Shemot: Dignidad

“Y murió Yosef, y sus hermanos, y toda esa generación” (1,6)

De esta manera se abre el tema central del libro Shemot ¿Qué habrá de suceder con los descendientes de Yaäcov y sus hijos, quienes no tuvieron contacto directo con ellos? ¿Conseguirán desarrollarse y progresar espiritualmente en un entorno totalmente contrario a ellos?

Explica el “Or HaJayim”, ZT”L: “Este versículo nos dice que, todo el tiempo que uno de los hermanos de Yossef estaba en vida, los egipcios respetaban a los Hijos de Israel. Inclusive si solamente uno de esa generación se encontraba con vida, todos los demás eran importantes a los ojos del pueblo egipcio, y no tenían “cara” para comenzar a esclavizarlos.


También la Toráh nos comunica que los Hijos de Israel comenzaron a decaer a raíz de la muerte de Yossef y sus hermanos. Al principio Israel se encontraba en un estrato superior al de los egipcios, al fallecer Yossef bajaron al mismo nivel de ellos. Al morir los hermanos decayeron por debajo de su categoría, eran ya despreciables para ellos, pero aún no se atrevían a esclavizarlos. Solamente después de morir el último de esa generación, fue que comenzó la opresión.”

Dice Rabí Jayim Shmulevitz, ZT”L: Aprendemos de sus palabras que, a pesar de que los egipcios siempre fueron infames, aún así no conseguían esclavizar a Israel todo el tiempo que eran importantes y honorables a sus ojos.

Hay aquí dos aspectos que es importante analizar. Uno, por parte de los egipcios, quienes no se atrevían a esclavizar a gente distinguida. Y el otro, por parte de Israel mismo, quienes, todo el tiempo que se veían a sí mismos como personas dignas y respetables, los egipcios no se atrevían a oprimir.

De la misma forma opera el “Bajo Instinto” (Yetzer HaRä). Al principio busca rebajar a la persona de su nivel por medio de lo permisible. Cuando lo consigue, entonces ya se encuentra en sus manos para hacerlo caer en prohibiciones.

Nuestra labor principal es la de enaltecernos y permanecer en un nivel elevado e importante a nuestros    ojos,   de   esta   manera   eludiremos   las persuasiones del Yetzer HaRä, pues conocemos, y reconocemos, nuestra importancia, y no nos atreveremos a caer en faltas y prohibiciones.”

Es sabido que la madre de todas las diásporas fue el exilio de Egipto. De él podemos aprender importantes fundamentos en lo referente al entendimiento de nuestra situación actual, de dos mil años de dura diáspora.

En primer lugar, es de vital importancia saber que aquello que detonó nuestra esclavitud, y lo que promovió nuestra decadencia, fue el alejarnos de nuestras tradiciones patriarcales… de nuestros fundamentos espirituales.

Cuando un ente ajeno trata de ingresar en nuestra cultura, y le damos paso por una puerta, automáticamente saldrá en contraparte algún valor judío por la otra. Pues el hombre está construido de manera que siempre venerará algo que considera superior a él, que pueda admirar y que, en cierto punto, también dirija sus intereses.

El pueblo de Israel, todo el tiempo que tenía a los hijos de Yaäcov en vida, incluso a alguno que vivió con ellos, tenían íconos que admirar, los cuales proporcionaban el orgullo suficiente para llenar sus ideales y expectativas por algo elevado, digno de admirar e imitar.

Cuando esa generación pasó a la historia, y únicamente se mencionaban como personajes distinguidos, incluso héroes, fundadores de la nación, también el orgullo judío comenzó a decaer, permitiendo que otros modelos llenen el espacio vacío: La dignidad de Israel iba en declive.    

La enseñanza fundamental de las primeras palabras del libro Shemot, llamado también el libro de la Gueulá (redención), es instituir en nuestros corazones el apremio por mantener en alto nuestro orgullo propio, de voltear siempre hacia nuestros valores, hacia nuestros elevados patriarcas que lo dieron todo por amor a Di´s, por perseguir la verdad y hacerla trascender a las generaciones venideras.

Es preciso retirar de nuestras miras los símbolos [en el plano social, económico e, incluso, deportivo] que nos causen admiración, y nos incentiven a tomarlos como modelos, y cambiarlos por aquellos que realmente le dan sentido a nuestras vidas, pues esa es la base para evitar la asimilación y el fundamento de nuestra cercana redención.

Shabat Shalom

Yair Ben Yehuda

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