a él, nos reunirá ahí en verdadera unión, y hará brillar nuestra luz para alumbrar con ella al mundo entero.

Shabat Shalom

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