Renovación

“Este mes será para ustedes el principio de los meses, primero es de los meses del año” (12,2)

Esta es la primera orden que HaShem comanda al pueblo de Israel.

Deberán contemplar la luna y en función de su forma y tamaño, determinar el comienzo del nuevo mes. Esta será la base temporal sobre la cual se desarrollará la nueva nación hebrea, quienes en esos momentos dejaban de ser una agrupación de castas y familias, a consolidarse en el pueblo elegido por HaShem, aptos para recibir Su eterno legado: La Toráh.


La guemará en Rosh HaShaná señala que HaShem, al dictarle a Moshé esta orden, le mostró la luna en su más temprana faceta, y le dijo: Así la verás, y la santificarás.  Como esta forma verás en un futuro, y santificarás así los comienzos de los meses.

Rabí Shimshon Hirsch, ZT”L, agrega un poco más de esclarecimiento.

La santificación de la luna, en la conceptualización judía, es toda una institución, cuyo beneficio es exclusivo para el pueblo de Israel, por ejemplo: Rejuvenecimiento espiritual y ético, el que anhelamos todos los días, y el cual se presenta a través de reencontrarnos con el Creador del universo mes tras mes.

La expresión física de la renovación mensual, encuentra su expresión en el sacrificio de Mussaf. Cuyo  objetivo es conseguir la expiación de la impureza del Bet HaMikdash y de las ofrendas santificadas en él, provocada por la falta de conciencia de la santidad de ese recinto y de los elementos que lo componen.

En otras palabras, el sentido del comienzo del mes, de la contemplación de la luna nueva, es de, justamente, actuar en contra del letargo de la rutina, la cual nos hace ser ajenos a todo lo relativo con santidad y valores humanos elevados.

De tal manera que, si faltaría en nuestra conciencia este conocimiento, fácilmente quedaríamos atrapados en el fango de la repetición rutinaria, y nuestros corazones se endurecerían como el de Parö, hasta el punto que, ni milagros ni maravillas los lograrían hacer vivir de nuevo.

Esta es la proclama del mes nuevo: Redención y salvación de toda falta y error.

Por esa razón se instituyó este fundamento al principio

de nuestra construcción nacional. La verdad que este

concepto proclama, establece la piedra angular de nuestro reconocimiento como integrantes del pueblo judío, y la que nos  distancia categóricamente de todo lo relacionado con la idolatría. Pues ésta no reconoce la renovación.

Para la idolatría todos los márgenes han sido establecidos, y el hombre se conduce por un destino predeterminado. El hoy es solamente una consecuencia del ayer, y el mañana estará basado en el día en curso. Y así como no acepta la idea de Un Solo Creador que generó la existencia a partir de la no existencia, tampoco considera que la realidad ética del hombre pueda forjarse a partir de la no existencia… ni hablar de su porvenir. Todo es arrastrado dentro de una corriente ciega, sin opción a encontrar cambio. La libertad no es más que una ilusión óptica. Lo nuevo está anclado en lo arcaico.”

Renovación y libertad, son conceptos estrechamente ligados, y en nuestra parashá nos es revelado que, si faltase una de ellas, la otra tampoco podría existir.

El concepto de libertad dentro de la visión judía, es mucho más amplio y profundo que el que se conoce en los países más democráticos y “civilizados”. Para  nosotros, la libertad humana se evalúa en la medida que la persona tenga la posibilidad de acceder a reencontrarse con su Creador, y con todos los elementos que le dan la facultad de ascender estratos espirituales, y trascender por sobre sus límites espaciales y temporales.

Aquello que más condena a la persona a recluirse en su reducido espacio vital, a no salir de los límites establecidos por sus preocupaciones financieras, de salud, familiares, sociales, etc., es el asumir que su forma de vida es invariable, y que fuera de ella no existe nada más.

El ciclo lunar nos invita a considerar la renovación personal como un modo de vida práctico y tangible. Donde podemos continuar atendiendo nuestras múltiples necesidades, pero con el constante impulso de mejorar en los deberes para con el Creador del mundo. De cambiar nuestra actitud frente a los que nos rodean y, sobre todo, de habituarnos a contemplar el mundo como un escenario maravilloso e innovador. Donde sea posible observar en cada rincón de él, las bondades que el Todopoderoso nos concede a cada instante. Esto es lo que debemos evocar cada vez que contemplamos la nueva luna.

Shabat Shalom

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