TRUMÁ 5780

El pueblo de Israel es llamado a contribuir con quince materiales – oro, plata y cobre; lana teñida de color azul, púrpura y rojo; lino, pelo de cabra, pieles de animales, madera, aceite de oliva, especias y piedras preciosas – con los cuales, Di-s le dice a Moshé: ”Harán para Mí un santuario, y Yo voy a morar entre ellos”.

En la cima del Monte Sinaí, Moshé recibe las instrucciones detalladas sobre cómo construir esta morada para Di-s, de manera de que pueda ser fácilmente desmantelada, transportada y rearmada durante los diferentes viajes del pueblo por el desierto.

En el cuarto más interno del Santuario, tras una cortina bordada artísticamente, estaba el Arca conteniendo las Tablas del Testimonio grabadas con los Diez Mandamientos; en la tapa del Arca había dos querubím (ángeles) tallados en oro puro. En el cuarto exterior se encontraba la Menorá de siete velas y la Mesa sobre la cual se acomodaba el “pan de rostros”.


Las tres paredes del Santuario estaban formadas por 48 planchas de madera paradas, cada una de las cuales estaba recubierta en oro y sostenida por un par de bloques de plata. El techo estaba formado por tres capas de coberturas: (a) tapetes de lana y lino multicolores; (b) una cobertura hecha de pelo de cabra; (c) una cobertura de pieles de carnero y tajash. En el frente del Santuario había una cortina bordada sostenida por cinco postes.

Una serie de cortinas de lino soportadas por 60 postes de madera con ganchos de plata rodeaban el Santuario y el Altar de cobre que se encontraba a su frente. Las cortinas estaban reforzadas por estacas de cobre.

UNA MORADA PARA EL CREADOR

“Ellos harán para Mí un Santuario y Yo moraré entre ellos” (Éxodo 25:8)

¿Alguna vez nos preguntamos realmente cuál es nuestra misión en la vida? ¿Para qué estamos aquí? No es simplemente para cursar estudios, trabajar, casarnos, criar hijos, ganar dinero o darnos la gran vida, libres de cualquier responsabilidad.

El Creador ordena en el versículo citado más arriba: “Harán para Mí un Santuario”. Acá no se refiere únicamente al Santuario del desierto, ni siquiera al Templo de Jerusalén. Nosotros mismos somos el Santuario para Di-s, un Santuario que día a día debe ser construido a través de nuestro comportamiento para con los demás, en nuestros tratos comerciales, en nuestro trabajo, en nuestra vestimenta, en nuestro aspecto personal, en nuestros pensamientos, en nuestra forma de hablar y aun en detalles tan nimios como en nuestra forma de comer, dormir y caminar por la calle.

Así, construyendo este Santuario en nosotros mismos, seremos merecedores de que el Creador more entre nosotros y que de ese Santuario particular pasemos a construir el Santuario general pronto y en nuestros días

Adelante: fíngelo hasta lograrlo

Por Chana Weisberg

¿Quieres un truco rápido para ser feliz? Intenta sonreir.

A finales de la década de 1980, un equipo de investigadores trabajó con sujetos haciéndolos sostener un lápiz en la boca de varias maneras para imitar sonrisas y ceños fruncidos. Descubrieron que flexionando los músculos faciales, aún sin saber por qué, las reacciones emocionales de los sujetos cambiaban. Aquellos que sonreían evaluaban las cosas de manera mucho más positiva que aquellos que fruncían el ceño. Pruebas adicionales dieron resultados similares.

Los investigadores concluyeron que si bien los estados de ánimo se acompañan de cambios en el cuerpo, también sucede al revés. Haz un cambio aparentemente insignificante en el cuerpo –como flexionar esos músculos de la sonrisa– y tu cerebro lo notará y reaccionará de en consecuencia.

Así que eso de “fíngelo hasta lograrlo” parece tener algún valor.

Es interesante descubrir una conexión con este concepto en la lectura de la Torá de esta semana, cuando se nos ordena hacer el arca de madera y cubrirla de oro.

“Harán un arca de madera de acacia… y la cubrirán [el arca] de oro puro, por dentro y por fuera” (Éxodo 25:10-11).

El arca se hizo con tres cajas insertadas una dentro de otra. La caja más grande y visible estaba hecha de oro puro. Dentro de ella se ubicó una caja de madera de acacia, dentro de la cual se colocó la caja más pequeña, también hecha de oro. Las tablas con los Diez Mandamientos se guardaban en esta caja interior.

Como las cajas del arca, también nosotros estamos hechos de capas. Por dentro estamos hechos de “oro puro”, un alma divina inmaculada y sagrada, que sólo quiere actuar correctamente y hacer el bien. La siguiente capa es nuestro ser consciente, nuestro temperamento, ánimo y sentimientos. Esta parte no es siempre tan pura y brillante. Y finalmente está la caja exterior, esa parte nuestra que permitimos que el mundo vea a través de nuestras acciones.

Podríamos sentirnos como hipócritas luciendo una cara de oro ante el mundo cuando interiormente sentimos lo opuesto. ¿Debo actuar de forma generosa, amable y empática hacia fuera cuando me siento como “de madera”? ¿Debo presentar una fachada calma cuando realmente quiero desatarme en un arranque de ira? ¿Por qué actuar de manera que contradiga mis verdaderos sentimientos?

Pero la construcción del arca nos enseña que podemos mejorar nuestros sentimientos a través de nuestras acciones. Está bien tener algunos momentos “de madera” pero exteriormente manifestarnos “de oro”. Las acciones crean un cambio interno. Actúa en ese papel y te convertirás en él.

Así que adelante, sonríe y vé cómo te vuelves más feliz. Ofrece esas monedas a una causa benéfica y observa cómo tu ánimo se hace más caritativo e indulgente. Actúa con calma y tu ira comenzará a disiparse.

Porque en verdad, no estás actuando. En el fondo, tu ser interior es de oro puro. (www.es.chabad.org).

Un judío adinerado, levantó un Sidur (Libro de Rezos) que accidentalmente se había caído al piso y le dio un beso. Rabí Moshe de Bayan le dijo: “Un Sidur no tiene sentimientos. Cuando veas a una persona que esté pasando momentos duros, levántalo y abrázalo con cariño”.

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