VaYerá: Ofreciendo la Vida

 

Dos montañas son muy importes para nosotros, pues tuvieron el mérito de ser sitios cruciales en nuestra historia: El Monte Moriyáh, y el Monte Sinaí.

En el primero se llevó a cabo el principal y más grande acto de devoción que jamás se vio hasta ese entonces, la disposición de nuestro patriarca Abraham de sacrificar a su hijo Ytzjak.


En el segundo, se perpetró la más grandiosa y clara revelación de la Presencia de Di´s ante la humanidad. Sitio donde fue entregada nuestra sagrada Toráh a través de fuego, truenos, y la voz del Shofar que se intensificaba.

Pregunta Rabí Jayim MiTzanz, ZT”L: “¿Por qué razón el Bet HaMikdash fue construido en el Monte Moriyáh, y no en el Monte Sinaí, si en el último reposó la Presencia Divina delante de todo el pueblo de Israel, y hasta es considerado el Monte de la Toráh?

Debemos decir que el motivo es, porque en el último se consumó un acto de entrega de vida – en hebreo: Mesirut Nefesh – siendo éste el principal aspecto que hizo que ese sitio fuera santificado desde la época de nuestros patriarcas”.

Cabe señalar que esta santidad continúa hasta nuestros días, pues es posible subir al Monte Sinaí (en caso de saber cuál es), no así al Monte Moriyáh, pues únicamente alguien puro – que no presente impureza por tocar un cadáver – podría ingresar en él.

Estas sencillas palabras de Rabí Jayim, establecen, entre otras cosas, que para “ojos” de Di´s es mucho más valiosa una acción humana, realizada con sinceridad y entrega, que Su misma Presencia.

El Bet HaMikdash, nuestro sagrado templo, por el que esperamos su reconstrucción a lo largo de más de dos mil años, fue erigido sobre bases firmes, llamadas: entrega y devoción, a través de ese acto único de Abraham e Yitzjak. El cual hizo mella en nuestro registro genético, habilitándonos a también entregar de nosotros mismos al Creador del mundo, en cualquier situación y bajo cualquier circunstancia.

Además, si esta fue la cualidad que dio pie a la construcción del recinto del cual subirán nuestras plegarias hacia los cielos, ciertamente si conservamos esta actitud en nuestra vida cotidiana, tendremos el constante mérito de que las peticiones que solicitemos de Di´s también sean bien aceptadas,. Ya que esa actitud demuestra que dentro de nosotros también se encuentra la base y fundamento de la casa de la Tefilá por excelencia.

De esta manera es posible llegar a otra conclusión, pues, fundamentalmente, nuestro largo exilio es determinado por la ausencia de la Presencia Divina en la tierra que Él escogió para su pueblo. Situación que se derivó por nuestra causa, al no haber cuidado la unión con nuestros hermanos y, eventualmente con el Creador del universo. Nosotros fallamos en estar dispuestos a dar de nosotros mismos hacia los demás, aunque ello implique la inversión de grandes esfuerzos.

Permanecer unidos no significa nada más residir en un solo lugar, o acudir a la misma sinagoga y saludar cordialmente a nuestros conocidos, sino ir más allá y reaccionar positivamente frente a posibles roces que tengamos con nuestros hermanos. Utilizar siempre el recurso del beneficio de la duda, y querer para el otro el mismo bien que quisiéramos para nosotros mismos o nuestras familias.

Esa es la fuerza que nos heredó Abraham Abinu, pues a raíz de ese hecho nos es relativamente fácil anularnos frente a los dictámenes de la Toráh, por difíciles que sean.

Tal vez es justamente lo que Di´s desea que reforcemos en esta dura época de la historia. De, sencillamente, ir atrás de Él, en cualquier situación, y en el más amplio sentido de la palabra. Tal como lo hicieron nuestros padres y abuelos.

Shabat Shalom

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